Despertó de golpe a las 5:30 de la mañana. A sus 38 años, solía despertarse la mayoría de las veces a esa hora como si tuviera un reloj biológico activado en su cuerpo. Algunas veces salía a correr para despejarse antes de prepararse para ir a comisaría; otras, como aquella, se quedaba en la cama, perezoso, sintiendo el peso de la resaca poco a poco caer y aplastar su cabeza.
Un poco aturdido, tomó una de las almohadas y la puso sobre su cabeza, inspirando profundamente antes de quedarse bien quieto.
Esa almohada no olía a él, pero tampoco olía a algo ajeno. Reconoció el aroma, alarmado, y se quitó la almohada de la cara para buscar el interruptor de la luz que tenía al lado de su cama, pero no había nada. Se sentó en la cama, confundido, pensando que aún estaba ebrio, y comenzó a tantear la mesita de noche, descubriendo un montón de basura, unas gafas, cigarrillos, entre otros.
Se pasó una mano por la cara y comenzó a buscar por la cama algo esencial.
— Joder, ¿Cómo de ebrio tuve que llegar para dejar el móvil en la cama? — se habló a sí mismo. Era un maniaco confeso del control, jamás le gustó dormir con el móvil cerca de su cuerpo en la cama, es por eso que se extrañó de encontrarlo entre las sábanas, pero como no estaba en la basura que tenía en la mesita de noche, otra cosa que le parecía jodidamente extraña, supuso que debió haberlo dejado allí después de enviar algún mensaje ebrio.
Y ojalá ese mensaje no fuera para quién pensaba.
Al momento de encender el móvil, la luz le cegó.
— Joder — maldijo, y buscó la función de linterna.
Fue en ese momento en el que recorrió la habitación con la mirada, siguiendo el camino que iba trazando con la linterna, y se dio cuenta de que esa no era su habitación.
— ¿Qué cojones?
Se levantó, muy a la defensiva, y salió de allí en busca de alguien. Esa no era la casa de Greco en Paleto, ni el nuevo departamento de Conway. ¿Lo habían llevado a casa de uno de esos dos? ¿Esa era la nueva vivienda de Horacio? ¿O la de Gustabo?
¿Y dónde estaban todos?
Recorrió la casa y como era bastante pequeña terminó al instante: estaba solo.
'Mami que tu quiere', aquí llegó tu tiburón, yo quiero perrearte y fumarme un blunt...'
Saltó en su lugar, con el teléfono vibrando y sonando a todo lo que daba en su mano; lo miró, molesto. Ahora resulta que tenía el mismo tono de llamada que Horacio. Eso debía ser obra de Conway y Greco, estaba seguro.
Lo que vio en la pantalla, sin embargo, le hizo olvidar lo que pensaba sobre esa especie de "broma".
Se estaba llamando a sí mismo.
¿Estaba soñando?
— ¿Sí?
Su voz. No, no la del otro lado. Su voz... no era su voz. Era...
— No se desespere — habló esta vez su verdadera voz, SÍ, la suya, al otro lado del teléfono. Estaba tan jodido que había comenzado a sudar frío. — Camine hacia un espejo y dígame lo que ve, ¿Vale?
Asintió, como si su otro yo pudiera verlo, y caminó en busca de un espejo en aquella casa ajena. La persona al otro lado del teléfono esperó pacientemente a que encontrara el baño, encendiera la luz y...
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH!
- - -
Se despertó porque tenía ganas de mear, básicamente. Se estiró en la cama, cómodo, y sintió una textura suave contra su piel acompañada de una sensación de estar entre nubes. Ese, sin duda, no era su colchón, pero tampoco era uno desconocido, al igual que las sábanas.
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Freaky friday || Volkacio
FanfictionHoracio y Volkov cambian de cuerpo por un día. El viernes más jodido de sus vidas.