Prólogo.

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Cerré la puerta rápidamente y apoyé mis manos en ella respirando rápidamente a causa del cansancio. Solo esperaba que Jack estuviese bien y que no hubiese tenido ningún problema. Apoyé mi espalda en la fría puerta gris y me concentré en recuperar el aliento y tranquilizarme cuando de repente observé a una muchacha demasiado asomada en el muro que daba a la parte externa del edificio arriesgándose así a caer. Alguien en su sano juicio no haría tal cosa pero tal vez ella no lo estuviera o quizá caer fuese lo que estaba buscando. Si de eso se trataba tenía que hacer algo inmediatamente.

- ¡No lo hagas! – Grité.

 La muchacha se levantó y giró sobre si misma exaltada.

-  No lo hagas, debe haber otra solución.

Se quedó varios segundos callada mirándome, esbozó una pequeña sonrisa y luego volvió al gesto serio de antes. ¿Qué demonios…?

- ¿Por qué no debería hacerlo? – Preguntó mientras se subía sobre el muro haciendo que me encogiera de preocupación en mi lugar de manera inmóvil. - ¿Qué me impide tirarme y acabar con todos mis problemas?

 - Escúchame. – Dije acercándome con las palmas de las manos levantadas. – Todo el mundo tiene problemas, ¿Vale? Y se pueden solucionar, de verdad que sí. Todo problema tiene solución, todo menos la muerte. No busques la solución más cobarde, esto no resuelve tus problemas… Solo se los transmite a otra gente.

 -  ¿A qué gente?

 -  Tu familia por ejemplo.

-  No tengo familia.

Suspiré. No sabía que decir, tan solo estaba improvisando. Y dejar la vida de una muchacha joven en manos de una improvisación me daba escalofríos pero ni siquiera sabía cómo actuar. Esta es la típica situación a la que nadie quiere enfrentarse por miedo a cómo acabará. Solo me valía una opción ya que para la otra no habría marcha atrás. Venga, Shawn. Tú puedes. Pensé dándome ánimos.

 -  Pues a mí.

 -  ¿A ti? - Preguntó confusa mientras se colocaba un sombrero de color negro en la cabeza.

-  Sí. No voy a poder vivir con el remordimiento de no poder haberte salvado.

 -   Ni siquiera me conoces.

- Eso no es importante. Tampoco conozco a los animales que veo aplastados en la carretera y también me siento mal por ellos. La muerte es algo complicada, a veces llega cuando no tiene que hacerlo, a gente buena y joven, en forma de enfermedades o accidentes. Ellos ya no pueden vivir, puede que ni siquiera tuviesen problemas. Y mírate tú… - Suspiré. – Aunque en realidad, esta no es la opción cobarde como he dicho antes. Hay que ser verdaderamente valiente para siquiera planteárselo y tener problemas bastante graves.

Miré al suelo al comprobar que me miraba fijamente de manera curiosa. Sus cabellos rubio ceniza se movía con el fuerte viento.

-  Una persona no quiere acabar con su vida porque sí. Si se plantea hacerlo es porque esa opción le parece mejor que seguir viviendo. – Dijo.

Apreté los labios. La verdad es que tenía mucha razón. Juzgar estas situaciones es erróneo, nunca sabrás por lo que pasa una persona que opta por acabar con su vida. Volví a alzar la mirada y comprobé que aún no se había movido. Debía alejarla de aquel muro.

 -  Y… ¿Por qué así? ¿Por qué aquí?

 - ¿Dices tirándome desde un instituto?

Asentí mientras metía mis manos en los bolsillos de mi chaqueta protegiéndolas del frio. 

- Tal vez quiera acabar en el sitio donde empezó todo. ¿No crees?

-  Puede. Yo quizá optaría por una opción más rápida, ¿sabes? Para no echarme atrás ni que duela mucho, ya habrás sufrido bastante.

- Oh… - Frunció el ceño. – Yo prefiero tener un último chute de adrenalina antes de estamparme contra el suelo y desaparecer.

 - No desaparecerás. – Dije negando con la cabeza.

Apoyó una mano en el muro y cargó su peso sobre él mientras sonreía de lado.

 -  ¿Tú me recordarías?

 - Sí. – Contesté rápidamente.

No estaba mintiendo. Esta es una de esas situaciones que no se olvidan. Acabara como acabara esto sería algo marcado en mi vida, no suelen pasar cosas fuera de lo común en una vida aburrida como la mía y mucho menos cercanas a la muerte de alguien. La chica sonrió mirándome.

-   No voy a hacerlo.

Noté como la tensión de mi cuerpo desaparecía casi por completo, y digo casi porque antes tenía que se alejarse de aquel muro. 

Todo había parecido salir bien hasta que una ráfaga de mala suerte nos golpeó. Literalmente. Un fuerte viento se levantó y arrastró el sombrero de la muchacha alejándolo de su cabeza. Ella intentó cogerlo y desgraciadamente, cayó.

Young volcanoes (Shawn Mendes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora