46 - Un sentimiento (Ana)

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A lo mejor la he cagado con la tontería del tulipán esta mañana. Ha sido una estupidez, una soberana metedura de pata. No he pensado. Ni siquiera sabía que iba a entrar cuando me propuse visitarla. Solo quería mirarla a través del cristal, y eso intentaba hacer, cuando la he visto tras el mostrador, con el delantal verde y el pelo recogido, y he tenido que entrar.

Lo demás, no ha sido responsabilidad mía. Mis labios se han movido solos.

Me había parecido gracioso, un juego, pero cuando le he visto la cara al salir... Dios. Le prometí que le daría tiempo para pensar.

De todas formas, ¿pensar el qué? Nos quedan dos semanas juntas; solo dos. Después, dejará París, volverá al pueblo y todo se habrá acabado.

Solo recordar eso hace que me tiemble el corazón. Aún no estoy preparada para decirle adiós. ¿Pero qué podría hacer? Luchar por una persona que ha dejado claro que no quiere nada serio no tiene sentido. Solo nos haría más daño a las dos, y no creo que ninguna necesite sufrir, sobre todo ella.

Vuelvo a casa tras el gimnasio cuando, de pronto, el cielo se rompe y comienza caer un aguacero que me deja empapada en cuestión de segundos.

La gente abre sus paraguas; los que no los tienen salen corriendo hacia la cornisa más cercana. Yo ya estoy cerca de casa, así que corro hacia nuestra calle, hasta el portal, y subo las escaleras deseando llegar a casa para poder quitarme esta ropa mojada.

Luka no está en el sofá cuando llego, y eso me sorprende. Últimamente, parece su sitio favorito sobre la faz de la tierra. Mimi, sin embargo, sí que está en casa. Sale a mi encuentro en cuanto me escucha llegar.

Tiene esa mirada perdida que contrasta tanto con la fuerza que irradia el color de sus ojos, y sé al instante que ha pasado algo.

Quizá sea por la maldita flor. Decido ser prudente.

—Menos mal que ya has vuelto, acaba de empezar a llover — comento.

Mimi me sigue con la mirada mientras voy al baño y cojo una toalla. Se frota los dedos, nerviosa.

Vale, sí que ha pasado algo.

—¿Has llegado a salir esta tarde? —pregunto, camino de mi habitación.

Me aseguro de que me sigue por detrás y la veo asentir cuando me detengo para empezar a desvestirme.

Empiezo a inquietarme. Mucho.

Me deshago de la camiseta y siento la dirección de su mirada, fija en mi sujetador. En otras circunstancias, aprovecharía esta situación para hacer algo divertido, pero ahora no puedo pensar en eso.

—¿Qué pasa, Mimi? —digo, sin poder contenerme más.

Me yergo. Ella alza los ojos lentamente, desde mi pecho hasta mí.

No tarda en responder.

—Voy a volver a periodismo.

—¿Qué? —Tardo dos segundos en procesarlo—. ¡¿Vas a volver a estudiar?! —casi grito.

Ahora entiendo esa mirada perdida. Es incertidumbre lo que hay en ella, miedo a equivocarse.

—Me parece que sí. Todavía... Todavía no lo tengo muy claro —responde—. Pero he hecho la matrícula.

Me acerco a ella y tomo sus manos.

—Eso es increíble, Mimi —murmuro, encantada—. Eso es genial.

—Ya. Bueno. Lo he hecho sin pensar. Tengo que hablar con mis padres, preparar las cosas, asegurarme de que puedo con el curso...

—¡Claro que puedes! —exclamo, llevada por la euforia.

Siete semanas (Warmi, finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora