Hípsomnia (IV)

27 7 8
                                    

Caminamos en silencio, no deseo saber nada, no quiero que me diga que soy una persona que nace cada mil años para cumplir una misión. Sin embargo, no puedo escapar. Azura chasquea sus dedos, aparece una mesa redonda blanca de mármol con un lobo negro dibujado con finos trazos. El borde es dorado y brilla con el reflejo de las lunas. De la nada aparecen dos sillas y dos vasos acompañados de una jarra con lo que parece agua y tiene unos limones flotando. Nos acomodamos y el gato se sube a mis piernas ronroneando.

Miro el cielo y las lunas comenzaron a separarse, al intentar ver la hora en mi reloj, las agujas estan paralizadas en el mismo horario en el cual me desmayé, las once de la mañana. Estoy nervioso porque siempre lo desconocido me genera desconfianza, sin embargo, Azura no tiene la forma, ni la actitud de un demonio. Ingnisute en un comienzo pareció ser una anciana desprotegida para luego ser un engendro de fuego, rey de Reiga, donde las almas que sufren son devoradas por sus mascotas o por él mismo.

Azura me llena el vaso mientras sonríe y me mira con sus grandes ojos, y yo esquivo su mirada. No me interesa nada de lo que tenga que decirme. Chasquea sus dedos y aparece comida: galletas rojas rellenas de crema, pan y muffins multicolores. No tengo ganas de comer, aunque mi estómago opina lo contrario y gruñe furioso, no es momento de hacer un picnic.

—Tienes que comer Luke, estas delgado y tu piel es pálida.

—No es tu problema, yo como cuando quiero.

—Tu estómago opina lo contrario —señala mirándome sonriente.

—Dime que quieres así terminamos esta reunión lo más rápido posible —exijo molesto.

—Luke, no es tan sencillo como que puedes desaparecer tu identidad, lo que estas destinado a ser. Fuiste elegido para una misión y tienes que cumplirla quieras o no.

—No lo haré, pueden castigarme si quieren —me encojo de hombros.

—Creo que aún no comprende nada, ¿no?

—Sí, me enfrenté a dos demonios que me quieren devorar y fui salvado por una voz femenina.

—La persona que arriesgó su vida es la protectora de la luz, Sunshine. Rompió todas las reglas predispuestas por Coelum y ahora esta en la cárcel de Ergatus, en las afueras del Regnator, en las lejanías del mundo de los sueños, al límite con el infierno. Prometí liberarla cuando pueda entrenarte y cumplas tu misión.

—Dile de mi parte muchas gracias, pero nunca tuvieron en consideración que yo quería morir para ver a mi familia.

—Escúchame bien —dice con calma, pero es la misma calma que usaba mi padre antes de castigarme, con el rosto tenso, sin emociones—. Muchas personas se arriesgaron para que tú llegues aquí, a Hípsomnia, sano y salvo. Prometí a Sunshine esperar para contarte parte de la verdad. Pero tu terquedad y tu inmadurez hacen que me saque de quicio, por lo tanto, para no discutir en vano te contaré lo que sucedió y espero que entiendas que esto no es un juego. Tus padres, ellos te criaron como nosotras se lo indicamos, y entregaron su vida para salvarte. Estás solo y lo sé, pero todos en cierto modo lo estamos, yo vivo aquí desde hace más de doscientos años...

—Azura —digo con angustia y sin ese enojo que me envolvió en el comienzo de la charla— ¿quieres decir que mis padres sabían de ustedes y que siempre supieron que morirían de esa manera?

—No, ellos sabían que debían protegerte hasta que tuvieras la edad suficiente para vivir en el lugar que se te ha destinado hace siglos. Nunca esperaron que el avión se cayera por obra de los demonios de Edaxnios y que te secuestrara para devorarte. Es más, ellos decidieron darte ese regalo porque sabían que pronto serías separado de sus brazos y querían disfrutarte. Nosotras, tus protectoras, no estábamos de acuerdo pero no podía impedirte ser feliz por última vez.

El guardián y el mundo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora