Capítulo XXIII.

1.3K 71 4
                                    

Miles de veces me he hecho esa misma pregunta. El cliché de los libros siempre ha hecho que  me ilusione, siempre he pensado en el chico que piense que soy diferente, que tras tantas paranoias vea que soy una persona con ideas que no van contra los chicos. Pienso en el príncipe azul. Ese príncipe guapo, perfecto, que te comprende y sé que eso es imposible. Tanto la igualdad como la diferencia son detonantes, lo perfecto en un estado medio y la comprensión y la paciencia. Ni siquiera ellos parecían currarse la conquista, era todo tan ficticio. Te preparan desde pequeños para intentar encontrar el amor verdadero. Luego se escandalizan cuando alguien se corta las venas por su príncipe.

  —Tienes razón, no lo pienso —susurro.

  —¿Entonces? —dice alzando los brazos—. Sé que te voy a hacer esperar pero yo también voy a tener que hacerlo, yo también tengo que estar seguro de que te gusto y de que si ahora mismo te pidiera salir me dirías que sí sin pensártelo dos veces.

  —Sí y sí —susurro.

  —¿Sí y sí? —me mira extrañado y lame sus labios, inquieto.

  —Que sí, que te diría que sí y esa es mi respuesta, sí.

Suelta una pequeña risa mientras niega con la cabeza y me estrecha en sus brazos. Hundo mi cara en su pecho y dejo que me consuele su calor y su olor.

  —Eres tan testaruda y tan confusa... Aún me pregunto qué coño me  atrae de ti.

  —¿Mi belleza heredada de mi madre?

Su risa me acaricia.

  —¿Nunca me vas a perdonar por eso?

  —Nunca.

Las cajas de alcohol se acumulan en el pabellón. Ron, whisky, ginebra. Puedo llegar a emborracharme de ver tantas y tantas botellas. Los altavoces están preparados y el DJ aficionado está repasando los discos y haciendo pruebas de sonido. Comienzo a colocar las botellas en la mesa de manera ordenada. El equipo de organización ya está terminando.

He notado a Gabriel nervioso. Se ha puesto más sexy de lo normal, una camisa negra y unos pantalones ceñidos del mismo color. Sus ojos se ven increíbles, su ropa y su rostro los ensalzan. Se ha peinado como cuatro veces, se mira todo el rato en los reflejos y no paro de preguntarme a quién espera, ¿quién habrá cautivado al tranquilo de Gabriel?

  —¿Qué vas a tomar? —me pregunta un sonriente Aleix tras la mesa.

  —No creo que beba, no quiero que ocurran cosas.

Aleix se ríe y comienza a observar las botellas. Están colocadas ordenadamente y los nombres miran hacia él para que el consumidor pueda elegir a su gusto. Los vasos también están colocados bocabajo, tanto los de tubo, como los grandes o los de chupito. Todo está listo.

  —Sabes que no te dejaría hacer nada de lo que pudieses arrepentirte —me susurra cuando apoya sus manos en la mesa.

  —Puede que no pero tal vez te aproveches de la situación —provoco mientras cojo una botella.

  —¿No confías en mí? —No le miro pero una sonrisa se estira en mi boca—. La diferencia es que yo te haría cosas que te volverían loca.

Después de unos pasos se encuentra a mi espalda y me quita la botella. Sus ojos me observan con detenimiento, la botella de tequila sigue en su mano cuando habla:

  —Tú, yo y esta botella. —Su voz es baja, para que nadie pueda escuchar nuestros oscuros planes.

—No, van a venir mis primos y tengo que estar un poco con ellos.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora