10. Unpredictable

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Me encontraba caminando por el desierto pasillo en dirección al exterior del instituto. Me había entretenido hablando con la señorita Walsh sobre el trabajo, le comenté que quería hacer un buen trabajo y para ello debía dedicarle más tiempo, ocultando así mi bloqueo. Pensé que no cedería pero gracias a mis excelentes notas y mi buen comportamiento lo conseguí. Además, no era ningún secreto que yo era el favorito de la profesora. Razón de más para ganar odio, que bien. Yo solo intentaba ser aplicado y hacer las cosas bien.

Bajé las escaleras del exterior del centro y a lo lejos pude ver a Olivia y su grupo. Anna la abrazaba despidiéndose para luego subir al coche de Sam, Cameron desapareció subido a su bicicleta y Jack y Taylor se montaron en la horrible camioneta. Caminé hacia ella sin pensarlo demasiado, no nos habíamos visto en todo el día, más que nada porque me pasé el descanso estudiando en la biblioteca. 

- ¡Eh! – Exclamó al verme. - ¿Qué haces aquí?

-Estudio aquí. – Contesté obvio haciéndola soltar una leve risa. 

-Me refiero a estas horas, es algo tarde. 

-Oh, estaba hablando con mi profesora. 

Olivia asintió y abrió el asiento de su moto, la cual tenía al lado, para luego ponérselo sin abrocharlo dejando la visera levantada.

- Así que te gusta la guitarra.

Asentí recordando la conversación del día anterior.

- ¿Sabes tocar?

- Bueno, me defiendo. – Observé como me miraba curiosa y decidí continuar. – Iba a clases de guitarra, me encantaba y se me daba bastante bien pero de repente mis padres decidieron que era una pérdida de tiempo. Decían que lo único que conseguía era alejarme de mis obligaciones y acercarme a un mundo que no les gustaba.

- ¿Por qué? Quiero decir, tocar la guitarra no implica que te vayas a convertir en una estrella de rock que se drogue o pille sida. 

- Lo se… No sé, no lo entiendes.

- En eso estamos de acuerdo, no lo entiendo Shawn. No entiendo que actúes como te dicten y que hayas dejado algo que de verdad te guste por el mismo motivo; porque tus padres te lo dicen.

- No quiero hablar de esto, Olivia. – Contesté cortante. 

Iba en serio, no quería hablar más sobre ese tema. Si para mí resultara tan fácil cambiarlo, lo haría. Antes ni siquiera me lo planteaba, aun debía adaptarme a este nuevo sentimiento.

-  Está bien, perdona. – Se disculpó. – No quiero que te enfades. 

Su tono de voz se volvió más calmado y puede que me pareciera algo adorable. Tampoco era su culpa, prefería que fuese sincera sobre lo que pensaba de mí.

- ¿Quieres que te lleve? – Preguntó señalando la moto. 

No me sentía seguro montándome allí pero sabría que no aceptaría un no por respuesta y además, así llegaría más pronto a casa. 

-o-

Me encontraba encogido en el asiento de atrás a causa del terror de pensar que en cualquier momento tendríamos un accidente. Entre la velocidad con la que Olivia conducía, la apariencia inestable del vehículo y mis ganas de bajar los pensamientos de que saldría disparado de la moto aumentaban, ya fuese por voluntad propia o por todo lo contrario.

Empecé a reconocer la calle en la que me encontraba y me horroricé cuando Olivia pasó de largo mi casa. Creí que era algún tipo de broma y que daría la vuelta pero no fue así. En vez de eso continuó conduciendo varios minutos más, en los que no me atreví a decir nada, y paró frente a una casa irreconocible para mí. Era una bonita casa de tonos blancos y marrones con un jardín delantero dividido por un camino de baldosas.

- ¿Dónde estamos? – Pregunté con la esperanza de que se hubiese olvidado de mí y ahora me llevase a casa.

- En mi casa.

-  ¿Y que hacemos aquí?

- Quiero enseñarte algo. 

Bajé de la moto a su señal y ella me imitó. Me quité el casco mientras caminaba detrás de ella hasta la puerta de color blanco marfil.

- ¡Ya estoy en casa! – Anunció retirando el casco de su cabeza dejando caer su melena rubia.

Contemplé el salón con su suelo de madera, paredes de color beige y sofás y cortinas de color crudo a juego. Resultaba acogedor y se respiraba un aroma embriagante. Caminé hasta una bonita cocina blanca americana con apariencia rustica donde un hombre rubio de unos treinta años removía una olla con una cuchara de madera. Llevaba un trapo de cocina colgado en el hombro y se giró al notar nuestra presencia.

- Eh, princesa. – Me miró. - ¿Quién es tu nuevo amigo?

- Shawn. – Contestó para caminar hacia él y depositar un beso en su mejilla. – Subimos arriba un momento.

-  Está bien, no tardes. 

Perseguí a Olivia escaleras arriba hasta lo que parecía ser una oficina. Me quedé a un lado de la puerta contemplando como se acercaba a coger una gran funda colocada al lado del escritorio de color caoba. El contorno de la negra funda dejaba claro que lo que había dentro, era una guitarra. Olivia bajo la cremallera que se encontraba al lado derecho y dejó ver una bonita y cuidada guitarra de un color azul oscuro brillante con reflejos más claros.

- ¿Es tuya? – Pregunté acercándome.  

Olivia asintió orgullosa mientras retiraba completamente la funda y cogía la guitarra con sus manos. 

- ¿Sabes tocarla?

Volvió a asentir y se sentó en la silla de oficina color negro con la guitarra en sus manos. Mentiría si dijera que no me había sorprendido, ni siquiera sabía porque. Olivia comenzó a acariciar las cuerdas con las yemas de sus dedos haciendo sonar varios acordes. Su rostro mostraba que disfrutaba haciendo aquello, tal y como yo lo hacía antes. Lo echaba de menos.

- Vaya. – Susurré. – No me lo esperaba.

Ella sonrió y alzó sus cejas.

- Soy impredecible. 

Sí que lo era y eso era una de las cosas que más curiosidad me creaban de ella, no sabías cuál sería su siguiente acción o palabra y te mantenías pendiente constantemente.

- Tampoco me esperaba que tuviésemos algo en común. – Solté divertido.

- Todo el mundo tiene algo en común.

- ¿Tú crees?

- Por supuesto.

Olivia acomodó la guitarra entre sus piernas y echó su pelo a un lado.

-  Mi padre trabaja en una tienda de música, tiene decenas de guitarras, puedo enseñártelas otro día si quieres.

- Eh, yo…

Dudas de nuevo. Sabía que hacer eso volvería a acercarme a la música y no estaba dispuesto a otra prohibición por parte de mis padres. Volverían a alejarme de lo que realmente me gustaba.

-  Venga, Shawn.

Olivia parecía especialmente persistente en este caso. Se notaba una chispa de emoción en su voz. Me transmitía algo de seguridad, parecía que realmente quería que lo intentara.

-  Está bien. – Terminé cediendo. 

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Pues aquí tenéis el capítulo. Sé que ha sido un poco kk y algo corto pero quiero que vayáis viendo como poco a poco Shawn va cambiando su forma de pensar  y eso jsjsjs

Muchas gracias por leer xx

Young volcanoes (Shawn Mendes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora