Capítulo XIII.

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La habitación está en silencio cuando entro. Anís sigue con la almohada entre las piernas y mira a la pared como si no la mirase. Gabriel está a su lado acariciando su hombro para tranquilizarla. Escucho unos pasos en el pasillo y en silencio me siento en una de las sillas. Manu y Aleix llegan a la habitación y yo evito mirar a este último. No sé que siento en estos momentos por él y eso me pone los nervios de punta. Manu saca unos billetes delante de nosotros. Cuatro de veinte, uno de cincuenta y dos de diez, en total ciento cincuenta euros. Se los tiende  a Anís con una gran sonrisa pero ella se mantiene un poco vacilante.

  —¿De qué sirve esto? Seguiré debiendo a alguien —dice Anís.

  —Gabriel y yo ya nos hemos encargado de eso —Aleix no abandona su seria pose.

  —Gracias —dice Anís y lo coge.

El dinero nos condiciona de muchas formas. Es la reja creada por nosotros mismos que nos impide salir o hacer que queramos. No sé por qué lo odio tanto, es decir, convivo con él, lo utiliza pero solo lo hago por obligación. Creo que reprimí durante unos años mi repugnancia hacia él y después apareció ese tarro ante mí.

  —Bueno, Manu. Ya nos veremos —sonríe Gabriel y le tiende la mano.

Gracias a las conversaciones con Natalia he sabido que tanto Aleix como Gabriel y Manu pertenecen a la misma banda. No he llegado a fijarme pero los tres deben de tener el mismo tatuaje al final de la espalda.

  —Sí pero primero —Manu se vuelve hacia mí— Necesito un favor.

  —Ya hemos hablado del favor para devolverte el dinero —se interpone Aleix entre él y yo.

Frunzo el ceño al ver que Manu me mira con interés, como si esperara alguna reacción por mi parte. Decido no pelear en esta guerra y me quedo parada sin hacer nada detrás de Aleix. El olor de su colonia me llega hasta las fosas nasales, no me puedo creer que huela tan bien.

  —Esto no tiene que ver con eso. No es una obligación o una amenaza, es una petición con elección —contesta Manu.

Manu hace un gesto con la mano y Aleix se aparta. Parece que Manu es un gran cargo en la banda y la verdad es que no me extraña. Aunque su sonrisa sea dulce impone bastante con sus ojos azules oscuros.

Me mira y hace un gesto con la cabeza para que salgamos.

Él mismo lo ha dicho, es una elección. Además, tengo curiosidad.

  —¿Qué quieres? —le pregunto cuando estamos en el pasillo. Noto una ligera corriente y miro a mi alrededor con disimulo y veo que una de las ventanas está abierta. ¿A quién se le ocurre dejar una ventana abierta en pleno invierno?

  —Bueno, tengo que pedirte un favor pero según me han contado los chicos no te va a hacer mucha gracia —su tono ha cambiado, ahora es más autoritario.

 —Dime y ya juzgaré yo —contesto con el mismo tono de voz.

Sus hombros se relajan y termina por apoyarse en la pared. La manga del jersey se le sube un poco y puedo ver el final de un tatuaje en la muñeca. Manu se da cuenta y vuelve a bajarse la manga con disimulo. Trago saliva y vuelvo a mirarle a los ojos.

  —Bien, tengo un trabajo para Aleix —dice más tranquilo.

  —¿Dónde entro yo en esto? —contesto y cambio el peso de mi cuerpo a mi otra pierna.

  —Quiero que le acompañes.

Mi boca se abre pero se vuelve a cerrar al darse cuenta de lo tonto que sería discutir con él. No entiendo por qué me ha elegido a mí, ni siquiera soy de su banda.

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