•24•

1.8K 185 6
                                    

Mientras que en casa de los Monkey el menor experimentaba cosas nuevas para él, en casa de los Vinsmoke, Sanji cocinaba siendo observado por un musgo.

–Podrías dejar de verme como si fuera tu presa, me desconcentras –dijo aun dándole la espalda al peliverde.

–Eres mi presa cejillas, así que no veo el problema de que admire tu culo –soltó sin vergüenza alguna.

–Idiota –susurro, aun estando de espalda Roronoa se daba cuenta de su sonrojo.

Continuó con lo suyo hasta que por un pequeño error se cortó –Mierda que idiota soy –dijo viéndose la herida.

–Déjame ver –respondió el peliverde para que le mostrara la mano.

–No es nada es solo un tonto corte insignificante –dijo mostrándo la herida.

Pensó que el espadachín se burlaría de él diciéndole "no se supone que eres el mejor cocinero" pero eso no pasó en su lugar sintió como Zoro le lamía la herida.

Sus mejillas se sonrojaron inmediatamente –Que haces Ma...Marimo –se estaba muriendo de la vergüenza.

Antes de que Sanji pudiera reaccionar noto como Zoro lo miraba a los ojos y estos se volvían de aquel verde que miró tiempo atrás, iba a preguntar pero el otro ya lo había acorralado contra la mesa de la cocina uniendo sus labios.

Los enormes brazos del Marimo se envolvieron alrededor de la cintura de Sanji, atrayéndolo más cerca, sus anchas manos agarraron sus caderas deslizándose por sus costados y hacia abajo hasta su trasero agarrándolo firmemente.

El rubio gimió ante el beso, inclinando la cabeza y abriendo más los labios para que sus lenguas pudieran explorar más profundamente.

Mojado, desordenado y hambriento, así estaban ambos jodidamente calientes que era irreal, sentía como el demonio prácticamente se lo comía.

El peliverde agarró el trasero de Sanji con una fuerza contundente y levantó las piernas del rubio que se envolvieron instantáneamente alrededor de su cintura.

–Joder –un suspiro entrecortado por parte del cocinero.

Al hombre le gustó el sonido, gruñendo en el cuello de Sanji mientras atacaba con los dientes marcándolo, el rubio gimió esta vez y la boca del hombre volvió a los labios de Sanji mientras apretaba sus caderas con brusquedad.

–Vamos a mi habitación –Sanji gimió entre besos, el otro asintió levantándose de la mesa y poniéndolo de nuevo sobre sus pies.

Cuando subieron las escaleras y entraron a la habitación, el peliverde no demoró en volver a atacar los labios del rubio, sus labios se juntaron en un beso mientras Zoro lo llevaba a la cama.

Pronto el rubio cayó hacia atrás con una sensación de ingravidez en el estómago hasta que su espalda se hundió en la cama debajo de él, un cuerpo cálido y pesado se abalanzó sobre él.

Sus manos encontraron agarre alrededor de los hombros de Zoro este se inclinó y se quitó la camisa con una mano.

Zoro deslizó a Sanji por la cama mientras se subía por encima de él, tirando de la camisa con botones que ocultaba su premio.

Si por algo se le conocía a Zoro era por su impaciencia por ello casi arrancó la tela de la camisa de Sanji, haciendo que este soltara un gemido indignado cuando le quitaron la ropa a la fuerza.

El sonido fue sofocado por un beso necesitado, el rubio rodó su cuerpo para encontrarse con el de Zoro.

Zoro se separó del beso con un estallido húmedo en la boca de Sanji, tirando del lóbulo de la oreja con los dientes y mordiendo los delgados tendones a lo largo de la garganta de Sanji, sintiendo las vibraciones de los gemidos que escapaban de los labios hinchados por el beso.

Almas OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora