14 - Curarnos juntas (Ana)

347 22 6
                                    



A pesar de que me duela cada fibra de mi ser, agradezco poder trabajar hoy para entretenerme con algo y no estar reviviendo la escena de ayer una y otra vez.

Esta mañana, al decirle a Mimi que no me importaba que no quisiera contármelo, no le estaba mintiendo; pero no soy tonta. Sé que está pasando algo malo; muy malo. Distingo los problemas cuando los veo y, hablando de problemas... Amanda ha vuelto a escribirme.

Quiere que nos veamos, y yo no estoy muy segura de si lo quiero también. Me da miedo lo que pueda pasar, pero necesito darle fin a este capítulo de mi vida cuanto antes.

Por eso, después de terminar mi turno, me doy una ducha rápida, cojo mi bolsa de deporte y voy en metro hasta la cafetería donde hemos quedado. Antes de entrar, sin embargo, me llega un mensaje suyo al móvil, y me quedo plantada frente a la puerta.

Me dice que no puede bajar, y que me acerque yo a su casa.

No sé cuánto tiempo me quedo ahí de pie, sopesando mis opciones, hasta que un cliente se aproxima y me pide que me aparte para dejarlo pasar. No me gusta la idea de subir a su piso, pero pienso que, si me voy ahora, habré venido hasta aquí para nada y el capítulo de Amanda seguirá abierto un día más.

Tengo que enfrentarme a esto cuanto antes; decirle todas las cosas que creo que hicimos mal, reconocer mi culpa y aceptar la suya. Quiero escuchar lo que tenga que decir, por muy doloroso que sea, sobre la noche en que decidió mandarlo todo al traste.

Así que voy hasta su casa, que no está muy lejos de aquí, y me demoro más de la cuenta subiendo las escaleras para tener tiempo de prepararme.

Cuando Amanda me abre la puerta y me recibe con los ojos vidriosos y enrojecidos, me doy cuenta de que todavía me hará falta mucho tiempo hasta que pueda verla y pensar en ella como si solo fuera parte de mi pasado. Aún me desgarra el alma verla llorar; saber que está mal.

—Ana —me saluda, y casi puedo ver el nudo que tiene en la garganta—. ¿Quieres pasar? —pregunta, con un hilo de voz.

Yo doy dos pasos adelante y me quedo junto a la puerta hasta que me pide que la siga en dirección al salón.

—Estamos solas —me asegura, cuando advierte mi mirada curiosa—. Podemos estar tranquilas hasta que vuelvan mis compañeros.

Toma asiento en el sofá y la imito. Nos quedamos unos instantes en silencio, sin saber cómo empezar una conversación que promete ser complicada. Al final, es ella la que habla.

—La última vez todo volvió a acabar mal.

—Sí —coincido, frotándome las manos.

—Lo siento. Siento haberte gritado y haber insultado a...

—Mimi —la ayudo.

—Sí, Mimi —dice, con cierta amargura—. Yo te engañé, ya no estábamos juntas y tenías todo el derecho del mundo a acostarte con quien quisieras —suelta, y deja escapar el aire muy despacio, como si le hubiera costado horrores decirlo.

—Mimi y yo no nos habíamos acostado —le aseguro—. Es mi nueva compañera de piso; es amiga de mi hermano. —Puedo ver cierto alivio en sus ojos, pero una punzada de culpabilidad me atraviesa. Puede que no nos hayamos acostado, pero he fantaseado con eso un par de veces en los últimos días y la idea me ha gustado más de lo que puedo admitir. Así que decido armarme de valor y ser un poco más sincera—. Como dices, ya no tenemos nada, y creo que podría haberme acostado con Mimi si las dos hubiésemos querido, pero nunca te lo habría restregado como pensaste que hice. Yo no soy así. Nunca te haría daño intencionadamente.

Siete semanas (Warmi, finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora