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Se encontraban mirando TV, lo cual más bien era un escondite para ambos, quienes se encontraban sumergidos en sus propios pensamientos, y lo que pasaba la pantalla era una película en blanco y negro que no le interesaba a ninguno. Volkov, somnoliento ahora que le venía a caer encima todo el cansancio que no le hizo dormir demasiado por la tarde, bostezó y se estiró en su puesto hasta que algo en su pecho no anduvo nada bien.

Se encogió de dolor sin soltar alaridos ni quejidos alarmantes, esa no era su forma de expresar el dolor. Horacio, sin embargo se percató enseguida de que algo no iba bien y se volteó a verse a sí mismo luchar contra el dolor de un modo bastante poco normal en él, pero no en el ruso de hielo.

— ¡Volkov! — exclamó.

— No se... no se preocupe, Horacio y... y disculpe por esto — balbuceó el herido, quien comenzó a sentir húmedo fuera del vendaje que había cambiado antes de salir.

— ¿Disculpas por qué? ¡Déjeme ayudarlo! — se desesperó el contrario.

— En el baño hay un... joder, un botiquín con vendas y otras cosas... por favor, trai...

— ¡Sí, sí! No hable, ya vengo — saltó el más alto y corrió hacia el baño a buscar lo que necesitaba su cuerpo para volver a estabilizarse.

De otro modo tendrían que partir al hospital con urgencia.

Cuando volvió, se dio cuenta de que Volkov, en su cuerpo, había vuelto a sentarse, se había quitado la chaqueta y la remera blanca que llevaba estaba teñida de rojo oscuro bajo su mano, que presionaba como podía la zona afectaba.

— Venga, tiene que quitarse eso y veremos qué es lo que pasa, sino debemos partir al hospital ahora ya...

— No diga tonterías, Horacio, no será necesario — le aseguró Volkov, levantándose un poco con una mueca antes de quitarse la mano del hombro e intentar remover la remera por arriba. Horacio dejó las cosas en el sofá e intentó ayudarle.

Con sorpresa, descubrió que Volkov le dejó y apenas la prenda se deslizó hacia arriba por el brazo afectado, se dedicó a sostener la herida nuevamente mientras Horacio continuó con la tarea de terminar de desvestirlo y lanzar la remera al suelo.

Luego de eso, Horacio, en el cuerpo del comisario, tomó las cosas y se quedó en su lugar, incapaz de acercarse y tocarlo, lo cual era bastante loco porque era su cuerpo, su piel, pero sabía que si tocaba eso que le era tan suyo, quien lo iba a sentir iba a ser Volkov y eso hacía que su corazón latiera de una forma anormal, una que casi podía llegar a escuchar en sus oídos.

— Vamos a ver... — dijo.

Volkov alzó la mirada y vio directamente hacia sus ojos azules. Lucía tan preocupado, pero no sabía si porque la había cagado y había dañado el cuerpo que le pertenecía o por él, por la persona que estaba allí dentro.

¿Acaso le importaba?

Bajó la mano y con ello sus defensas y dejó que Horacio retirara el vendaje con sus manos frías y desnudas. Volkov las observó: solía llevarlas todo el tiempo con guantes, pero ahora que Horacio estaba haciéndose cargo de su cuerpo, las llevaba siempre descubiertas. Le maravillaba verse desde afuera de ese modo, con alguien tomando decisiones por él y resolviendo deshacerse de sus inseguridades para reinventarlas.

Era fascinante.

— Dígame si le molesta, no suelo... bueno, de hecho, nunca he curado las heridas de nadie sin cagarla, así que... — balbuceó su nueva versión, una más cálida y especial, una que actualmente le gustaba ver, no como aquella que veía al espejo todos los días y detestaba profundamente.

Freaky friday || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora