Capítulo V.

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Estamos cara a cara y abro la mano con la palma hacia arriba esperando que me devuelva mis llaves. Sus ojos color miel están clavados en mí, esos ojos que son… bonitos, sí, eso también lo había pensado antes, mientras me aplastaba contra el suelo.

  —Las llaves —le reclamo.

  —Dime como salir de aquí.

  —Aleix.

  —Lina, por favor —me suplica.

Me muerdo el labio y miro por el pasillo, no hay nadie. Podría decírselo, ¿qué más da? Pero él es un neonazi. Un neonazi. Tampoco es tan malo, ¿no? Me abofeteo mentalmente, ¿cómo que no está mal? Está peor. Aunque Aleix haya mantenido una actitud amable conmigo no dice nada de que los nazis sean buenos.

  —No voy a ir ahora a enseñártelo —digo cansada—. Estoy agotada, quiero irme a la cama.

Una nueva sonrisa se forma en su rostro y mira las llaves. Su rostro se trasforma en una mueca picaresca, como la de un niño cuando ya tiene planeada la estrategia.

  —Igual que tú cambiaste esa información por silencio, yo te la cambio por tu cama.

  —Joder, Aleix. Pregúntaselo a tu amigo y a mí déjame en paz.

Se encoje de hombros y se mete las llaves al bolsillo. Le sigo por todo el pasillo por donde solo se oyen mis gritos y mis reclamaciones. Llegamos al pasillo de los chicos y por fin se da la vuelta. Estamos en frente de la habitación 204. Evito no desviar mi atención hacia el número. Doscientos cuatro por uno, ciento dos por dos…

  —Aleix —vuelvo a gritarle.

  —Eh, ya. Mira que eres pesada —se queja.

  —Mis llaves.

Pone los ojos en blanco y abre la puerta. En un rápido movimiento consigo cerrarle el paso, por lo que él se choca conmigo y tengo que agarrarme al marco de la puerta para no caerme. Levanto la mirada donde espero que haya una expresión de confusión pero en vez de eso veo diversión en sus ojos.

  —Tienes agallas —se burla.

  —Mis llaves. Me molesta que toquen mis cosas.

  —Bueno saberlo.

Sus brazos me rodean y tira de mí hacia dentro. Grito y escucho como se cierra la puerta. Me remuevo e intento salir de sus brazos. Me pongo nerviosa, mi espacio vital está siendo invadido por Aleix.

  —Aleix, joder. Déjame.

  —Te jodes.

Me empuja y caigo en un colchón. Le miro y Aleix sigue sonriendo. Una maldita sonrisa.

  —Solo quiero mis llaves —digo en un tono más asustadizo.

Aleix deja de sonreír y se sienta a mi lado. Sus dedos comienzan a jugar con mis llaves nerviosamente y su postura ya no es amenazante, parece un chico normal con las mismas preocupaciones de un estudiante de bachillerato. Hay un pequeño silencio, es tan abstracto, tan irreal que no me atrevo a romperlo

  —¿Te dijo algo? —me pregunta sin mirarme.

Frunzo el ceño y me siento a su lado.

  —¿Manu? —Asiente—. No me dijo nada en particular.

  —¿Segura? Te conozco desde hace menos de cuarenta y ocho horas y ya sé si mientes.

  —¿Quién te dice que miento?

Apoya su mano tras de mí y se acerca. Me quedo estática en mi sitio y observo detenidamente —aunque intento ser disimulada— como se lame los labios.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora