Capítulo XIX.

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La lluvia nos pilla de camino de vuelta. Andamos a paso rápido mientras traspasamos la cortina de agua. La humedad me relaja, el sonido de los impactos de las gotas me relajan, la sonrisa de mi madre me relaja. Entramos a la carrera en la residencia y empapamos todo el suelo. Guillermo nos mira mal pero le doy una sonrisa igualmente.

  —Creo que debo irme —dice mi madre mientras mira el reloj.

  —Claro —le sonrío.

Por el rabillo del ojo veo como Aleix y Natalia entran en la sala. Intento no separar los ojos de mi madre mientras me dice que se lo ha pasado de maravilla y que le ha gustado mucho que me abriese a ella.

Aleix y Natalia se acercan curiosos.

  —Hola, Méndez —me saluda y después mira a mi madre—. Hola, señorita.

Mi madre sonríe ampliamente. Es de esas mujeres que a su edad piensan que no son tan viejas como para encajar la palabra “señora”. Aleix le devuelve una sonrisa galante y muy bonita mientras se acerca a mí disimuladamente.

  —Buenas noches, chicos —dice mi madre cansada. Vuelve a mirar el reloj impaciente, como si tuviera que marcharse ya.

  —¿Es la madre de Lina? —pregunta Natalia.

  —Oh, sí. Esas mejillas rojas son mías —dice y me mira orgullosa.

Sonrío y me encojo de hombros. Siempre dice lo mismo y al decir verdad no solo he sacado sus mejillas. Su figura esbelta y sus largas piernas también las heredé.

  —Ya veo de donde ha sacado tanta belleza —interviene Aleix. Este comentario hace que mi corazón se acelere.

  —Jovencito, puede que con veinte años menos —dice mi madre con picardía.

Aleix se ríe y yo miro extrañada a mi madre. ¿Desde cuándo hace ella esas bromas? La sorpresa ha hecho que el tono rojizo de mis mejillas se extienda por toda mi cara.

  —Yo también lo lamento. Ya estoy ocupado —dice Aleix y me guiña el ojo disimuladamente aunque mi madre pilla el gesto al instante.

Mi incomodidad aumentaba con cada una de sus palabras. Evito mirarle y el suelo adquiere un nuevo interés. Es como si la señora que tengo a mi lado la conociera de toda la vida pero no. Está cambiada, ha perdido toda su corrección.

  —Espero que te vaya bien con esa persona —le desea con un tono amable.

  —Yo también.

Mi madre se va después de besuquearme y decir que me volverá a visitarme. Natalia se excusa cuando se cierra la puerta y se larga por lo que nos quedamos solos. Aleix se gira para quedar en frente de mí.

  —¿Qué ya sabes de donde saqué tanta belleza? —le pregunto indignada y me quito la gabardina. Está empapada y gotea todo el suelo.

  —Tendré que caerle bien a mi suegra, ¿no? —dice divertido.

  —¿Tu suegra? Aleix, la última vez que nos vimos estabas enfadado conmigo.

  —Y sigo enfadado pero por una simple regañina no voy a mostrarme huraño con tu madre.

Su comentario parece bastante razonable pero me niego a ceder. No pudo creer que se muestre tan agradable después de echármela bronca como si fuera una niña de tres años.

  —Parecía que me ibas a comer —le reprocho.

  —Yo siempre te quiero comer, pero no de esa forma —me dice sin modificar de alguna forma su sonrisa amable.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora