28.- Dolor

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Los delicados rayos del sol que apenas se colaban por mi ventana iluminaron lo suficiente mi habitación como para hacer que me despertara. Me revolví entre las sábanas y miré la hora cuando abrí por completo los ojos, iban a ser las once de la mañana. Me estiré haciendo un montón de huesos me tronaran, luego le abrí el paso a un bostezo.

Me levanté perezosamente y salí de mi habitación. Me llevé una sorpresa al ver a Ino allí, sentada en la cocina, desayunando.

-¿No trabajas hoy?- le pregunté, confundida

-No, el señor Vittore me dio el día para prepararme para el viaje.- contestó, levantando su plato del pretil.

-Claro, lo olvidé.- musité, un tanto confundida porque esta vez, Ino no había decidido despertarme con esos molestos golpes en la puerta, como era su costumbre.- ¿Qué desayunamos?- le pregunté, para no pensar en lo anterior.

-Lo siento, yo ya desayuné.- me miró.- Tenía mucha hambre, además tú estabas dormida y no quise despertarte.

-Oh, bueno, no te preocupes.- musité.

-Saldré por un rato, iré a comprar algunas cosas que me faltan para el viaje.- me avisó, retirándose de la cocina.

-¿Irás sola?- quise saber.

-Sí, es que tengo que hacer miles de paradas, ya sabes.- se encogió de hombros y luego entró al baño para lavarse los dientes.

-Claro.- murmuré, distraída. Sabía muy bien cuando Ino quería estar sola.

Recordé la conversación que tuvo anoche con Sai, pero ella parecía como si no fuera a decirme nada, así que traté de ser sutil para lograr que ella hablara aunque sea un poco. Oí cómo le cerré a la llave del agua y luego la vi salir del baño.

-Anoche no pude dormir.- empecé a decir.- Me costaba pegar los ojos.- bromeé, esperando a que ella hiciera un comentario parecido.

-Oh, yo creí que serías la primera en caer como piedra a la cama, siempre te cansas mucho.- dijo, buscando ahora su bolso.

-Sí, pero no logré conciliar el sueño hasta las dos de la mañana.- insistí.

-Qué mal, frente.- fue todo lo que dijo, porque el silencio hizo presencia debido a que yo ya me había dado por vencida. Ella no me contaría nada.

-¿A qué hora vendrás?- inquirí, sintiéndome pésima por la fría conversación.

Se encogió de hombros, indiferente.

-Vendré a comer, no te preocupes.- me sonrió, débilmente.- Te veo al rato.- se dirigió a la puerta y salió por ella sin decir nada más.

Me quedé allí traspuesta mirando la puerta de madera que se encontraba cerrada, preguntándome qué era lo que ocurría con Ino. Qué había hablado con Sai para que estuviera actuando de esta forma. O qué había visto ella anoche.

En definitiva, irme sería la mejor opción.

Fui a vestirme y decidí salir, necesitaba que alguien me escuchara y qué mejor que Hinata para ello. Garabateé en un papel una disculpa para Ino, no estaría para la comida, y luego lo pegué en el refrigerador y salí por la misma puerta por la que ella había salido hace media hora.

Caminé hasta el laboratorio de fotografía de los Hyuga, viéndome los pies mientras lo hacía. Sabía que estaba hiriendo a Ino, aunque ella no me dijera ni una palabra al respecto, la conocía bastante para saber que lo hacía; y eso no me lo podía permitir.

A los pocos minutos, divisé el laboratorio al otro lado de la calle, y corrí hacía él como si fuera alguna roca que me refugiara de la marea. Cuando entré y la oscuridad propia del lugar me acogió, visualicé dos figuras al fondo.

SasuSaku |Manual de lo prohibido|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora