Capítulo II

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Ya era por la noche. Iba a empezar la ceremonia en poco tiempo. Arwen y yo acordamos que nos sentiríamos juntas.
Ella iba a llevar a la cena un vestido blanco con volantes. Iba a dejarse el pelo suelto e iba a ir con una manoletinas azules.
Yo, en cambio me iba a llevar el pelo en un semirrecogido y un vestido azul con los hombros descubiertos y pegado a la cintura y lo demás suelto.
El pelo semirrecogido me encanta. Es mi peinado favorito. Pero me pareció una buena idea, darle emoción con una corona de flores. Arwen dice que voy un poco sosa, pero me importa más bien poco, pues suelo tener buen gusto.
Ya vestida subí a la azotea donde estaba mi águila calva devorando un gran pez de color azul verdoso. Mi perro llamado Kiskho salió corriendo de su caseta para saludarme y mi ardilla, Spoke, se subió en mi hombro y le tendí una bellota.
Mi dragón, que es todavía chiquito lanzó una llamarada producida por un estornudo pequeño y luego le di un poco de pescado.
Mi lechuza, Jade, me picó en la cabeza por no saludarla la primera, pero ya me ha hecho esto varias veces. Nunca cambiará. Es más celosa que Arwen cuando a Aragorn se le acercan otras.
Ya al debatir entre ir o decir que me dolía una pestaña, bajé por las escaleras cuando me di cuenta de que Kishko me seguía. No prohibía que bajaremos animales, y todo el mundo sabe que con todos los que tengo,
siempre me pasa algo o cuelo alguno al banquete así que ya se han acostumbrado.
Me encontré a Arwen por el pasillo y vino corriendo hacia mí como una loca.
Yo abrí los brazos esperando un abrazo cuando se agacha y empieza a acariciar al chucho. Para esto tener amigas.
Llegamos más bien pronto al banquete. Casi estaba desierto. Excepto por el amor de mi amiga. O sea, primero, saluda a mi perro primero en vez de a mí. Eso vale, razonable, mi perro es un encanto, pero esto ya es el colmo. Me deja plantada en la mitad de la sala porque su amor, su media naranja, lo que quiera que sea para ella, esta allí.
Para no aguantar más humillaciones me fui donde estaba Gandalf.
- Hola Alya. ¿Qué tal?- me preguntó el mago. Su compañía me reconforta. Es como un padre para mí y siempre estoy pendiente de él.
Me enseña de todo, y yo le enseño a él cosas que no sabe como leer la mente, hablar en la cabeza de otra persona o tiro con arco entre otras habilidades.
Dice que no debo abusar de la magia y yo no lo hago. Solo cuando me enfado. Y cuando me contento. Pero pocas veces.
Está bien puede que me pase un poquito con la magia, pero para que complicarse la vida cuando tienes una forma muy buena de solucionar todos tus problemas.
- Bastante bien Gandalf. Una noche extraordinaria ¿ no crees?
- Si. Ya lo creo. Podríamos después de la cena ir al río. Las constelaciones se verán genial allí.
- Me encantaría.
- Alya, se me ha olvidado contarte una cosa. Dentro de 5 días Bilbo Bolsón cumple 111 años y quería saber si querrías venir conmigo.
- Claro Gandalf- dije contenta.
- Alya, tus ojos han  vuelto a cambiar de color. Debes tener cuidado. Aunque en la comarca todos te conozcan algo malo puede pasar si saben que eres maga. No se si me entiendes. Ten mucho cuidado Alya podrían aprovecharse de ti. Sauron podría querer meterte en sus tropas..
- Tu tranquilo Gandalf .
La cena fue un auténtico aburrimiento.
Aragorn y Arwen no paraban de reír y hablar. Se había sentado con él y a mí me dejó sola. Pero me fui con la dama Galadriel y con el rey Thandruil, que con ellos me suelo enterar de algún chisme.
Charlamos sobre los animales y los bosques y mis clases con Gandalf para variar. Confio mucho en ellos. Son simpáticos en mi opinión un poquito ambiciosos pero nada irremediable.
Me subí pronto a mi cuarto y Kiskho subió conmigo por supuesto. Me cambié y me puse un camisón blanco muy sencillo.
Me asomé al balcón y me quedé embobada mirando las cascadas.
Mañana saldría con Gandalf a primera hora de la mañana así que empecé a preparar todo.
Enjaulé a mis aves. Menos mal que a Jade se le había pasado el cabreo porque sino era imposible meterla en cualquier sitio.
A Kiskho lo dejé fuera y metí a Spoke en una de las alforjas que mañana le pondría a Zagreo.
Me dormí tarde con todo el trabajo que conlleva meter todo lo imprescindible.
En la bolsa llevaba unos zapatos de recambio y un vestido para la fiesta de Bilbo.
Preparé el arco y metí en el carcaj todas las flechas posibles. Llevaba espadines para dar y regalar. Detrás del pelo. Es muy útil nadie se pensaría que ahí habría nada. Claro con su funda, obviamente. En las botas, en el cinturón y uno en al fondo del carcaj.
También afilé mi espada y preparé mi ropa.
Eran unos pantalones azul marino y una camiseta ceñida gris brillante. La capa era de terciopelo del mismo color que los pantalones y el broche era una estrella color plata.
Si me hubiera visto Gandalf prepararme me habría llamado exagerada mil veces.
Bueno yo me había preparado bien. Cuando salimos de ruta y es una ruta de varios días me lo tomo muy a pecho.

Mi flecha perdida- Legolas y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora