XX

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Conway despertó a la mañana siguiente con un brazo inmovilizado y un dolor de cabeza de cojones. Gracias a la acción temeraria de Greco, quien se suponía debía esperar a la orden del superintendente entre los arbustos con el equipo, no hubo bajas, aunque sí consecuencias irrevocables, como por ejemplo, la pérdida de tres de sus dedos de la mano izquierda.

El comisario de barba se enfrentó casi de frente a Gustabo, quien logró sacar su arma con una velocidad impresionante, pero no tanto así su puntería, la cual falló y le fue a reventar media mano a su adversario antes de intentar volarle la cabeza a todos y terminar abatido por Volkov, es decir, "Horacio", su hermano, lo cual pareció asombrarle mucho más que el disparo que recibió en la pierna y terminó por derribarlo.

Ganaron una batalla, sí, pero ni por cerca la guerra, porque tanto Kalahari como el sujeto a quien identificaban como Nadando habían huido. Quienes irían directo a la prisión después de curar sus heridas de bala fueron identificados como Gustabo García, Emilio Escobilla y un muchachito que no llevaba su identificación encima pero sí una máscara de cebra que casi lo termina matando por asfixia, lo cual habría sido bastante irónico en una batalla a muerte como la que se dio en ese lugar y a oscuras, en donde todos tenían altas probabilidades de morir perforados por una bala.

Le hubiera gustado decir que se encontraba satisfecho, incluso feliz porque Greco gestionó una emboscada increíble y dejó a los alumnos menos capacitados fuera de eso, lo cual agradecía en el fondo ya que no quería lamentar la muerte de ninguno; pero la verdad es que nunca se había encontrado peor, y se le notaba.

Una ventaja de ser "Horacio" en ese momento es que ni siquiera se molestaba en disimular, como cuando estaba en su propia piel, y  se dejaba ver como era: un desgraciado, un muerto viviente que no ha pegado ojo desde que indujeron al verdadero Horacio Pérez a un coma del cual ni siquiera sabía si saldría vivo.

Fue el mismo Greco quien llegó esa mañana a su lado con un café en su mano sana y las noticias de que Conway había recuperado la conciencia. No se había disociado ni había huido del hospital creyendo que está en otra época y lo primero que había dicho había sido que mataría varias personas, lo cual era un buen indicio de su buena salud a pesar del disparo cerca de la clavícula que casi lo manda al otro patio.

— Es una... muy buena noticia — dijo, aceptando el café que le entregaba su compañero sin mirarlo.

— Horacio, debes dormir — le aconsejó Greco, preocupado en el fondo. Había tomado con su buen humor de siempre la falta de sus tres dedos, imaginando todos los escenarios de su nueva vida sin ellos, pero realmente le conmovía y preocupaba a la vez lo que estaba sucediendo con el joven moreno que no se despegaba de Volkov desde que llegaron al hospital. 

Incluso aún tenía manchas de sangre en la ropa y la piel después de haber protegido al comisario ruso con su cuerpo en medio del tiroteo. 

— No puedo, ¿Cómo podría...? — sin despegar los ojos de su cuerpo intubado con esas máquinas invasivas y todos esos morados distribuidos por su piel de porcelana, el verdadero Volkov reprimió las ganas de llorar con todas sus fuerzas, aunque sabía que al de barba no le importaría verlo así porque para él era Horacio y lo comprendería mucho más que si estuviera en su propia piel.

Después de todo Horacio siempre fue el que demostró que moriría por Volkov, y literalmente ahí estaba: Horacio en coma muriendo por él mientras todos creían que era al revés.

¿Y ahora qué haría?

— Volkov no se va a... pues... Mira, Horacio, si te vas a dar un baño o a dormir un instante, él no irá a ningún lado — intentó decir el comisario. — De milagro no te hicieron nada, solo tienes rasguños, estuviste fantástico allí afuera y nuestro equipo está completo... tan solo debemos esperar.

Freaky friday || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora