Sol y luna; frío y calor.

159 14 0
                                    

Querido anónimo, 

sé que hacía tiempo que no escribía y en parte me siento mal. Y como supongo que, anónimo, te estarás preguntando el por qué a esta revelación, me veo obligada a contártelo. 

Estas últimas semanas, a excepción de algunos momentos, me he sentido realmente bien. Tanto conmigo misma como con lo que hago. En parte ha sido gracias a que hace poco fue mi cumpleaños y, quieras o no, es un día en el que todos se acuerdan de ti y te tienen más en cuenta y, sinceramente, se agradece. También porque mis notas no están llendo mal y porque la Navidad se acerca y aunque yo no soy muy partidaria de esta celebración pues, este año, y no me preguntéis por qué, me hace ilusión. Y es por estas razones y por las que ahora olvido que no he escrito. No por falta de tiempo, sino porque aquí me desahogo y dejo la parte más vulnerable de mi persona y pensé, inocente de mi, que si abandonaba un poco esto y controlaba lo que pienso y/o siento, todo empezaría a ir mejor. Porque, si Roma no viene a ti, tú tienes que ir hacia Roma. 

Pero bueno, al final, siempre exploto, de una manera u otra y con las personas que menos lo merecen. Y es que yo, al cabo del día, soporto más cosas de las que soy capaz de aguantar. Y callo, siempre. Y pienso, mucho. Y tal vez, ese sea el verdadero problema pero, qué le voy a hacer, yo soy así.

No te voy a mentir, no estoy bien, pero tampoco estoy mal, simplemente, estoy. No sé si te pasa, anónimo, que hay veces que no sientes nada. No es que todo te dé igual, simplemente, que estás vacía. Y no es malo. A veces es mejor no sentir nada a sentirte fatal.

Y bueno, yo no escribía porque me sentía bien y no quería aburrirte con esas cosas, porque no tenía nada que contar. Pero siento haberte dejado desatendido, eso estuvo mal. 

Sinceramente, estoy harta, un poco solo. Pues, no sé, últimamente todo se está complicando. Te puedes creer que ya ni siquiera salgo porque no me siento a gusto con mis amigos y que ni siquiera sé por qué he dado el dinero para ir a la fiesta de Navidad con ellos. Están cambiando, como es normal, pero de una manera que, a mi parecer, es detestable. Puede que la rara sea yo, la que no encaja ahí, la extraña. El caso es que yo antes deseaba que el sol acariciase mi piel y ahora, en cambio, aborrezco esa luz, prefiero la artificial de la bombilla de mi salón. Y es que el sol ha dejado de ser un buen amigo para mi. Ahora si me preguntan, me decanto por el frío. El frío. ¿Y sabes por qué? Porque me siento identificada. Porque yo soy fría, no siento la sangre recorrer mis venas. No siento nada. No me ilusiono. El calor del sol me abandonó y el frío viento me arropó. Casi tanto como la luna, que pobre de ella, es la que más alumbra si no tiene al sol al lado. Es el segundo plano. Y tiene amigos casi invisibles y a ninguno se ha acercado jamás. Y está sola, en todo ese gran firmamento y no sabe cómo actuar, pues hasta hay días que aún está presente. Fría, blanca y solitaria, como yo. 

Es difícil de entender, pues ni yo lo entiendo pero, en mi vida algo va bien y algo va mal. Es como si fuesen dos vidas. La positiva y la negativa. Blanco y negro. Y ya no hay gris que valga, porque ese gris se difuminó ya con el tiempo. Pero no me entristece, simplemente, me abate. 

Y es que, anónimo, a veces la vida es así. Porque, al igual que mi vida es blanca o negra, hay personas que van a por todas y actuan y lo dan todo y ganan y, hay personas que esperan no por ganas, sino por falta de ellas. Y es que a veces no hay nada que contar. A veces lo único que hay que hacer es dejar pasarlo todo y quedarse quieto y esperar. Porque hay personas que sólo valemos para eso. Y no tiene nada de malo, pero tampoco está lleno de cosas positivas. Porque la luna y el frío es la que dirige mi vida pero,

quién sabe, tal vez, algún día, el sol por fin alumbre mi vida, y todo todo cambie, y yo, vuelva, por entero, a ser yo.

A. Lennon.

Manual de desahogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora