El Cementerio Olvidado(III)

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Se escuchan pasos, risas diabólicas y repiqueteos de piedras contra el suelo. Odio completamente la oscuridad, me conecta con mis peores temores, y uno de ellos es morir en una absoluta soledad envuelto en el peor de los dolores.

—Recuerda que no puedes usar ningún conjuro, aquí está prohibido y en la cueva penumbrosa, tu poder es absorbido por las paredes —indica Lecia y su voz retumba como un eco lejano.

Agarro a la asesina roja con mis dos manos en el momento que late con más fuerza, le susurro que me ayude a llegar al final del túnel y ella me oye haciendo brillar con sutileza su llama celeste; las letras por otro lado se apagaron y es comprensible, aquí el poder mágico está prohibido.

Las paredes son oscuras, acerco la espada para observar de cerca las raíces blancas que descienden por la roca y que se mueven como si estuviesen absorbiendo agua. Es un movimiento parecido al peristáltico que se da en nuestro cuerpo al hacer la digestión y me recuerda los vídeos del cuerpo humano que veía con mi hermano Mathew. Nos ocultábamos en el sótano y solo el brillo del celular nos reflejaba nuestros rostros. Era uno de los pocos momentos que me conectaba con mi hermano y podíamos disfrutar de nuestro encuentro sin discutir.

Sigo caminando a pasos lentos y seguros, quisiera correr pero la incertidumbre del futuro que me espera hace que mis piernas estén en alerta y no quieran subir el ritmo. A los lejos observo pequeños círculos rojos, como si fuesen ojos mirándome con enojo, se mueven de un lado a otro, algunos se cruzan y solo dos se quedan en el medio, inmóviles. Les apunto con la asesina roja pero no parece importarles, al contrario, vienen a mi encuentro con velocidad. Revolotean a mi lado y el brillo de la asesina roja me muestra que son ojos flotantes. Algunos se colocan delante de mí, otros arriba y algunos atrás; camino mirándolos y girando para no perder el control sobre la situación.

No me dirán nada, sin embargo, es un panorama tétrico, intento atacar a los ojos rojos y esquivan cualquier arremetida. Es como atacar a las moscas con mis manos lentas, siempre se me escapaban. Todo depende de anticiparse al movimiento del enemigo para atacarlo y vencerlo.

Las risas aparecen como oleadas pero ellos no tienen boca por lo tanto más adelante me esperan más peligros. Tengo que ser inteligente, estos ojos perversos quieren que me transforme en mi peor enemigo: un demonio sin alma que destruirá los tres mundos y sumergirá a los humanos, demonios y seres mágicos a un dolor insoportable.

Recuerdo una película que vi un día de verano en el momento que una gran tormenta azotó a Mane. Vientos huracanados golpeaban las paredes como un monstruo furioso y hambriento que deseaba destruir mi hogar y comer a sus habitantes. Mi madre siendo siempre la mujer más perspicaz que conocí, intentó a pesar de las quejas de mi padre, mantenerme entretenido con la película y que no me concentre en lo que pasaba en las afueras. Encendió la televisión y me dijo: «La osadía del Pirka es la historia perfecta para este momento». Me abrazó y mientras en las afueras todo era rugidos, golpes y una lluvia intensa; yo me centré en lo importante. Tenía que verla completa para luego escribir un informe de qué me pareció y cuál sería el final que yo le hubiese dado. La historia transcurría en un reino alejado encallado en la montaña más alta y más desolada del mundo. Pirka era el guerrero más poderoso y valiente del reino, sin embargo, se negó a invadir un pueblo donde solo vivían campesinos. El rey, Pebiá, le quitó su honor y todos sus títulos, no obstante, Pirka, a pesar de la vergüenza que sentía su familia de guerreros, no cambió de parecer. No consideraba que hubiera algo honroso en asesinar a pueblerinos que solo querían trabajar y alimentar a sus familias.

Pirka se alejó del reino, construyó su hogar de madera de pino y se dedicó a la agricultura, hasta el momento en que el rey, aún furioso por lo que hizo, envió hombres a asesinarlo. Lo acorralaron con caballos y espadas, como me sucede con los ojos rojos en esta cueva, y por más que intentara Pirka contrarrestar los ataques era en vano. Sin embargo, él era sabio y por lo tanto, logró que los caballos arrojaran a los caballeros, solo debió asustarlos. Al verse de nuevo en un círculo de espadas que clamaban su sangre, agarró arena con sus manos y la arrojó con velocidad formando una gran nube de polvo y así se libró, mediante una pelea sanguinaria, de sus asesinos.

Me inclino para agarrar tierra con mi mano libre y se la arrojo soplando mientras giro en círculo. Algunos se alejan abriendo y cerrando sus parpados, otros se mueven con velocidad aumentando su color rojizo como si hubiese logrado enfurecerlos. Me lanzan rayos eléctricos que logro esquivar con dificultad, la oscuridad hace todo más difícil. Ataco con saña pero es en vano, son muy veloces. Giran y giran y solo puedo ver líneas rojas que me envuelven como un torbellino furioso. Tengo que ser inteligente, y si Pirka no se rindió a pesar de estar al borde de su muerte, yo tampoco lo haré. Dejo caer mi espada, con mis dos manos agarro un gran montículo de tierra y soplo con toda la fuerza que tengo en mis pulmones mientras giro sobre mi eje. Se forma un gran torbellino de tierra roja que comienza a perder su velocidad y su virulencia. Todo se detiene, todo vuelve al comienzo, los ojos me miran, abriendo y cerrando sus parpados; se alejan para desaparecer en las penumbras, mientras las risas vuelven a aparecer. Estoy comenzando a comprender que en esta cueva tendré que batallar con inteligencia y utilizando mi pasado. Mi madre apareció con una misión y ahora la comprendo, no la decepcionaré.

—El guardián... El guardián —me nombra un susurro.

—¿Quién eres? —Pregunto agudizando mi oído.

—¿Eso importa?

—Sí —afirmo molesto—, excepto que solo quieras mantenerte en las penumbras como un cobarde.

—El cobarde eres tú que lastimaste a los ojos rojos que solo te estaban observando.

—No puedo confiar, ni debo hacerlo, en nadie, ni en nada —manifiesto seguro.

—Entonces no podrás liberar al dragón gris, es un animal mentiroso y no es de fiar.

—Eso lo comprobaré yo, no son necesarios tus consejos.

—No llegarás a él, jamás lo harás —me intimida.

—La subestimación es el peor de todos los pecados —digo intentando dilucidar quién es el dueño de esa voz susurrante.

—¿Crees en el amor? —pregunta ignorándome.

—Sí —afirmo molesto—, ¿no debería hacerlo?

—No, no deberías hacerlo; el amor es un veneno que al momento de llegar al corazón, lo contamina volviendo a todos, sean humanos o mágicos, seres débiles.

—No me interesa —digo comenzando a caminar.

—Cometes un error, entonces —indica con un susurro distante y amenazante.

—Puede ser, estoy acostumbrado a equivocarme.

—¿Cómo sucedió en el avión?

—Sí, como sucedió en el avión —repito con ganas de golpearlo.

—Pronto te encontrarás con tu familia —indica cambiando su voz, ahora es grave, carrasposa y me provoca miedo.

El lugar se ilumina con una gran llama roja que se arremolina y detrás de ella hay un ser con cuernos como alguna vez me imaginé que sería el diablo, sus ojos son redondos y verde oscuros. La dentadura es parecida a la de un humano, sin embargo, los dientes delanteros son el doble de grandes. Tiene cabello largo que parece grueso y aceitoso. Sus manos son pequeñas y en la derecha tiene una lanza dorada. Sus piernas son iguales a las de una cabra, peludas y con pezuñas.

—Me presento, soy Rímpu, dueño y señor de este sendero, nadie es digno de pasar para liberar al dragón gris. Excepto que logre matarme.

—Sí debo hacerlo, loharé —digo corriendo hacia Rímpu. 

El guardián y el mundo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora