8. Now.

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Me encontraba sentado frente a mi escritorio con los libros abiertos y dispuesto a empezar a redactar el trabajo que tendría que presentar la semana que viene pero mi cabeza no estaba por la labor. No era capaz de concentrarme, me distraía con el mínimo detalle y eso era algo impropio en mí. La zona coherente y responsable de mi cerebro se mantenía en guerra debido a que este bloqueo había sido causado por las últimas salidas que tuve con Olivia. Mi negación sobre esto al principio trataba exactamente por miedo a lo que ahora estaba pasando. Me había separado de mis verdaderas obligaciones y no podía permitirlo pero no resultaba tan fácil reconocerlo y volver a la normalidad. Mi cabeza estaba inmersa en un mundo que no era el mío. Por algún motivo desconocido me sentía intrigado por aquel grupo. Eran atrevidos, entusiastas, extravagantes, desvergonzados, rebeldes y extrovertidos. Todo lo contrario a mí. Tal vez la frase de que los polos opuestos se atraen no fuese del todo desacertada pero yo no notaba una atracción recíproca hacia mi actitud. ¿Quién iba a interesarse en alguien como yo? No tenía nada bueno que ofrecer. Tan solo tenía mis conocimientos, en eso si podía admitir que era bueno pero tal vez eso estaba empezando a parecerme insuficiente.

De repente, escuché mi móvil vibrar dentro de uno de los cajones de mi mesilla. Lo había guardado allí intentando que no me distrajera pero ¿a quién iba a engañar? Nunca recibía mensajes que me distrajeran u ocuparan algo de mi tiempo.

Desbloqueé la pantalla y entré a whatsapp donde la ventanita de mi conversación con Olivia tenía un pequeño cuadrado de color verde con el número 1 dentro.

¿Ocupado?

Observé los libros en mi escritorio y suspiré. Llevaba toda la tarde sin escribir ni siquiera una palabra y mi frustración aumentaba por momentos.

La verdad es que no. 

Después de contestar llevé las manos a mi pelo, arrastrándolo hacia atrás y cerré los libros. Ya había oscurecido y esta había sido una de las tardes menos productivas de la historia. El móvil volvió a vibrar.

Perfecto. 

Alcé una ceja. ¿Perfecto? ¿Qué era perfecto y por qué?

Escuché el timbre de casa sonar. Hace varias semanas, una familia nueva llegó a la urbanización y mis padres, como siempre, quisieron darles la bienvenida. Desde entonces todos los Domingos se juntan para cenar y tomar un café. Yo tan solo tengo que saludar con una gran sonrisa y ser el hijo educado y perfecto que mis padres se mueren por enseñar.

- ¡Shawn! – Escuché la voz de mi padre desde el piso de abajo. 

Me levanté de la silla y salí al pasillo dispuesto a bajar al salón cuando observé la puerta del baño abierta. Mi madre odiaba que nos dejáramos la puerta abierta y más si había visita. Caminé hasta allí, cerré la puerta y puse de vuelta rumbo hacia abajo cuando al pasar por mi habitación escuché algo extraño. Eché un vistazo dentro por si tal vez mi hermana se había colado pero no había nadie. Me dispuse a cerrar la puerta cuando unos golpecitos en la puerta de mi balcón me alertaron. Mentiría si dijera que no me asusté. Caminé hasta allí y abrí las cortinas para ver a Olivia sonriendo sin enseñar los dientes y saludándome con la mano.

- ¿Qué haces aquí?

Ella frunció el ceño llevando una mano detrás de su oreja dando a entender que no me escuchaba. Abrí la puerta de cristal y volví a repetir la pregunta asombrado. 

- ¿Qué estás haciendo aquí?

-  Has dicho que no estabas ocupado. – Contestó encogiéndose de hombros.

-  ¡Shawn! – Volvió a escucharse desde abajo.

- No lo estaba. Pero… - Negué con la cabeza. – No sabía que ibas a presentarte aquí.

Young volcanoes (Shawn Mendes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora