5 - Malentendido (Ana)

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Solo me he enamorado dos veces en toda mi vida.

La primera, fue hace tres años, cuando empezaba mi carrera. Llegó sin querer, sin que me diera cuenta. Se llamaba Gabrielle, Gaby, y era la chica más guapa de último año. Me enamoré de la forma en la que decía mi nombre, de las caricias furtivas que me dedicaba cuando nadie miraba, del modo en que entrelazaba sus dedos con los míos cuando intuía que algo iba mal...

Gaby me hacía sentir la persona más especial de universo. Con ella todo era intenso, turbulento. El deseo era mucho más que eso, era un hambre voraz que me consumía cada vez que estábamos cerca, y un fuego que me abrasaba con lentitud cuando estábamos lejos. Me hice adicta a sus besos, y a sus caricias... A la necesidad que me embargaba cuando rozaba mi piel.

Cuando perdió el interés en mí, Gaby se transformó ante mis ojos. La imagen de la Gaby perfecta que creía conocer se desvaneció sin más y, tras ella, solo quedaron los resquicios de una relación tóxica que me obligué a extenuar hasta que acabé con el corazón roto y el alma desgarrada.

Después de eso, creí que nunca sentiría de nuevo algo tan fuerte por alguien. Me convencí de que la toxicidad de esa relación, lo compleja y lo intensa que era, fueron lo que me hicieron sentir tanto anhelo, tanto amor. Y yo sabía que no merecía la pena pasar por lo mismo.

Sin embargo, el año pasado conocí a Amanda y, sin darme cuenta, se convirtió en el segundo amor de mi vida.

Descubrí que no era necesario sufrir para sentir lo que sentía por Gaby; que podía besar con tanta pasión, y entregarme tan profundamente como lo hice la primera vez, pero sin dolor.

Amanda era perfecta. Una noche la vi tras la barra de un bar y supe que no volvería a casa sin su número. Era alocada, bohemia, rebelde... Y muy dulce. Sabía que me quería, que nunca intentaría hacerme daño, que jamás me utilizaría como lo hizo Gaby. Y me enamoré irremediablemente ella.

Pero las cosas no siempre salen como esperamos y, aunque Amanda me quisiera y yo la quisiera a ella, algo se torció en algún lugar del camino. Tal vez, actuamos mal en cada conflicto. Quizá, fue mi culpa por olvidar cada problema o, a lo mejor, fue la suya por fingir que también lo hacía.

Seguimos queriéndonos al tiempo que empezamos a odiarnos, y la fantasía se deshizo cuando Amanda flaqueó.

Discutimos, nos gritamos y dijimos cosas que jamás nos habíamos dicho. Aquella vez, cuando Amanda volvió a casa por la mañana, ya no fuimos capaces de arreglarlo. Había pasado la noche con otra persona y, por mucho que nos esforzáramos, aquel fue el punto de inflexión; ya no había vuelta atrás.

Así que he perdido al amor de mi vida de nuevo. La primera vez, me enamoré de un espejismo, y creí que lo que teníamos era amor. Esta vez, el amor era real, tenía todo lo que quería, pero no he sido capaz de hacerlo durar.

Sé que ya no tiene arreglo, que acabaré pasando página, y que Amanda será solo parte de mi pasado. Aun así, incluso si sé que el dolor se irá, no soy capaz de deshacer el nudo que tengo en el pecho desde esta mañana, cuando le he dado a mi historia con Amanda el peor final posible.

Al volver a casa media hora después de largarme, creía que ya se me había pasado el cabreo, pero cuando he visto a Mimi las ganas de matarla han vuelto y he decidido que, por el bien de las dos, lo mejor sería pasar el día lejos de ella.

Así que he ido a trabajar temprano para meter más horas, he comido con Matt en el gimnasio, y luego me he quedado allí entrenando. Matt ha vuelto a ofrecerme unos cuantos días de vacaciones, pero he rechazado la oferta. Ahora mismo, necesito mantenerme ocupada.

Siete semanas (Warmi, finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora