capítulo 8

1.2K 128 48
                                    

Había pasado una semana desde la llamada de Miriam con su madre. Hasta el momento no había recibido noticias de cuando se produciría el vis a vis. Nada más colgar la llamada, fue hacia la especie de recepción de su módulo donde se realizaban estos trámites y rellenó los papeles necesarios para autorizar la visita de sus padres, tras ello tenía que ser aprobada, pero no sabía cuanto tardaría ese proceso. Hablando con Ágata, Úrsula y María llegaron a la conclusión de que no había un tiempo fijado, a ellas les había tardado en su momento desde tres hasta siete días. Justo lo que llevaba esperando ella. Suponían que dependía de lo ajetreada que estuviera o no la directora de la prisión, quien debía aprobar todo aquello.

No sabía muy bien como sentirse al respecto. No estaba muy segura de sentirse preparada para ver a sus padres en aquel lugar. O mejor dicho, no estaba preparada para que sus padres la vieran a ella allí. Sabía que su madre la intentaría transmitir todo el apoyo y cariño del mundo, e incluso algo de positividad o esperanza que le hiciera ver que aquello sería temporal y que conseguiría sacarla de allí pronto, pero su padre sería duro, siempre lo fue con ella, con la mejor de las intenciones claro, únicamente para que supiese elegir el camino correcto ante cualquier situación, y Miriam sabía que esto supondría una gran decepción para él.

Miriam estaba mejor, a lo que físicamente respecta. La costilla ya casi no la producía dolor al caminar o al hacer algo de esfuerzo y de la fractura de la nariz solo quedaban dos pequeños moratones bajo sus ojos a los que no les quedaba mucho para desaparecer. Emocionalmente, era otra cosa. La verdad que su estabilidad emocional allí iba por días. Tenía momentos malos y momentos menos malos. No terminaba de encontrar su lugar allí, por mucho que sus compañeras se estuvieran esforzando en acogerla, y ese era uno de los motivos por los que no conseguía tener ni un día entero medianamente bueno. Aquel no era tu sitio. No puedes estar bien en un lugar en el que no te adaptas y no te sientes mínimamente a gusto, o incluso por el que andas con miedo por sus pasillos cuando te encuentras sola.

Y ese era otro punto más.

No quería decir que se sentía sola por respeto a sus compañeras. La verdad que Ágata, Úrsula y María tenían el cielo ganado por el trato que le daban, y Kabila si siguiese con ellas estaba segura de que también. Pero aún así le faltaba el calor de los suyos. Tal vez es que ella no ponía mucho de su parte encerrándose todas las tardes en la biblioteca o en la celda, negándose a las invitaciones varias de cine o patio que éstas le ofrecían, pero es que no tenía ganas, solo quería dormir y que al abrir sus ojos lo primero que viese fuese la luz del sol entrar por su ventana, no unos barrotes.

¿Era normal, no?

¿No estaba siendo egoísta, verdad?

Porque era lo último que pretendía.

— Rodríguez, tienes un vis a vis. —interrumpió sus cavilaciones una de las funcionarias de la prisión.

— ¡Vamos! —celebró María que se encontraba en la celda de Miriam junto a Ágata y Úrsula.

— Alegra esa cara, anda, que seguro que va bien. —la animó Úrsula mientras se levantaba de su cama.

— Gracias, chicas. —sonrió apretando sus labios, mirándolas con agradecimiento en sus ojos.

Agradeció que la funcionaria a la que le tocó acompañarla hacia la sala de los vis a vises fuera Maya. Era la persona con un cargo de allí que más humanidad demostraba con las presas, y con sus formas y sus palabras evidenciaba que no es menos válida quién está al otro lado de la verja. Miriam agradecía ese trato. Porque la mayoría de los funcionarios, a los que silenciosamente había observado, hacían cualquier cosa para hundirlas, como si se divirtiesen con la humillación ajena.

100 días Donde viven las historias. Descúbrelo ahora