X V

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Se tocó los labios con una mirada ausente en el puesto que anteriormente había ocupado Horacio cuidando de sus heridas. Quizás estaba tomándole costumbre, o sencillamente se estaba volviendo loco, pero tocar esos labios no se sintió extraño. Desde el beso, los había asumido como suyos, así como sus verdaderos labios se los había dejado a Horacio.

Horacio Pérez se había llevado todo y había dejado un vacío mucho peor del que había antes, en donde tan solo debía haber más de lo mismo en la vida de un ruso aburrido, solitario y malhumorado.

Había hecho mal en precipitarse, pero algo había y necesitaba seguirlo descubriendo. No quería rendirse y decir que esa no era la salida porque sabía que, si no era Horacio, no sería nadie, y tendría que acostumbrarse a vivir en un nuevo cuerpo por siempre.

— ¡Algo hay! ¿Por qué no funcionó? — susurró, enfadado. — ¿Por qué no funcionó si...? Sí...

Sintió calor en las mejillas, un calor que se extendió por todo su rostro moreno, el rostro de aquella persona que le hacía sentir así.

— Si me gusta — esta vez, el susurro salió como un suspiro lleno de sorpresa. — Si Horacio me gusta... — repitió, pues al repetirlo, al expresarlo fuera de su mente, parecía incluso más real y concreto.

¿Acaso no era suficiente? ¿Acaso debía sentir más y era su culpa?

¿Será que ese descubrimiento, que le hacía sentir tan bien y extraño a la vez, era una piedrecilla comparado con lo que de verdad sentía Horacio por él? ¿Sería injusto entonces intentar siquiera equilibrarlo con un beso precipitado?

Sí, fue precipitado, eso era cierto. Quizás no fue el momento... Horacio solo estaba limpiando sus heridas y ¿Qué le pasó por la mente?

Realmente no quería besarse a si mismo, le distraía verse y hacerlo. A quien quería besar era a Horacio y, en su desesperación por volver a su cuerpo y hacerlo, arruinó todo.

¿Volver a su cuerpo y hacerlo?

¿Quería volver a su cuerpo solo por besar a Horacio?

Se tumbó en el sofá con cuidado de no pasar a llevar nuevamente la herida al descubierto y miró hacia el techo: era increíble, pero cierto. Un pequeño gusto, una sensación de calidez en su interior como una chispa que amenaza con incendiarlo todo estaba provocando revoluciones en él. Puede que Horacio, al ser una persona tan emocional y dispuesta a amar al resto con todo de sí sienta que eso es nada, se enfade, se frustre, pero si tan solo pudiera ver el caos que provocaba en una persona que se prohibió sentir desde que perdió a su familia y lo perdió todo a tan corta edad sentiría que es un mundo.

Un mundo nuevo por descubrir.

* * *

Horacio salió del edificio y caminó hacia la costa sin rumbo fijo. Tenía mucho en lo que pensar, pero su mente se encontraba nublada por el beso que Volkov le había dado con sus propios labios, algo realmente bizarro como para ser considerado un buen "primer beso" con la persona que le roba el sueño.

Sintiendo la brisa de lo que comenzaba a ser aquella noche, ni siquiera sabía qué pasaría con los planes que tenía, ¿Acaso volvería e irían a la fiesta de Nikolai? ¿Qué le diría Volkov cuando volvieran a verse? ¿Qué explicación tendría para haberse comportado de ese modo?; Sin embargo, si lo pensaba bien, lo veía venir. Volkov debía tener bastante claro que sus sentimientos no han cambiado en el tiempo y que sigue perdidamente enamorado de él, lo cruel y triste es lo que tuvo que pensar para llegar a la conclusión de que forzándose a sentir algo de vuelta revertirían lo que les estaba pasando.

¿Tan poco sabía sobre amor?

Pateó una piedra y observó a algunas parejas caminando por la acera del frente de la mano. El amor es espontáneo, quizás no se de al mismo tiempo entre algunos, pero debe estar allí, y Volkov sencillamente no lo sentía.

Suspiró.

Avanzó lo suficiente como para poder ver el mar y, decidido a acercarse lo más que pudiera tan solo para sentir la brisa y el sonido del oleaje nocturno, apresuró el paso, pero entonces y sin prevenirlo de ninguna manera, dos van lo acorralaron y de ellas salieron personajes que conocía demasiado bien.

Tardando un poco en asimilar que la situación era que querían secuestrar a Volkov, no a Horacio, alzó las manos e intentó decir "¿Pero qué coño? ¡Soy yo!" lo cual se le quedó atorado en la garganta cuando supo.

— Vaya, vaya, culito ruso, pensé que nos la iba a poner un poquito más difícil esta noche... — miró hacia un costado, el diablo se le acercó peligrosamente a hablarle al oído. Él bajó las manos, considerando que Volkov no haría eso, y se quedó estático en su puesto.

Estaba realmente jodido.

— Están cometiendo un grave error — dijo.

No podía llamar a Gustabo.

No podía llamarse a sí mismo, es decir, a Volkov, aunque estuviera a menos de un kilómetro.

No podía llamar a Conway.

¿Qué mierda haría Horacio en el cuerpo de Volkov? ¿Cómo podría salvar el cuerpo del comisario de lo peor que podría pasarle? ¿Cómo no poder involucrarlo?

Sentía ganas de llorar de la impotencia.

— ¿Un grave error? — dijo Nadando, a quien Horacio miró inmediatamente. Las armas gruesas que llevaban intimidarían a cualquiera. Debieron haberlo planeado hace bastante.

Y nunca se lo confiaron a Gustabo o a él.

— Si me toman a mí, vais a terminar muertos tarde o temprano — amenazó, sintiéndose más indefenso que nunca, volviendo a ser un pequeño niño en problemas, sobre todo porque ese cuerpo, el cuerpo de la persona que más ama en el mundo, estaba a su cargo y se le estaba yendo de las manos.

Viktor Volkov, el verdadero, hubiera sabido qué hacer, hubiera mantenido la calma, hubiera sido la mejor persona allí.

— No antes que tú — se mofó Manolo, el más nuevo de la organización y a quien Gustabo y él siempre le tuvieron manía.

— Sé quiénes sois... cada uno de ustedes, lo puedo decir, están muertos.

De pronto, de la camioneta bajó un sujeto con una máscara navideña y colorida que tenía luces en la gorra que llevaba, el cual avanzó directamente hacia él sin dudar ni un solo paso y le dio un culatazo que le dejó inconsciente con una precisión escalofriante.

Después de que el grupo sintiera como el pesado cuerpo del comisario caía al suelo, Nadando suspiró cancinamente:

— ¿Tenías que hacerlo? — preguntó, mirando al chino.

— Mucho blablá, vamo', que tenemo' que lleval a este malicon plonto al lugal que dijimo' — contestó el aludido.

— Está bien, andando — ordenó el de gorra de explorador y entre el Diablo y Manolo metieron a Volkov a una de las van.

La poca gente que transitaba cerca de la bahía había corrido por sus vidas al ver a esos sujetos y las armas de alto calibre que traían. Si llamaban o no a la policía, eso les importaba poco, por ahora tenían al comisario y nadie podía hacer nada por él. 

* * *

Bueno, bueno, que estoy re-lenteja con las actualizaciones por asuntos que van más allá de mí (asuntos otacos, claramente). 

En cuanto a todo fic que no sea este, están pausados indefinidamente y debo confesar que no estoy viendo la serie nueva (infamesrp) porque (esto es una opinión totalmente personal) no me gustó que continuaran con los personajes de spainrp. 

Bueno, eso.

Saludos :D

Freaky friday || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora