19 - Inocente (Mimi)

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Ana está sobre mi cama; tumbada y mirando al techo, dispuesta a que experimente con ella.

—¿Dónde lo quieres?

Ella se encoge de hombros y se pasa las manos tras la cabeza mientras se acomoda sobre la almohada.

—Me he puesto en tus manos. Tú decides.

La brisa entra por la ventana abierta y me roba un estremecimiento. Las cortinas bailan al compás del viento, y el silencio de la noche se extiende sobre nosotras un instante.

—¿Donde yo quiera? —me aseguro.

—Solo es pintura, ¿verdad? Se quita.

—Se quita —le aseguro.

Ana asiente y me hace un gesto de aprobación. Sin embargo, no sé por dónde empezar.

Ana es preciosa; lo pensé la primera vez que la vi, incluso creyendo que era una idiota, no podía negar que era increíblemente guapa. Y su cuerpo... Un tatuaje le quedaría bien en cualquier sitio.

Decido sin pensarlo más tiempo, y levanto su camiseta sin pedirle permiso. La dejo sobre su pecho, justo por encima del borde de su sujetador.

—Voy a intentar hacerte lo que quiero hacerme yo. El dibujo de Emile Nordskov. ¿Recuerdas?

Ana frunce un poco el ceño; después, asiente.

—Ah, sí, sí. Me parece bien.

Apoyo la mano en su abdomen y empiezo a dibujar. No puedo evitar pensar que su piel está cálida, y que a esta distancia es fácil recibir su aroma. De pronto, me parece que el silencio es demasiado denso como para guardarlo mucho más tiempo.

—¿A dónde vamos mañana?

—Es una sorpresa —responde tranquila.

Tiene los ojos cerrados y una expresión despreocupada. Sus labios permanecen curvados en una eterna sonrisa traviesa, y esas pecas que motean sus mejillas la hacen parecer más joven.

Abre un ojo.

—¿Qué pasa?

Me doy cuenta de que llevo un tiempo con el bolígrafo en el mismo lugar, sin moverlo.

—Te ha dado el sol. Te han salido más pecas.

—¿En serio? —protesta—. Oh, fantástico.

—¿De qué hablas? Son preciosas —le digo y, antes de darme cuenta, estoy acariciando su mejilla izquierda con las yemas de los dedos—. Me encantan tus pecas.

Cuando soy consciente de lo que estoy haciendo, aparto la mano y deseo que no haya resultado demasiado extraño. Antes de poder pensar en ello, bajo la cabeza y me centro en sus costillas.

Continúo dibujando una flor.

La verdad es que me está costando más de lo normal.

—Todas para ti —responde—. A mí no me gustan las mías.

—¿En otras personas sí?

Se encoge un poco de hombros y tengo que detenerme para no estropearle el dibujo.

—Me gustan las tuyas.

—Yo no tengo pecas —me río.

—Oh, no son como las mías, pero las tienes —afirma. Espera hasta que alzo la cabeza hacia ella y sonríe—. Aquí —señala mi mandíbula—, y aquí —toca la base de mi cuello con la punta de los dedos—, por aquí —añade, y desliza el pulgar por el interior de mi muñeca—, y aquí —continúa, y acaricia la comisura de mi boca.

Al hacerlo, toca mis labios en un descuido.

Tomo aire y no respondo, porque no sabría qué decir. Empiezo a dibujar el tallo, que recorre la base de su pecho rodeándolo. Mis nudillos lo rozan y siento que el cuerpo de Ana se tensa un poco. Yo finjo que no me he dado cuenta.

Cuando acabo la flor, no me detengo. Por algún motivo, no tengo ni que pensármelo cuando prolongo el dibujo hacia el abdomen.

No quiero parar ahora.

La siguiente pregunta sale de mis labios sin que yo le dé permiso.

—¿Cuándo supiste que te gustaban las chicas?

Las cejas de Ana se levantan un poco y yo me pregunto qué narices estoy haciendo. Ella me habla de pecas y yo le pregunto sobre su sexualidad. Estupendo. Seguro que le ha encantado que le suelte una bomba así.

Sin embargo, no tarda en responder.

—Desde siempre —explica—. Cuando me empezó a interesar salir con la gente de esa forma, al principio solo lo hice con tíos, pero porque era más fácil. No tenía que dar explicaciones a nadie. Besé a una chica por primera vez en la universidad. —Hace una pausa y sonríe—. ¿Era eso lo que querías saber?

Ay, madre...

Ahora sería un buen momento para haber terminado el dibujo y poder largarme, pero ahora que he empezado, debo terminar esta parte también.

Estiro la piel de su abdomen y sigo bajando con un trazo lento y seguro.

—Perdón —me disculpo—. Tenía curiosidad.

Ana me observa largamente, con una sonrisa un poco torcida asomando a sus labios enrojecidos.

—¿Y tú? —pregunta.

—¿Yo qué?

—Que tú cuándo lo supiste.

Dejo de dibujar. Casi le hago una línea de lado a lado del cuerpo. Se me seca la garganta y, antes de que yo pueda hablar, Ana se ríe con una sonora carcajada.

—Te tomo el pelo, Mimi.—dice riendo— Para tener esas pintas de tipa dura, eres muy inocente, ¿no? —murmura.

Odio sentir que el calor invade mis mejillas, porque estoy dándole la razón, pero no puedo evitar sonrojarme un poco.

Estaba a punto de responder y dar explicaciones largas y aparatosas.

Tomo aire y deslizo los dedos por su abdomen deliberadamente. También tiene pecas aquí, y lunares. Sigo con el boli antes de que se dé cuenta de lo que hago. Ni siquiera yo sé lo que hago.

—¿No te habrás enfadado? —pregunta, y se incorpora un poco.

—No —respondo, quizá demasiado pronto—. Túmbate.

Ana ríe un poco e intenta esconder esa sonrisa mordiéndose los labios, pero no lo consigue. Yo sigo avergonzada y un poco nerviosa, hasta que lo doy por terminado.

—Me gusta —reconoce Ana, incorporándose sobre sus codos y echando un vistazo—. ¿A ti?

—Sí. Pero no te hagas nada parecido —respondo, casi sin darme cuenta.

—¿Por qué? —quiere saber.

Yo sigo mirando los trazos sobre su piel, sus pecas y sus lunares, mientras respondo.

—Tu piel es demasiado bonita.

—La tuya también, y estás llena de tatuajes —observa, sin duda desconcertada.

Me pongo en pie y la miro largamente.

—Es diferente.

Por hoy, ninguna de las dos dice nada más. Me pide que le haga un par de fotos de su abdomen y, después, vuelve a su cuarto. Ha sido un día largo, intenso y muy divertido. Tengo las emociones a flor de piel, y un ritmo vertiginoso condiciona los latidos de mi corazón desde hace un rato.

Antes de acostarme, voy al baño y me miro en el espejo. Me acerco y observo.

Ya lo sabía, pero quería asegurarme.

No tengo ninguna peca en la comisura de los labios.

Siete semanas (Warmi, finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora