Capítulo I.

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Domingo.

Un nuevo comienzo. Así es como llama mi madre a esta nueva etapa. Una nueva etapa llena de nuevas experiencias, personas, lugares, libros que engullir pero para ella lo más importante es pintar de nuevo sobre el dibujo feo, cubrir los desgastes de la mesa con un mantel. Según ella es una nueva fase de mi adolescencia que dejará en segundo lugar cosas ocurridas en la anterior. Chica buena que comete un error que quedará en su ficha policial durante toda su vida. En verdad yo no lo llamaría error, ¿por qué llamar error a algo que has hecho por deseo? Me lo ha preguntado un millón de veces, "¿Por qué lo hiciste?" a lo que siempre le respondo "Porque quise". Sonará egoísta, también un poco arrogante pero fue así. Lo vi y lo quise. ¿Por qué privar al ser humano de algo que quiere por no tener veinte míseros euros? O sea, un billete de veinte, dos billetes de diez, cuatro billetes de cinco, diez monedas de dos euros, veinte monedas de un euro... Puede que para mi madre fuera un error pero mientras tuve el frasco en mis manos fui la chica más feliz y con más adrenalina en el cuerpo del mundo.

El cuarto no está del todo mal. Dos camas individuales separadas por dos mesillas de noche donde se sitúan dos lámparas que intentan imitar la naturalidad de un árbol. Los armarios son de gran tamaño, algo demasiado exagerado para mi gusto. Todo es de colores vivos como si intentaran que olvidaras en qué lugar te encuentras. ¿Un internado? No es tan malo. Hay algunos cuadros colgados de las paredes, uno me llama bastante la atención. Es una puesta de sol pintada en lo que parece ser acrílico, el autor solo ha utilizado colores cálidos como el rojo, amarrillo, rosa, naranja... no es muy realista, lo único que puede apreciarse son los reflejos en el agua y la arena de la playa tropical poblada con palmeras y grandes matorrales. Me recuerda a los paseos por la playa con mis padres.

Lo único que se ve desde las dos ventanas empotradas en la pared son las calles que rodean el edificio. No es un mal barrio de Madrid, por aquí deben de vivir la mayoría de la clase media-alta de la ciudad. Todos los edificios son nuevos excepto uno que vi al doblar la esquina antes de llegar, diría que es un edificio muy antiguo y no habitable. Sus paredes negruzcas habían sido abatidas por un gran incendio hace unos meses, según me dijo el taxista. También me comentó con un poco de tristeza que un niño había fallecido calcinado por las llamas. Mientras seguía hablando llegué a sentir empatía por aquel niño. Me lo imaginé a él en su cuarto, aterrorizado y sofocado por las llamas que llegaban a su cama, ahogado por el humo y pensé en el sufrimiento y la agonía que se debe de sentir al morir bajo las llamas.

Dejo la maleta al lado de mi cama y me siento en esta. Veo dos escritorios que quedaban ocultos tras la pared, no son muy grandes y son de madera clara. Dirijo mis ojos hacia la otra cama y me pregunto si alguien dormirá conmigo. En la mesita hay pulseras con brillantes, un pinta uñas y unos pendientes. Son demasiados caros por lo que puedo observar desde mi cama, juro todos los adornos son de oro. La maleta llama mi atención y decido perder un poco el tiempo colocando mi ropa.

La puerta es golpeada poco después de haber conseguido colocar todos los pantalones en el armario. La camiseta que estoy a punto de doblar queda tirada en el suelo y me acerco a la puerta, ¿quién será?

-Hola -saludo al chico que tengo delante.

-Hey -me mira durante unos segundos-, ¿has visto a Natalia?

Miro detrás de mí como si ella pudiera estar escondida por alguna parte y vuelvo la cabeza hacia él. Sus ojos azules están clavados en mi rostro.

-No.

-¿Sabes dónde puede estar? -Niego con la cabeza- ¿Al menos la conoces?

-No.

Sin previo aviso una sonrisa se extiende pos su rostro y pasa una mano por su pelo. Me fijo en él y sonrío interiormente. Su pelo corto está teñido del mismo color que sus ojos, azul cielo. Sus ojos son grandísimos al igual que su boca pero, aun así, tiene algo de atractivo.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora