E P Í L O G O

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— Repite lo que dijiste — pidió Volkov, sintiendo que su cuerpo se congelaba y un sudor frío comenzaba a recorrerle la espalda y las palmas de sus manos. Nunca se había sentido así en décadas. Ni siquiera después del accidente que casi le cuesta la vida.

— Nikolai hará su fiesta en el restaurante chino ese... ese que ya conocemos — explicó Horacio con cuidado, sabiendo los traumas que eso despertaba en el ruso.

Había pasado casi un año de aquella ocasión y Volkov había decidido que jamás volvería a pisar ese lugar, pese a que no pasó nada extraordinario allí, solo la culminación de sus malos hábitos con el vodka. Aún así, le había contado algunas partes de su "sueño" a Horacio y el de cresta había confiado lo que la mujer mayor le había dicho sobre no abandonarlo. Nadie nunca supo como ambos dejaron sus diferencias de lado e iniciaron una tregua que los llevó a lo inevitable.

Demás está decir que no fue un camino fácil el que llevaron, ni tampoco falto de malentendidos, dramas — Horacio amaba el drama — y mucho que aprender el uno del otro.

— ¿Dónde... dónde cree que va, Horacio? — preguntó, deteniendo la marcha del de cresta hacia la salida de los vestuarios vacíos de comisaría. — No hemos terminado de hablar...

— Yo ya terminé de hablar — remarcó el menor con resentimiento y la voz se le quebró al final.

Cuatro meses, cuatro meses y sentía que Volkov había estado nada más y nada menos que jugando con sus sentimientos, dando vueltas en círculos en donde no llegaban a nada nuevo, sino que siempre al comienzo. Una ida y venida que le tenía harto. Había dejado todo por él, todo; estaba siendo fiel al ruso aún sin ser nada, aún sin obtener nada más que una sonrisa, la suavidad de su voz o miradas confusas.

Y no podía soportarlo más, le dolía el corazón.

— Yo no — lo contrarió el peligris. — Necesito saber por qué estás comportándose así. Lo que sea que le pase le está haciendo fallar en el trabajo y eso no está bien.

— Me importa una mierda, si quieres regañarme como mi superior, entonces hazlo como mi superior en el despacho y con alguna causa — se rio Horacio. — De otro modo me largo de aquí. Ala, hasta mañana.

Volkov lo vio salir de ahí y no pudo detenerlo con ningún argumento. Lo único que quedó del joven de cresta fue su aroma y el golpe de la puerta al cerrarse.

Se volteó hacia su casillero y metió algunas cosas, para luego darse cuenta de que ya tuvo suficiente. Golpeó la puerta del casillero contiguo con un puño y cerró el suyo con rapidez para salir en su búsqueda. Atravesó la recepción y salió hacia afuera. El frío de la noche le golpeó directo en la cara.

Caminó hacia el estacionamiento y se encontró con él. Por suerte, aún no había abandonado el lugar.

— ¿Qué? — dijo al darse cuenta de que lo había seguido, aunque en el interior algo se retorció de la emoción al saber que se dio el trabajo de buscarlo en vez de hacer lo que hacía siempre: pasar de sus dramas y esperar que se le quitara.

— Horacio... ¿Qué sucede?

"Realmente no tiene idea de cómo funcionaban las relaciones humanas, el hombre de hielo", pensó el aludido, frunciendo el ceño ante su inocencia o falta de tino ante lo obvio.

— Estoy cansado, Volkov.

— Eso no justifica... no justifica su actuar conmigo durante...

— ¿Sabes qué? Sí lo justifica, porque estoy cansado de esto, estoy cansado de... de... — suspiró y se llevó las manos a la cabeza. — Por favor, no sigas dándome esperanzas si no las hay... entiendo que te sientes agradecido porque estuve allí cuando te recuperaste y por todo eso que me contaste que sucedió en tu cabeza cuando estuviste casi muerto, pero yo no... yo no soy capaz de...

Freaky friday || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora