6 - Rollito de tipa mala (Mimi)

404 21 4
                                    


Es la primera vez que salgo de fiesta en mucho tiempo. No recuerdo la última vez que salí a bailar o a tomar una copa. Quizá por eso me cueste tanto decidir qué ponerme; además no había mucho espacio para vestidos de noche en mi mochila.

Pero para eso estoy aquí, en París. Quiero pasarlo bien, cometer imprudencias, dejar de pensar y disfrutar; simplemente disfrutar. Así que salir hoy me vendrá bien. Quizá conozca a alguien. He estado mucho tiempo estancada, incapaz de pasar una página ya gastada de un libro, y sé que es hora de conocer a gente nueva.

Dejo mi ropa desordenada sobre la cama, incapaz de encontrar nada que me apetezca llevar a donde quiera que vayamos, y salgo de la habitación en busca de Ana.

No toco la puerta cuando entro en su cuarto, pero le dedico mi mejor sonrisa.

—¿Qué talla usas?

Se da la vuelta hacia mí, sobresaltada, y se cubre con la camiseta que acaba de quitarse en un acto reflejo. Cuando abre mucho los ojos y frunce un poco el ceño tiene una expresión muy dulce que me hace reír. Cualquiera diría que esta muñequita morena es la misma que la que me ha gritado esta mañana...

Me mira de arriba abajo, y parpadea.

—¿Qué?

—¿Me prestas algo? —pregunto, y me autoinvito a pasar dentro. Tiene el armario abierto, así que me acerco a él y husmeo en su interior, pero sin llegar a sacar nada. Tampoco quiero ser demasiado entrometida; solo lo justo—. No pensaba salir de fiesta, así que no tengo nada.

Ana me da la espalda y termina de vestirse con rapidez antes de acercarse a mí, que sigo buscando en el interior de su armario.

—¿Qué haces? —pregunta, atónita, y vuelve a dedicarme una cauta mirada.

—Ya te lo he dicho. Necesito ropa. Si ahora vamos a ser amigas podrías acompañarme de compras.

Me vuelvo hacia ella y espero. Ana ladea la cabeza y abre un poco la boca, confusa.

—Estás desnuda —observa, sin apartar sus ojos de los míos, como si no se atreviera a dejar de mirarlos.

—No del todo —matizo, y vuelvo a mirar en su armario, impaciente—. Eres un poco princesita, ¿no? —inquiero, tirando de un colorido vestido.

—¿De qué vas? —me espeta, saliendo del aturdimiento, y yo no sabría decir si está molesta o divertida—. Aparta —me exige, y me echo a un lado para dejar que busque en su armario—. Puedes vestir lo que quieras para salir. No vamos a ningún sitio elegante, pero te dejaré lo que quieras.

Ana se inclina sobre su ropa. Ella viste unos pantalones de tiro alto y una camiseta ceñida y, aunque esté despeinada, parece que se haya dejado el pelo así a propósito. Le da un rollito casual muy logrado que solo puede sentarle bien a una chica como ella. Si yo lo hiciera, parecería un trol. La vida es injusta.

Cuando encuentra lo que quiere, me enseña un vestido y yo sacudo la cabeza. Repetimos la dinámica un par de veces hasta que me tiende un top oscuro y no necesito pensarlo más.

—Gracias. Con los pantalones me apaño yo —declaro, y lo cojo para volver a mi cuarto a vestirme.

Le escucho murmurar algo y resoplar, pero no me quedo para escuchar lo que me tenga que decir. Así que termino con rapidez, me pongo unas botas y una cazadora de cuero y salgo al salón para esperarla.

Cuando sale, me doy cuenta de que se ha vuelto a cambiar de ropa. Lleva los labios rojos, intensos, y cubre sus hombros desnudos con una chaqueta azul.

Siete semanas (Warmi, finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora