Capítulo LI.

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Martes.

La luz que se cuela por mi cuarto es molesta, aún peor es el cuerpo que me abraza por detrás, expulsa demasiado calor para mi gusto. Me remuevo y siento algo entre las tetas, algo de plástico, plano... un móvil. Sí, puede ser mi móvil. Meto la mano y saco el teléfono para mirar la hora que es. Son las seis de la mañana y hay una foto extraña en el fondo de la pantalla... Mis ojos escrutan la foto hasta darme cuenta de que no es mi móvil, si no que es el de Aleix que apareció ayer misteriosamente en mi cama después de discutir con él. Aleix había estado en mi habitación sin que yo estuviera, sin decirme o avisarme. Natalia se pasó todo el día en la habitación de Javi. ¿Por qué vino, entonces? ¿Por qué no me lo dice? Aprieto mis dedos alrededor del móvil y me giro para salir de la cama.

—¿Gabriel? —le pregunto cuando le veo a mi lado.

Su boca hace una mueca pero no llega a despertarse. Debe de estar en un profundo sueño, por lo que no lo despierto y lo salto para salir de la cama. El suelo está frío y la oscuridad de la habitación es más opaca que de costumbre. Bajo esa cortina negra me visto y salgo de la habitación en busca de respuestas. Busco por todos los lados pero no encuentro a Natalia por ningún lado. Justo cuando voy a rendirme vislumbro algo al final del pasillo. Cambio de dirección y me dirijo hacia él a paso rápido. Me cuesta alcanzarle porque a medio camino él gira la esquina y se aleja, pero cuando le agarro del brazo agradezco haberle cogido antes de llegar al pasillo de los chicos.

Aleix tiene ojeras y las manos vendadas. Cojo una de ellas con delicadeza y acaricio sus nudillos recordando vagamente lo ocurrido ayer por la noche. Ninguno dice nada mientras lo hago aunque noto a Aleix algo contenido, como si quisiera darme un guantazo y tuviera que encadenarse la mano para no hacerlo.

—¿Qué te ha pasado? —le digo cuando tira de su mano.

—No fue nada.

—Aleix fue algo, si no Natalia no me hubiera llamado tan urgentemente.

—Le pedí que no te dijera nada, pero ya sabes lo cabezota que es —susurra y mira detrás de mí.

—Lo sé.

No sé por qué, pero en ese momento me giro y comienzo a caminar hacia mi habitación. Aleix no me detiene y por una parte agradezco que lo haga. Parece que la discusión de ayer sigue latente entre nosotros. Vuelvo a meter la cabeza en el agua. Mi habitación está vacía cuando llego. Me meto en el baño directamente y me doy cuenta de que no le he devuelto el móvil cuando éste empieza a sonar de nuevo. Es Aura. Me siento contra la pared y espero pacientemente a que la llamada se corte. La peor tortura es no atreverme a descolgar el teléfono por el temor a sus palabras. Sé que Aleix no me ha puesto los cuernos, lo sé, pero en mi interior una sombra aparece cada vez que Aura le llama. La llamada se corta y por fin me ducho.

El profesor agita la tiza delante de nosotros como si fuera una gran vara dispuesta a caer en los pupitres de los más soñolientos. Es un hombre mayor con cara de acordeón y bonitos movimientos de muñeca. Siempre dice que el dibujo es su mayor hobby, otros dicen que se metió aquí porque nadie quería comprar sus dibujos. Al margen de su carrera artística fallida, él parece un hombre feliz. Sonríe cada poco mirando por la ventana, buscando un objetivo para plasmar en el próximo recreo. No le afectan ni las discusiones ni las navajas y, por lo que he podido ver, los alumnos le tienen un extraño respeto que nunca entenderé. Es la clase de de profesor que tiene una diana puesta en la cara para todo tipo de burlas y conflictos.

—Acordaros de hacer los deberes —dice el profesor cuando toca el timbre.

Todos los alumnos se levantan sin armar revuelo y se marchan en filas indias hasta que la clase se queda vacía. Nos quedamos solos. El señor España me mira y después mira el paisaje mientras saca su blog de dibujo y sus pinturas.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora