Habíamos entrado en el tiempo de descuento. La arena se desplomaba sobre el fondo del reloj con un sonido amortiguado. Quedaban días, horas, minutos, para que se acabara mi tiempo en París; al menos, el tiempo que estaba planeado.
Desde que le dejé claro a Ana que no sabía qué pasaría con el grado de periodismo, la vi inquieta. Me daba cuenta de sus miradas, de los largos silencios y las sonrisas tristes. No se atrevía a preguntar. Era como si esperase que en cualquier momento abriera la boca para decirle que me arrepentía, que me volvía a casa. Pero no lo he hecho.
Quiero seguir con esto; quiero estudiar periodismo.
Sigo teniendo dudas; creo que nunca me abandonarán. Ya no recuerdo cómo era vivir sin ellas, y tengo la sensación de que están conmigo desde que nací. Sin embargo, sé que no es verdad. Esta inseguridad, el miedo, las palpitaciones y la falta de aire llegaron todas de golpe cuando Benjamin se marchó.
Su pérdida abrió un agujero negro y profundo en mi vida que se ha llenado a base de miedo, dolor y muchas lágrimas. A pesar de todo, creo que estoy mejorando.
Por eso he vuelto a casa. Necesito cerrar capítulos antes de empezar una nueva historia.
Quizá todo esto sea como un libro, como el manuscrito de Benjamin. Tal vez, antes de avanzar, tenga que zanjar ciertos asuntos: la universidad, el trabajo, la ayuda que siempre necesité... Tal vez, cuando todo eso se vuelva algo estable mi vida regrese a la normalidad. Terminaré de escribir el libro de Benjamin y su historia se habrá acabado.
Seguirá conmigo para siempre, eso lo sé. No puedo engañarme. Pero quizá llegue el día en que sea capaz de pensar en él y sonreír. Me gustaría poder recordarlo sin ver la sangre, sin imaginarlo en una cama de hospital lleno de tubos, miedo y dolor. Querría evocar su recuerdo sin tener que tragarme las lágrimas, y a lo mejor esa oportunidad está al final del camino.
Paso dos días en casa. Lo justo para asegurarles a mis padres que estoy bien.
Mamá se alegra muchísimo de que estudie periodismo, mi padre se muestra más reticente al principio, pero acaba permitiéndose fantasear también. Sueña con que acabe la carrera, encuentre un trabajo, y la oscuridad que me rodea desde hace un año desaparezca. Verlos tan emocionados, tan contentos, me asusta un poco. No puedo evitar sentir que un peso enorme recae sobre mis hombros.
Les dejo claro, igual que a Ana, que quizá un día me arrepienta. Que no es seguro y que podría pasar cualquier cosa. Pero no parece importarles. Yo siento una presión cada vez mayor sobre mi espalda, una presión que me da miedo, aunque la ignoro.
El fin de semana lo dedico a comer deliciosa comida casera y a terminar el manuscrito. La noche que le pongo el punto y final decisivo, me cuesta creerlo. Así que me dedico a releerlo, a asegurarme de que no me he dejado nada, de que puedo, por fin, pasar página.
Por la mañana estoy cansada, y me espera un largo viaje hasta París, pero no me importa. Me despido de mis padres, meto algo más de ropa de la que traía en la mochila, y al anochecer ya estoy llamando a la puerta del apartamento.
No es muy tarde, y confío en que Ana haya llegado ya del gimnasio. Si no, y conociendo los hábitos nocturnos de Luka, me tocará esperarla aquí fuera. Al cabo de un rato, no obstante, la puerta se abre. Quien está al otro lado es una sorpresa.
La imagen de Amanda cruza por mi mente, pero me doy cuenta enseguida de que no es ella. No. Esta chica es totalmente diferente. Viste unos vaqueros desgastados, una camiseta blanca y lleva el pelo castaño recogido en dos trenzas; pero lo que más llama la atención, lo que más la diferencia de Amanda, e incluso de cualquier otra persona, es la mirada.
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Siete semanas (Warmi, finalizada)
Fanfiction"Porque el cariño consiste en hacer cosas que no tienes por qué hacer para la persona a la que quieres" [Adaptación, AU]