Capítulo 2

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-Amelia Ledesma, me puedes explicar ¿por qué un campamento y no una visita a un museo?
Sería más fácil ¿no crees?- preguntaba la rubia sin dejar de caminar y sin pretensión alguna de soltar a la chica que le había devuelto la energía a su cuerpo con tan sólo tomarla de la mano.

-Luisita Gómez, dudo que tan sólo con la visita a un museo hubieran dado tan fácil los créditos extra para aprobar una materia- se defendió Amelia ante el reclamo de la rubia.

-Vale, vale, lo acepto Amelia, creo que debí ponerme al corriente y estudiar lo suficiente para no estar en esta situación.

-Pffff, vaya Luisita le diste al clavo - Amelia se rodeó con ambos brazos el abdomen para contener un poco la risa que le provocó la confesión de la rubia. Era cierto que nadie más que sólo Luisita era la que se había metido en aquel lío.

-¡Oyeeeee! Que ya lo he aceptado, deja de reírte, además me has soltado la mano, así no seguiré caminando, te lo advierto -Luisita se detuvo de golpe.

-¡Madre mía! ¿Tú te atreves a advertirme algo a mi? ¡Eres imposible Luisita!- Amelia seguía riéndose de las ocurrencias de la rubia y sin pensárselo dos veces volvió a tomarla de la mano, se sentía tan bien tenerla así. Amelia era una persona de carácter fuerte y difícilmente alguien lograba que diera su brazo a torcer tan fácil, pero Luisita lo estaba logrando.

-Vale, sigamos Luisita que la noche no tarda en caer y no podremos seguir así entre la oscuridad- la morena ánimo a la rubia  para que avanzara un poco más de prisa.

-Vamos Amelia, por favor descansemos un poco, de verdad ya no puedo seguir, sólo unos minutos- suplicó la rubia, deteniéndose y sacando de su mochila la botella de agua para refrescarse.

-Luisita...

Poco a poco la noche las alcanzó, el sol comenzó a ocultarse y con el se fue la luz del día, Amelia sabía que de noche no podrían continuar, así que ya se había mentalizado en pasar la primera noche fuera del campamento. Aún no se lo había dicho a Luisita porque no tenía idea de cómo iba a reaccionar o mejor dicho, si sabía cuál sería su reacción por eso prefirió ocultarlo por un poco más de tiempo.

Amelia observó minuciosamente  el lugar donde se encontraban, buscaba un sitio adecuado para armar la casa de campaña y pasar la noche. Luisita al darse cuenta que la morena enfocaba su mirada en el lugar como buscando algo comenzó a hacer tantas preguntas que la chica de los rizos no supo si contestarle o tirarse al suelo para reír de las ocurrencias de Luisita.

-Amelia ¿Qué buscas? ¿Hay alguien? ¿Algún animal salvaje? ¿Un oso? Sí, eso es, ¡un osooooo! Amelia ¡salgamos de aquí!- Luisita se aferró al brazo de Amelia con fuerza, su rostro reflejaba miedo, quería salir huyendo de aquel sitio.

-Luisita, tranquila, no es un oso- trató de ocultar una risita-no pasa nada, sólo estoy buscando un lugar donde podamos pasar la noche. Pronto va a anochecer y no podemos seguir caminando así en medio del bosque, además estás ya muy cansada ¿no? - Amelia trató de calmar a la chica y así difuminar todo lo que se había construido en su imaginación aunque de inmediato pudo percibir el miedo de la rubia cuando sintió la fuerza con la que le sujetaba el brazo.

-¡Amelia, quiero salir de aquí!- exclamó la rubia con el rostro desencajado por el temor  que sentía.

Amelia dio media vuelta y se encontró una mirada invadida por el pánico, la expresión de Luisita la enterneció tanto que de inmediato sintió la necesidad de  abrazarla y protegerla.

-De verdad Luisita, no pasa nada, no corremos ningún peligro- decía Amelia mientras sus brazos rodeaban su cintura y sus manos le daban suaves masajes en la espalda tratando de calmarla.

Las dos chicas sintieron tanta tranquilidad en aquel abrazo que Luisita alejó el miedo, deslizó los brazos sobre los hombros de Amelia para abrazarla,  recargó su mejilla en el hombro de la morena y no pudo contener más el llanto que se había obligado a ocultar durante todo el día.

-Luisita ¿Qué pasa? -preguntó Amelia desconcertada por las lágrimas que sentía caer sobre su hombro. Trató de encontrarse con los ojos miel de Luisita pero está la apretó con más fuerza para que no se separara de ella. La morena comprendió que Luisita estaba de alguna manera liberando la frustración que había experimentado durante el día, suavemente deslizó una de sus manos sobre el cabello rubio de Luisita y le dejó un beso en la frente.

-¡Anda Luisita! Armemos la casa de campaña o ¿quieres que nos coma un oso? - dijo Amelia tratando de hacer reír a la rubia.

-Qué dices Amelia, démonos prisa, armemos esa casa de campaña ahora mismo que de ninguna manera quiero ser devorada por un oso- Luisita estaba ya más tranquila, secó las lágrimas que aún corrían por sus mejillas con el dorso de la mano y le regaló una sonrisa de complicidad a la joven de los rizos.

Las dos chicas se concentraron en montar la casa de campaña, Amelia tenía más experiencia, así que Luisita sólo se dedicó a seguir sus órdenes.

-Listo Luisita, tenemos un lugar seguro para pasar la noche- exclamó Amelia satisfecha de su trabajo.

-Pfffff Amelia, recuérdame que si vuelvo a ir a un campamento tiene que ser contigo- Amelia se sonrojó por las palabras de Luisita.

-Que va Luisita, no soy tan buena.

-¿Pero qué dices? Mira lo bien que ha quedado la tienda y créeme no ha sido por mí, si yo la hubiera armado seguramente ya estaría en el suelo.

-En realidad Luisita no puedes darte cuenta porque ya oscureció pero puede ser que mientras estemos durmiendo se desarme y caiga sobre nosotras - dijo Amelia con una enorme sonrisa en el rostro.

Las ramas de los árboles comenzaron a agitarse por la fuerza del viento que las rozaba, las hojas secas fueron cayendo hasta formar una hermosa alfombra color café sobre el bosque, la temperatura del lugar empezó a bajar repentinamente, Luisita se frotó los brazos para generar un poco de calor en su cuerpo y trató de sujetar con sus manos el cabello rubio que se movía en dirección del viento.

Amelia observaba desde lejos a la rubia, estaba ahí en medio del bosque, tratando de calmar  su alocada cabellera rubia ante la oleada del viento con sus mejillas rosadas por el frío y frotando sus manos para tratar que su cuerpo ganara un poco de calor. La chica de los rizos no comprendía por qué cada vez que la veía indefensa le surgía la necesidad de protegerla.

-Anda Luisita entremos porque no quiero ser la cena de un oso- expresó Amelia en tono de juego.

-¡Ameliaaaaa!

Contigo siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora