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— Eh, siéntese, Volkov — dijo Horacio, serio. Por primera vez desde que se vieron envueltos en esa locura, el ruso pudo ver que Horacio sí podía parecerse a él por un segundo. Le hizo caso y se sentó. La cresta celeste ya estaba peinada y todo estaba en orden.

También se había bañado, pero eso es algo que se reservaba para sí y agradecía que el verdadero Horacio no lo vacilara con ello. Espero que hablara, intrigado.

— Supongo que esto es algo que no debería hacer porque Conway no me lo ha permitido. Pero viéndonos en esta... no puedo dejar que se entere cuando ya esté en el acto — explicó, sentándose frente a él en el mismo sofá. Sí, se parecía mucho a él cuando era serio. Manejaba muy bien las expresiones de su rostro, estaba sorprendido.

— ¿Cómo que Conway no se lo ha permitido? ¿De qué está hablando?

Si hay algo que Horacio no sabe hacer, sin embargo, es soltar la verdad de una forma suave, por lo que simplemente le dijo:

— Sigo en el CNP, soy subinspector de secreta.

— ¿Qué... Qué? ¿Pero qué cojones? — saltó Volkov con una expresión de horror que pegaba mucho con el cuerpo de Horacio.

— Gustabo y yo somos Fred y Dan, subinspectores, estamos trabajando para atrapar a Emilio y a su banda, es por eso que...

— Cuando... cuando los atrapamos en la playa, y... y me dejaron interrogarlo, Horacio... yo...

Horacio seguía pensando que Volkov era adorable, aunque ya no pudiera ver su cabeza pequeña ya que era él el de la cabeza pequeña, pero cuando se ponía a tartamudear, aunque tuviera su voz, su rostro y todo lo demás, él sabía el ruso estaba allí.

— No se preocupe — le dijo. — Yo para usted era un criminal y... lo sigo siendo, ¿Entiende? Si Conway no le ha dicho...

— Cuando vayamos allá tengo que actuar como... ¿Criminal?

— Eso depende, le ha dicho a Gustabo que quiere trabajar, así que van a tener que ir a patrullar como subinspectores.

— Nunca los conocí como subinspectores — confesó Volkov, pensativo. — Ni siquiera eso hizo Conway, no menciona sus nombres frente a mí.

Horacio sonrió, a Volkov le tranquilizaba ver esa sonrisa en su propio rostro, pero a la vez creía que no debía sonreír así cuando se metieran en el papel por completo.

— No sonría más de ese modo — le pidió.

— ¿Cómo? — preguntó Horacio, sonriendo mucho más a propósito. Volkov le evadió la mirada.

— Este tiempo he estado... mucho más cabreado de lo normal allá afuera, así que sonreír no sería muy... yo — explicó.

Horacio, por su parte, no podía decir lo mismo. Estaba feliz de ser quién era y de los logros que estaba consiguiendo siendo Dan, aunque, por otro lado, ser Dan le provocara ciertos conflictos. Él quería que todos le tuvieran el respeto y la admiración que le tienen a Dan, pero como Horacio, ese era el mayor conflicto que tenía con su otra personalidad, sin embargo, confiaba que algún día todos sabrían, y siempre, siempre confió en que algún día Volkov lo sabría y se sentiría orgulloso de él.

Al parecer, gracias a esa jodida maldición — si es que no era sueño — ese momento se había adelantado.

— Pues usted como yo no debe preocuparse, es más, debe dejarse llevar — le indicó. — Fred y Dan son... son los héroes de la ciudad, tiene que actuar como tal.

— ¿Qué dice? — replicó Volkov.

Horacio suspiró.

— Volkov, yo por mi parte no voy a decepcionarle. Si tengo que actuar como usted, lo haré como un actor profesional. Ya sé que piensa que soy un retrasado, pero...

Freaky friday || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora