Yo no sé cómo piensa esta gente.
O sea, el rey había decidido que una buena idea era desalojar Edoras con mujeres y niños incluidos que van a paso burra porque no disponemos de caballos suficientes. Además luego estaba la lamebotas de la sobrina del rey que por si fuera poco intentaba robarme al cuñado de la manera más absurda del mundo.
- Has preparado tus cosas?- me preguntó Legolas sacándome de mis pensamientos mientras íbamos a los establos a por los caballos.
- Si, aunque no he podido ni tener un día entero en una cama en condiciones.
- En estos tiempos es difícil.
- Por cierto, y Gandalf.
- Salió. No hace menos de diez minutos.
- Y no me lo ha dicho?- dije ofendida.
- Seguro que tiene sus planes.
- Pero, él me suele decir las cosas. Tu crees que es el mismo? - Legolas miraba hacia delante con una
sonrisa - Legolas me estás escuchando?
- Eh, si. Perdón. Es solo que.. tu color de ojos cambia cuando estoy contigo. Y es hermoso.
- Voy a tener que ponerme una venda en los ojos para que me escuches cuando te hablo?
Legolas con una sonrisa, se metió en el establo y yo lo seguí y fui a la cuadra de mi caballo, Ópalo.
Empecé a ponerle la montura y en eso que llega Eowyn
- Ehh, perdona. Ese es mi caballo.
- Tenía entendido, por lo que me había dicho Hama que podía elegir entre cuatro caballos y este estaba incluido.
- Pues sin duda se equivocó.- dijo con aire de superioridad.
- Perdóneme - ay, no la aguanto.
Salí un poco mosqueada de las cuadras y ya cambiada y con el uniforme limpio, metí mis cosas en el carro que llevaban para meter ropa y tal y empecé a caminar siguiendo al pueblo.
Cuando íbamos ya saliendo por la puerta de Edoras, sentí como me agarraban de la capucha de la capa y me subían. Me senté sobre un caballo y miré a su dueño.
- Volvemos a las mismas, no?- me dijo el elfo.
- La sobrina del rey, que me ha robado el caballo para ir con mi cuñado. Lo siento mucho, pero a esa muchacha no la aguanto. Quiere llamar mucho la atención.
- Lo sé.
- Tu has visto la cara que pone cuando habla con él? Y cuando estaba entrenando, si eso se puede llamar entrenar, la cara que puso, como sacó los ojos que parecía una rana, cuando Aragorn chocó con ella la espada. O sea, que....
- Te pueden oír.
- Si perdón, ya me callo.
Me acurruqué abrazada a la espalda del elfo y al paso fuimos dirección al abismo de Helm.
Al final, mi caballo sirvió para llevar a Gimli, mientras Eowyn iba a su lado conversando con él.
Yo seguía acurrucada con ganas de quedarme dormida pero con tanto bote era imposible.
Luego, me levanté de un respingo cuando escuchamos un golpe.
Gimli estaba en el suelo debido a que se había caído del caballo.
Eowyn fue a ayudarle mientras miraba con una sonrisa a Aragorn.
Sobre el mediodía paramos a descansar y a comer algo.
Aragorn, Gimli, Legolas y yo, nos sentamos juntos para conversar y se nos acercó la muchacha para darnos estofado o algo así.
- He preparado un estofado. No es perfecto, pero está caliente.
Nos empezó a servir, pero Legolas y yo hablamos.
- Nosotros ya estamos servidos, gracias- dije yo- quiere unos huevos fritos?- pregunté yo acercándole el plato donde había dos huevos.
- No, gracias.
Aragorn aceptó el plato para no quedar de maleducado y empezó a comerlo. En cuanto se metió la primera cucharada en la boca, yo pensaba que lo echaba allí mismo. Lo tragó con dificultad y le dijo
- Rico
Esta se dió la vuelta y Aragorn empezó a verter el cuenco para tirarlo, pero la chica se volvió a dar la vuelta y el hombre hizo como si nada.
Eowyn empezó a entablar conversación con él y se dió cuenta de que era un Dunedai, y que era mucho más mayor que ella.
Cuando se fue, nosotros no pudimos hacer otra cosa que reír.
Por la noche, me puse un montón de capas porque hacía un frío horrible y me metí en ese extraño saco de dormir que no era muy calentito que digamos.
- Puedo?- levanté la cabeza y vi a Legolas arrodillado junto a mi.
Abrí la manta y él se metió conmigo.
Nos abrazamos fuertemente para poder entrar en calor y nos dispusimos a dormir
- No sé si esto suena muy extraño, pero...- miré al elfo y siguió hablando- quiero repetir lo de ayer.
Lo miré a los ojos fijamente y lentamente juntamos nuestros labios.
Nos separamos después de un rato y nos dormimos, yo con su cabeza en su pecho y el con su barbilla en mi cabeza.
Por la mañana, levantamos el campamento y seguimos caminando hasta que unos hombre se adelantaron y empezamos a escuchar unos gritos.
Legolas y yo nos adelantamos con el caballo y él le tiró a un orco y bajándose ágilmente del caballo fue a acuchillarlo mientras gritaba para llamar la atención de los demás mientras yo me ocupaba de los lobos.
- Un rastreador.- dijo el elfo con asco.
- Orcos nos atacan- empezó a cundir el pánico y yo me quedé junto a Legolas pero este se dió la vuelta y me miró.
- Ve con ellos, Alya. Ayúdales.
- Debo quedarme aquí con vosotros. Para ayudaros.
- Está vez no. Temo perderte.
- Legolas, por el amor de Dios, no digas tonterías...
- No es ninguna tontería.
Me bajó del caballo y me agarró por los hombros
- Eres lo único que me sujeta a la vida y si tú mueres, yo estaré muerto en vida hasta el fin de mis días. No puedo pasar por eso. Ni pedir que me sigas si el sentimiento no es correspondido.
Lo besé fuertemente y luego tras el sonido de caballos acercándose, le tendi las riendas y me fui de allí.
- Que sepas que si hago esto, es para que te quedes tranquilo. Pero si mueres, te mato.
- También te quiero.
Nos separamos y yo desde lo alto los vi partir hacia los lobos de Morgull.
Me encaminé rápidamente hacia el pueblo y ayudé a todo aquel que ralentizara el paso.
Dos horas después, llegamos al abismo de Helm y comenzamos a instalarnos como podíamos.
En menos de una hora después, los jinetes llegaron, con menos hombres de los que habían partido.
Me empecé a poner nerviosa y cuando llegaron a la plaza fui a recibirlos, evitando lo máximo posible a Eowyn para que no me dieran ganas de vomitar.
En cuanto vi a Legolas bajarse del caballo salté a sus brazos y lo abracé con mis brazos alrededor de su cuello.
- Que tal os ha ido? Que sepas que no pienso volver a quedarme.- dije acusándolo con mi dedo en su hombro y sus brazos aún alrededor de mi cintura.
- Aragorn, no sabemos dónde está. Ha caído por un acantilado al río. Con suerte, llegará mañana como muy tarde, si no, sabremos lo sucedido.
Asentí ligeramente pareciendo que estaba tranquila y albergaba esperanza, pues algo dentro de mí decía que Aragorn no podía haber muerto.
- Vamos con el rey.
Nos asignaron un lugar para descansar y allí pasamos el resto del día.
A la tarde siguiente, lo que predijo el elfo se cumplió y Aragorn llegó al lugar hecho un asco.
Legolas le dió el colgante de Arwen y luego fuimos a dar un paseo. Cuando volvimos, todos se estaban preparando para la guerra.
Nos juntamos a Aragorn y empezamos a prepararnos.