Capítulo XXVIII.

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Algo se pega en mi parpado derecho. Está caliente y húmedo lo que hace que reclame en un pequeño gemido. Quería quejarme pero he parecido más desesperada de lo que pensaba. Creo que me quedé dormida a la mitad de la película, poco después de que Aleix me convenciera para tumbarnos en el sofá, me parecía que era un poco de mala educación pero él insistió y no me resistí.

Sus labios vuelven a posarse en mi piel, esta vez en mi mejilla. No sé si pretende despertarme o cuáles serán sus intenciones pero abro un ojo y le miro. Todo está sumido en la oscuridad pero puedo ver su sonrisa y sus ojos. Tan hermosos como siempre.

-Buenas noche, Méndez -susurra en mi oído.

Miro a nuestro alrededor y veo que estamos solos. Me he perdido toda la película, sin embargo no me arrepiento. No me agradan ese género de películas.

-Perdón -susurro y me remuevo hasta quedarnos cara a cara.

-¿Por qué? -susurra y me acaricia la mejilla.

-Por haberme quedado dormida pero...

-Eh, no pasa nada. Ha sido un día duro.

Es verdad que ha sido un día duro. La mañana ha empezado en el bastante mal, no era agradable verle junto a Elsa y después la discusión de Gabriel que por suerte no me ha causado ningún daño. La tarde había igualado la balanza. La cena había sido genial, su familia era genial. Me alegra haber venido. De repente un artículo de un periódico se cuela en el río de pensamientos, miro a Laiex y espero que no se note mi desasosiego.

Sus cejas se juntan y su pulgar acaricia mi labio inferior. Lo hace tan despacio que me deja sin respiración. Parece pensar en algo muy intrigante mientras su dedo comienza a dibujar mi mandíbula hasta mi oreja.

-¿Qué pasó con Gabriel? -susurra cuando, poco a poco, sus delicados dedos se cuelan por mi cabello.

-Aleix, no quiero hablar de eso -le pido.

No quiero joder la noche, estoy demasiado cómoda para rememorar sus ojos taladrándome con una gran broca de miedo y sus absurdas pero asustadizas palabras. Tiene miedo, me recuerdo, tiene miedo de sí mismo.

-Por favor. Quiero saber por qué le voy a partir la cara.

Mi cuerpo se tensa y le cojo de la mano como si estuviese deteniendo un golpe. Aleix me mira a los ojos y tira de mí separándome del borde del sofá. Aleix está un poco tenso pero cuando abrazo su cuello para estar más cerca de él noto como sus rasgos se suavizan. Es demasiado sobreprotector.

-No le pegues, por favor. No quiero que vuestra relación se vaya a la mierda por mí -le suplico.

-¿En serio crees que voy a dejar que se vaya de rositas? -dice enfadado.

-No, no... -digo en susurros-. No quiero hablar del tema, ha sido una tarde maravillosa.

Su rostro se transforma y una sonrisa aparece. Ahora está aliviado, como si hubiera temido algo durante todo el día. Me doy unas palmaditas mentales en la espalda y agradezco la bipolaridad instantánea de este chico.

-¿En serio lo piensas? -dice esperanzado.

-Pues claro.

Aleix se mueve y queda casi encima de mí. Su mano se desliza bajo la camisa y acaricia un poco mi piel haciendo que todo el vello de mi cuerpo se erice. Sus ojos color miel están clavados en mis labios, parece que los desea, sé que los desea. Me muerdo el labio inferior para provocarlo un poco y Aleix se ríe en bajito, se me había olvidado que estamos en la casa de sus padres.

-¿Te parece que vayamos a la cama?

-Estoy cómoda -susurro.

-Claro que sí, soy yo el que estoy aplastado contra el respaldo del sofá -me reprocha en el oído.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora