Capítulo 11 Sam: Nada entre nosotros...

47 4 0
                                    

Mientras ella dormía a mi lado la observé, se veía como antes, como cuando iba a su habitación para evitar que las pesadillas la abordaran. Ahora mismo lucía de esa manera, solo que esta vez no sabía si las pesadillas seguían haciendo efecto en ella, pero me gustaba, estar a su lado mientras dormía plácidamente me gustaba. Pero a la vez dolía. Dolía no poder tocarla ni besarla…alargué una mano hacia ella y la acaricié suavemente en la mejilla; ella se removió un poco y siguió durmiendo tranquila. Suspiré. Aún la amaba, siempre lo iba hacer. No importaba cuantas veces peleáramos o me mintiera, siempre iba a quererla. Suena estúpido, pero es la verdad.

Eran las doce de la noche y no podía pegar ni un ojo, así que me quedé observándola hasta que despertó.  Lentamente había abierto los ojos y cuando se enfocaron en mí ella sonrió.

- Te quedaste –susurró a lo bajo. No sabía si sonreír o quedarme inexpresivo, pero involuntariamente una sonrisa se dibujó en mi cansado rostro. Su rostro se frunció y se llevó una mano a la frente- joder…tengo resaca.

- ¿Quieres una aspirina?

Asintió y me levanté para buscarle la aspirina en el baño. Llené un vaso de agua del grifo, saqué la pastilla y se la llevé; la tomó de un trago y luego resopló.

- Gracias –murmuró y luego reacomodó en mi cama. Un segundo después volvió a sentarse- debo ir al baño.

- Adelante.

Se tardó unos minutos y cuando salió estaba llorando. Me levanté rápidamente y tomé sus brazos.

- Anabel –su voz salió con un pequeño chirrido ahogado y sus manos se apretaron con fuerza a mi camisa- no puede ser…

Verla llorar me partía el alma, sabía que para este tipo de dolor no había cura ni hechizo que pudiera calmar, era un dolor que se debía enfrentar cada día en toda la vida. Pero aun así iba a intentarlo, trataría de calmar ese dolor pertinente que sentía. Sus lágrimas mojaron mi camiseta y yo la abracé más fuerte.

Sus gemidos y sollozos cesaron pero ella no se apartó de mí, y yo tampoco. No tenía intención de hacerlo. Por otro lado estaba Mike más destrozado que nunca, había perdido a su novia y entendía como era su dolor. Era casi lo mismo que yo había sufrido cuando raptaron a Natalie pero yo sabía que ella seguía viva, y no como Anabel, ella no volvería jamás. Y lo peor de todo era que la mataron frente suyo y él no pudo hacer nada para evitarlo.

Natalie se apartó suavemente y se sentó al borde de mi cama respirando entrecortadamente, secó sus lágrimas y me miró. Le sostuve la mirada en silencio.

- ¿Cómo supiste que estaba aquí? –preguntó después. Respiré hondo pues me enteré de la persona menos indicada, Chimerius, que principalmente no era una persona.

- Chimerius –logré responder con un tono de rencor en mi voz- él me dijo que estabas en mi casa borracha y destrozando todo.

Ella miró a otro lado avergonzada.

- Supongo que debo explicarte lo de Chimerius ¿verdad?

- ¿Explicarme qué?

- Porqué somos tan unidos últimamente y…-se detuvo cerrando los ojos y respirando lentamente- es extraño hasta para mí.

- ¿Por qué? –pregunté nuevamente serio. No quería enterarme de lo que habrán hecho cuando no estuve…

- Él…digamos que…siente algo por mí –terminó encogiéndose de hombros. Me lo imaginaba por la forma en que la miraba.

- ¿Desde cuándo? –indagué con la mandíbula apretada.

- En realidad no lo sé –contestó desconcertada y no habló más.

Pesadillas Reales La Eternidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora