Meet You Again | AU Medieval | [Izuku Midoriya × Lectora]

Capítulo 13 | El día que te dije adiós

El martilleo de tu corazón te hacía querer huir, como si con correr lejos de él fueras a conseguir que tu corazón dejara de latir tan rápido como si sufrieras de arritmia, contrario a todo lo que querías hacer, tu cuerpo se quedó ahí, estático frente a él sin ser capaz de romper ese contacto visual que habían tenido a penas caíste en sus brazos para el siguiente baile.

Su agarre era delicado, pero fuerte a la vez, su mano sobre tu cintura era una caricia suave sobre la tela de tu vestido, y aunque esa fina capa de tela impedía un contacto directo, fuiste consciente de la reacción de tu cuerpo ante aquel mísero toque que te estaba dando. Tu mano derecha sintió las cicatrices en su mano, y aunque sabías que estaba mal, tu pulgar las acarició y delineó de forma disimulada, preguntándote las historias detrás de cada una de ellas.

Ser consciente de que estabas enamorada era mucho peor que no saberlo, porque darte cuenta de tus propios sentimientos era como quitarte una venda de los ojos que te hacía ser consciente de cada sensación que recorría tu cuerpo estando alrededor de él, y no ser capaz de controlar nada de eso era frustrante, sobre todo sabiendo que jamás podrías estar a su lado... No de la manera en que te gustaría, al menos.

Izuku no estaba muy diferente a ti, su corazón seguía bombeando la sangre dentro de su cuerpo, sus pulmones seguían inhalando oxígeno, todo su organismo estaba en perfecto estado, pero durante un mísero segundo, Izuku sintió que estaba muriendo entre tus brazos y que el amor que sentía por ti se estaba desbordando como granos de arena en la playa entre sus dedos, nunca fue bueno ocultando sus sentimientos o emociones y debido a eso las personas solían decirle que verlo era como tener un libro abierto enfrente, fue por eso que en ese momento que sostuvo tu cuerpo contra el suyo, él temió que alguien fuese a darse cuenta del amor que llevaba ocultando un tiempo, y que hasta hace unos días, había tenido el coraje de aceptar.

Su pecho se elevaba con irregularidad, trataba de controlar su respiración para que volviera a la normalidad, pero era imposible teniéndote tan cerca de su anatomía, inconscientemente, su mano izquierda que ocupaba lugar en tu cintura, viajó un poco hacia atrás, colocándose cerca de tu espalda baja y acortando un poco más la distancia entre ambos, como si esos centímetros que lo separaban de ti fuera el mismo infierno que se burlaba en su rostro por no permitirle ir más allá.