Capítulo IX.

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 Lunes.

Bea está toqueteando a Aleix a mi lado en el comedor. En estos momentos es cuando mi conciencia me atormenta. Ayer por la noche estaba en esos mismos brazos y a mi pesar, cada vez estar en ellos me resulta más cómodo. Algo que no debería ocurrir. Él tiene novia y tal vez si seguimos con esta supuesta terapia… ¿Podría caer en las redes de un neonazi?

  —Con lo guapo que estás así —le repite Bea de nuevo a Aleix. Estoy harta de escuchar como halaga a Aleix.

  —Bueno, creo que me voy a ir antes de que termine contaminada por tanto rosa —digo mientras me levanto.

Bea no escucha mi comentario pero percibo que Aleix da un pequeño respingón. Casi se me caen los cubiertos pero consigo disimularlo.

  —¿Tanto rosa? —me pregunta Anís con una mueca. No para de toquetear la venda.

Miro disimuladamente hacia la pareja y me voy con la bandeja. Me da miedo el nuevo sentimiento que siento hacia esa pareja. No son celos, son…

  —Lina.

  —Hola, Sandra —le sonrío a mi amiga.

  —¿Te parece que hoy vaya a tu cuarto para empezar a hacer el trabajo?

  —Creo que sí. Te aviso si hay algún imprevisto.

  —Entendido.

Aprieta mi hombro con su mano y se va. Salgo de la cafetería después de ella y voy a mi cuarto a preparar las cosas para la escapada. Al final los otros no se han querido apuntar y solo vamos los que estábamos anoche en el baño. Anís les ha recriminado que son unos aburridos pero yo creo que son los más listos. Mientras lo hablábamos he pensado que no tenía nada que perder. No me pueden enviar a un sitio peor. Además, solo va a ser un día y Anís ha hablado con Gloria para que nos cubra. Parece todo perfecto, demasiado perfecto.

En el tablón del pasillo hay un cartel nuevo. Es un dibujo —bastante bien hecho— de  una chica dándole su corazón a un chico. “El dueño de mi corazón”. Recuerdo las veces que Bea se lo ha dicho a Aleix durante el desayuno. Diez veces. Diez por uno, dos por cinco. Puede que ese dicho venga de que relacionamos dos cosas importantes para nuestra existencia. Un órgano, una persona. Porque alguien prescindible sería como un ojo, o un riñón. Se puede vivir sin él pero sin un corazón no. Aun así no estoy muy de acuerdo con esta frase. Yo no haría a una persona importante “dueña” de mi corazón, sino de mi cerebro. Porque mi cerebro es quién soy. Me entregaría a mí de una forma metafórica. Le entregaría mis gustos, mis pensamientos, mis emociones, mis tonterías, mis actuaciones, mi yo. Porque un yo no se constituye por un cuerpo y órganos, se forma por una mente activa, pensamientos y sentimientos.

  —Eh, tú.

Me giro y veo a Tere al final del pasillo. Tiene una sonrisa victoriosa en su rostro y sus manos forman puños a los lados de su cuerpo.

  —¿Me llamas a mí? —pregunto sin mostrar alguna emoción.

  —No, a la chica que tienes detrás.

Voy a darme la vuelta pero unas manos agarran mis brazos y los colocan a la espalda. Intento liberarme pero sus dedos encarcelan férreamente mis muñecas. Me hace daño. Cuando miro a mi carcelera sus ojos están clavados en mí. Sabe cómo va a terminar todo esto, cosa que yo desconozco y que estoy empezando a temer.

  —¿Qué quieres? —exijo mientras forcejeo con Irene.

  —Estabas sola y te debo una por lo del otro día —explica con un leve movimiento de manos.

Tere ya está en frente a mí. Su sonrisa se ha agrandado y sus ojos están bien abiertos como si esperara alguna actuación por mi parte pero me es imposible hacer algo. Irene es demasiado fuerte para mí y sé que no podré escapar de sus garras.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora