Capítulo XXXII.

1.2K 64 1
                                    

Hoola, mis queridos lectores. Sé que nos es habitual que suba un capítulo un domingo y menos habiendo subido ya un capítulo esta semana, pero quería celebrar que hemos llegado a los 200Likes y a mí me gusta eso ;)

Chiste malo, sí.

Decir que espero que sigáis leyendo mi historia y que os siga gustando.

Muchas graciaas. (COMENTAD, VOTAD, PLEASE)


Viernes.


La cruz se expone en la puerta como signo de poderío. Este edificio es suyo. Las decoraciones góticas no pasan desapercibido y la gran puerta doble de madera está abierta a todos los públicos. Nunca me han gustado este tipo de sitios, tal vez porque yo no comparta su mismo pensamiento o tal vez porque me siento como pez fuera del agua si me quedo más de cinco minutos. Les tengo un respeto a las iglesias, no respeto por miedo, por intimidación, respeto porque la gente puede pensar en lo que quiera. Como si es Jesús, Alá, Buda u otra imagen divina —aunque Buda no lo sea en concreto—. Es un respeto de ideologías. En el interior hay pinturas, muchas pinturas. Todas observándote con sus ojos críticos, todas esperando a que te confieses para escuchar como cotillas para poder después mofarse de ti a las espaldas. Y allí, detrás del altar, se alza en su famosa cruz. ¿Por qué representarle así? Su cara de agonía, la sangre pintada recorriendo su delgado cuerpo. ¿Quiere decir que siempre hay que sufrir para que ocurra el milagro?

  —¿Atea? —susurra Aleix a mi lado.

  —Si quieres decirlo así.

No sabía que en el internado, al final de un inmenso pasillo hubiera un pequeño salón donde la gente podía alabar a Dios pero ¿y los musulmanes? ¿Dónde van ellos a rezar? ¿Y dónde está la pequeña sinagoga para los judíos?

  —Tranquila, solo estaremos un rato —susurra y cierra los ojos.

Dejo que termine lo que esté haciendo aunque no aparto la mirada de él. ¿Sé está confesando? ¿Habrá confesado delante de un cuera cualquiera de sus delitos? Me imagino a Aleix con las manos manchadas tras la espalda recibiendo una hostia en medio de misa.

  —¿Qué pasa? —susurra y abre un ojo para mirarme.

  —¿Crees en Dios?

Aleix me mira durante unos segundos. No espero que me responda, tal vez no he debido de hacer esa pregunta en este momento, hay bastante gente rezando a mi alrededor.

El olor a libro viejo y a barniz, los bancos parecen recién pintados y hay algunas biblias de diferentes editoriales en una estantería al lado de la puerta. Nadie ha mirado para ellas desde que estoy aquí. Simplemente se sientan, miran un poco el altar, cierran los ojos y comienzan a vocalizar cosas que no escucho. Después de repetir este ritual varias veces se van. Algunos traen los rosarios, otros lo hacen a pelo.

  —Creo en algo —contesta sin más.

  —¿En un Dios que nos observa y nos controla? —vuelvo a insistir.

  —Algo así.

Suspiro y veo como un chico de tez negra —Aleix lo ha mirado de reojo cuando hemos entrado— sostiene un rosario en sus manos, no para de darle vueltas entre los dedos. Parece ansioso, como si no estuviese libre de pecado. Pecados, ¿quién no se ha dejado tentar alguna vez por los deseos más ocultos?

  —¿Me vas a criticar por ello? —dice con una sonrisa burlona.

  —No, es tu decisión. —Aleix suspira—. No voy a juzgarte y querría recibir eso mismo por tu parte.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora