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— Escucha, capullo, no es hora de jugar a los secuestros con tu novio, ¿Dónde está Horacio?

Horacio había decidido, desde el momento en el que sonó el móvil del comisario, que pondría esa conversación en altavoz para que ambos pudieran lidiar con él. Eso de haber escapado del hospital y no haber dado señales de vida no había sido la mejor idea, pero, en su defensa, ni Volkov ni él se sintieron más aliviados que cuando estuvieron desconectados del mundo por un momento, hablando sobre cómo podrían solucionar las cosas.

— Dígale que no estoy con usted — gesticuló el de cresta.

— ¿Cómo que mi novio? Ya se lo he dicho, fue una excusa, así que no lo mencione más ¿De acuerdo? — respondió Horacio con severidad, ignorando a Volkov, quien se quedó en silencio al oírlo meterse de lleno en el papel que le tocaba. — Y no lo he encontrado, quizás está en su casa, a mí eso no me importa.

— ¿Cómo que no lo has encontrado? ¡No tiene ni el DNI encima! ¡Anormal! ¡Capullo! ¡Te dije que lo buscaras!

— Pues ya le digo yo que de seguro está en su casa — repitió el peligris.

— Tráelo a comisaría, tengo que hablar con él... y escúchame bien: me importa una mierda que sea o no tu novio, lo traes a comisaría o no vuelves aquí.

Sonaba como un padre jodidamente enfadado y Horacio, muy adentro, se sentía contento de escucharlo así de preocupado por él.

— 10-4 — soltó y Volkov le hizo el favor de cortar antes de que el viejo siguiera con sus regaños.

— ¿Cómo se siente? — fue lo primero que preguntó Horacio, inseguro. Volkov notó con sorpresa el cambio desde la persona que hablaba con seguridad al teléfono y la que le hablaba ahora a él.

— Bien. Puedo ir a hablar con él, el problema es la ropa... necesito ropa de mi tamaño — respondió.

— Uh, no podemos ir a mi casa porque la llave está con mis cosas en el hospital.

— Pues vamos a una tienda y compro... es decir, usted usa mi dinero para comprar ropa — Horacio saltó ante la idea, pero Volkov se apresuró a añadir: — Voy a coger lo primero que encuentre, no vamos a llevarnos 1 hora en la tienda comprando prendas exóticas, Horacio.

Lo vio bajar la mirada y le vino la tentación de sonreír levemente. Era increíble cómo Horacio siempre le hacía bajar todas sus defensas para, al final del día, permitirle todo, como los abrazos, los piropos, los caprichos.

— ¿Y va a ir con la bata o con el pijama otaku? — le escuchó preguntar.

— Es... espéreme en el salón, no me tardo — contestó Volkov, evadiendo la pregunta.

Horacio asintió y se fue de la habitación.

- - - 

De vuelta al lugar que más problemas les había traído en el día, Horacio detuvo el coche de Volkov en los estacionamientos de funcionarios y apagó el motor, suspirando.

— Luce muy Volkov, Volkov — opinó.

— Es solo un pantalón negro, zapatos y una camiseta de mi tamaño blanca.

— Ciudadano estándar, tan solo falta teñir la cresta de negro y dejarme crecer la barba — siguió.

— Horacio...

— No, no, ya no discutamos. Vaya adentro, no haga enojar más a Conway... y use el pasamontañas, porque de seguro quiere ver a Dan, Horacio no tiene nada que hacer en comisaría...

Freaky friday || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora