capítulo 14

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Las pastillas para proceder con el aborto de Miriam, llegaron apenas habían pasado dos días de la conversación entre Mimi y ésta. Para entonces Kabila ya estaba fuera de aislamiento, y la explicación que recibió, tanto ella como Ágata, Úrsula y María, que seguían buscando incansablemente la forma de introducir las pastillas con precaución en la prisión, fue que finalmente la directora se las había proporcionado.

Tras terminar el tratamiento, es decir, dos semanas después, cuando finalmente le confirmaron que ya no estaba embarazada, impensablemente todo para Miriam se volvió más negro aún, si es que aquello era posible.

Llegaron los calambres punzantes en su bajo vientre, dolores de cabeza casi insoportables, incluso estuvo varios días con fiebre tras terminar el proceso de aborto.

A eso se le sumó la inestabilidad emocional que éste le había dejado, no se sentía bien consigo misma, su ánimo no remontaba y por mucho que Kabila se esforzara en proponerla planes para despejarse, estos muy a su pesar no daban los resultados que ambas deseaban.

Sentía que nunca levantaría cabeza. Incluso dedicaba minutos a arrepentirse de su decisión, por muy aliviada que se sintiese en el fondo.

Fueron días demoledores para Miriam, lo que ésta no sabía es que el karma o lo que quisiera que estuviera al mando de nuestra suerte, actuaría pronto de la manera más beneficiosa posible para ella.

Al fin abrieron el gimnasio, y esta no es exactamente la suerte que a Miriam le esperaba, aunque esto también la favoreció muchísimo. Se pasaba las tardes con Kabila entrenando, ambas daban gracias de que no a muchas de las internas les apasionara el deporte, porque casi todas las tardes se encontraban a solas en aquel lugar, a excepción de dos o tres mujeres más.

Kabila le enseñaba algo de boxeo, y mientras tanto, Miriam preparaba a la morena físicamente para que poco a poco se fuera fortaleciendo de nuevo, ya que su largo paso por el hospital la debilitó notablemente.

Se beneficiaron mucho en ese aspecto, pues para ambas el deporte era una desconexión increíble y se sentían muy cómodas con la presencia de la otra cerca.

Miriam consiguió desfogarse a la vez que su interior comenzaba a sanarse.

¿Y qué fue de Mimi en ese corto pero intenso tiempo?

Mimi estaba hasta arriba, apenas se la veía.

La gallega y ella, no avanzaron mucho en esas tres semanas, por no decir que a penas se cruzaron. Tras que la granadina le entregara a la gallega las pastillas que necesitaba con algo de frialdad rondando entre ellas sin mucho sentido, se distanciaron sin darse cuenta.

Mimi estaba metida a fondo en lo que sus chicas y ella se traían entre manos, y Miriam no buscaba otra cosa que su bienestar emocional, cosa que durante esa última semana solo encontraba cuando Kabila estaba cerca.

— Hola, guapa. —apareció Mimi sonriente sobresaltando a la gallega, quién se encontraba sola en el gimnasio, concentrada con el saco de boxeo.

— Hola. —sonrió algo sorprendida y sofocada, parando sus movimientos en ese mismo instante.

— Por mí puedes seguir, eh. —comentó la mayor con una sonrisa ladeada bailando en su rostro.

Miriam volvió a girarse de cara al saco de boxeo, para seguir golpeando duramente el saco sin descanso. Notó el cuerpo de la granadina posicionarse tras ella, y automáticamente su cuerpo se tensó, todo seguía igual.

Por mucha distancia que hubiera habido entre ellas esas semanas, su cuerpo seguía reaccionando a la cercanía y al contacto de la granadina de esa manera tan intensa. Y casi que lo había echado hasta de menos.

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