Estamos a tiempo

128 13 2
                                    

Querido anónimo,

Te hunden. Intentas sonreír. Decir 'no me importa'. O simplemente 'voy a ser feliz'. Pero lo único que haces es torturarte en silencio. Intentas aparentar ser feliz. Y digo intentar, porque no lo logras. Nadie cuenta de que ocurre algo. Algo que ni tú misma sabes que está sucediendo. Pero hay un impedimento que te prohíbe ser feliz. Y es algo que no soportas. Ves a todas esas chicas rodeadas de amigas y novios, sonrientes. Vaya, parece que nunca les ha ocurrido algo malo. Que toda la mala suerte te la llevas tú. Definitivamente, el mundo está en tu contra. Hay una nube gris, que tapa el sol desde tu ventana. Es algo incontrolable. Y aunque intente levantar mi autoestima o mis ánimos, no puedo. No puedo evitar derramar lágrimas. No puedo cambiar lo que el destino me ha deparado. No puedo. Mi fe está muerta. No existe. He soportado muchas críticas. Siempre he intentado tener una buena autoestima. Cuando me insultaban, decía: "Tranquila, no es verdad, ignóralos." Pero te insultan tanto, tantos años, que esas palabras se te graban, se te quedan. Y te lo crees. Ya tu autoestima está destruida. Te pones a pensar y ¿adivina qué? Tienen razón. Empiezas a odiar todo de ti, TODO. Tu carácter, tu físico, todo. Ahí empieza el odio. Te miras al espejo y sólo tienes ganas de llorar. ¿Sabes? Tu autoestima desapareció. ¿Amor por ti mismo? ¿Eso en verdad existe? Sólo queda el odio hacia ti mismo. Mis problemas quizás sean insignificantes comparados con niños desamparados, personas sin hogar o sin alimento. Pero para mi es algo que me impide ser feliz. Son problemas insignificantes para el mundo y una carga insostenible en mi vida. Cada día crecen. Van en aumento. Y pierdo el control de la situación. Llega un momento en el que no puedo más, mi cuerpo ya no puede seguir adelante. Me rindo. Sin más. Sin luchar por mi felicidad. Y claro que sé que debo luchar por mi felicidad, por mis sueños. Claro que lo sé. Pero, ¿podrías aguantar durante años burlas de los demás? ¿cada cuál la mentira más gorda de todas? ¿cada sentimiento de desprecio? ¿cada momento de rechazo? ¿cada remordimiento de creer que toda la culpa es tuya? Sí tú puedes, dímelo. Porque sí es así yo te prometo, que seguiré adelante y que no me rendiré. Que sonreiré cada momento del día y reiré cada minuto del día. Pero tan sólo, dímelo. Dime que puedes con cada carga día tras día. Dímelo. Dime que no te importa lo que los demás opinen de ti. Que no te importa perder a un amigo. Que no te importa perder a una persona esencial en tu vida. Que no sufres cuando te rompen el corazón.Dime que las inseguridades no pueden contra ti. Que venciste todos tus miedos. Que no temes a la muerte. Que eres feliz. Dime que todo va bien en tu vida y que jamás derramaste una lágrima. Que jamás sufriste por amor. Y que odiaste la distancia. Dímelo. Y prometo ser feliz. Prometo dejar el pasado atrás. Pero ni tú, ni yo, ni nadie puede con tal peso. Todos terminan cayendo. Todos terminan sufriendo. Y es que la vida no es una mierda, la mierda son las personas. Mientras unas te apuñalan otras dicen que estarán a tu lado, siempre. Gracioso, ¿verdad? Ahora cuándo más necesito un simple abrazo, no encuentro a nadie a mi alrededor. Me encuentro sola en un espacio oscuro. Estoy en una burbuja alejada del mundo. Marginada. Hace días que dejé de ver el lado positivo a la vida. Y es que estoy harta de esta sociedad. Que se juzga sin conocer. Que lo más importante es destacar. Estoy harta. ¿Alguna vez te has parado a pensar en cada detalle de tu infancia? Sí. Todo eran risas. No habían obligaciones ni preocupaciones. ¿Por qué no aplicar eso nuestra vida? ¿Por qué? Es un por qué sin respuesta. Exacto, no tiene respuesta. Porque todos queremos ser felices, sin preocupaciones. Pero hay algo dentro de nosotros que nos está matando. A medida que crecía, mi vida fue cambiando. Fui quitándome las viejas vestiduras. Dejé de creer en los sapos que se convertían en príncipes azules al besarlos y empecé a creer en príncipes azules que se convertían en sapos. Olvidé el significado de la palabra felicidad. Ya no soy la niña positiva que solía ser antes. Miedos, temores e inseguridades. Es algo que últimamente se está apropiando de mi. Algo que desearía cambiar, pero una voz interior se niega rotundamente. No le tengo miedo a los sueños, temo que los sueños superen a la realidad. No tengo miedo a caerme, temo el no poderme levantarme del suelo. No le tengo miedo a la muerte; le temo a no haber podido aprovechar cada momento lo suficiente. Tengo miedo a no haber hecho lo correcto en cada decisión tomada. En cada camino escogido. Tengo miedo a perder personas imprescindibles en mi vida. Tengo miedo a hacer el ridículo. Tengo miedo. Tanto, que en ocasiones me da miedo mostrarme como soy realmente. Tanto, que en ocasiones prefiero no existir. El temor a fallar. El temor a ser olvidada por personas importantes en mi vida. El temor a ser rechazada. Inseguridad al caminar. Al dar cada paso. Inseguridad al hablar. Al decir cualquier estupidez. Inseguridades hay tantas. Una lista interminable de miedos. Miles de temores escondidos. Millones de inseguridades demostradas. Tengo miedo de buscar y no encontrar. Tengo miedo de querer y no ser querida. Tengo miedo de hablar y de no ser escuchada. Y me siento tan cansada y pequeña que dan ganas de tirar la toalla y desaparecer de este mundo lleno de injusticias. Estoy cansada de ocultar mi verdadero ser. Mi forma de pensar, de analizar las cosas y de actuar a mi manera. Estoy cansada de ser manipulada por el miedo a fallar o defraudar a alguien. Estoy cansada de aparentar ser lo que no soy. Estoy cansada de esto. Pero aún estamos a tiempo, anónimo, estamos a tiempo de cambiar. De mostrarnos como realmente somos. Estamos a tiempo a ser feliz. Que el temor a fallar no nos impida jugar.

S. Harrison

Manual de desahogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora