Inaka, el lugar desolado (VI)

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Hace una semana que estoy entrenando con la princesa Tai, ella es muy bondadosa pero recta como Dorothy, y yo muy poco capaz para hacer los conjuros. La noche es diferente en este lugar, Inaka, las estrellas son más luminosas, hay dos lunas, una en cada extremo y los insectos son de los más variados. La princesa Tai me dijo que todo lo que suceda aquí quedará entre nosotros dos, y lo dijo al verme llorar desconsoladamente al saber lo que está sufriendo mi familia por mi culpa. Pensé también en David, en los deseos que tengo de desayunar con él, de ver a Pequeño y de abrazarme a mi mantita. Pero como el tiempo pasa tan lento en el mundo humano no tengo que preocuparme. Según mis cálculos, si un día aquí es un minuto allá, la semana que transcurrió de mi entrenamiento, solo fueron siete minutos, algo tan efímero como eso.

En nuestro primero día, me enseñó todas las posturas que debo tener para atacar y defenderme, siempre con la pierna de apoyo bien posicionada para no perder el equilibrio. Luego, en el segundo día, el manejo de mis manos en la creación de conjuros, el primero que aprendimos fue el de lux exponentia, creación de la luz y la eliminación de la oscuridad. Me dijo que sirve para enceguecer al enemigo y tener la oportunidad de atacar. Le comenté que lo utilizó Hícari en la última batalla, y ella solo asintió con un movimiento leve de su cabeza.

Recuerdo que me posicioné con una pierna atrás, fue la izquierda, con la derecha bien fija y dije: lux exponentia, y salió un pequeño haz de luz que solo iluminó mi mano derecha. Sonreí de vergüenza y la princesa Tai me miró con enojo combinado con frustración. Es normal que lo sienta si yo soy pésimo en todo lo que hago, y peor si todo depende de mí. Estuve doce horas probando el conjuro, pero no funcionó. «Los conjuros, como las varitas de los magos, son extensiones de tu cuerpo, de tus pensamientos, tienes que aprender a despejar la mente de cosas innecesarias como el miedo, sino nada funcionará», dijo dejándome solo y respiré tan profundo que logré en mi último intento generar un gran brillo. Pero no despejé mi mente, al contrario, la llené de pensamientos sobre mi madre, sobre lo que la extraño y deseo verla. «Haz comprendido una de las premisas de los conjuros, los conjuros de vida, de creación, de luz, tienen que ir de sentimientos y emociones positivas, que te hagan feliz. Los conjuros de muerte o los prohibidos, tienen que ir acompañados de dolor, venganza y odio. Son los más difíciles de realizar», dijo y nos fuimos a descansar. No pude dormir, no quiero atacar a los demonios con conjuros que puedan acabar con ellos, no quiero odiar, no quiero sentir emociones que puedan contaminar mi alma, sin embargo, no parece haber otro camino para recuperar a mi familia.

Al tercer día le pregunté a la princesa Tai por qué me dijo que primero despejara mi mente y que pensar en mi familia estaba bien. Ella chaqueó los dedos y me enseñó un bosque en llamas, en el medio del incendio había un pequeño ciervo gimiendo de miedo y afuera su madre intentando recuperarlo. La cierva madre sin dudarlo se arrojó al fuego, quedando atrapada y muriendo; el ciervo pequeño por su lado, encontró un pasaje y escapó con leves quemaduras. Al principio no comprendí que es lo que me quiso decir, ella leyó mi mente y me dijo: «Si actúas sin razonar, sin usar tu mente, seguro terminarás como esa madre. Ella actuó bajo sus emociones más primitivas que son la supervivencia y el amor, pero se equivocó al no buscar la mejor salida y murió. ¿Sirvió de algo su muerte, logró darle una enseñanza a su hijo? No, solo dejó un pequeño a la vera de los depredadores. No te pido que no pienses, no te pido que no sientas, y te pido disculpas si me expresé mal, solo que si tu mente no se concentra, cometerás el error de esa madre. Si un demonio insulta a tu familia, o te muestra lo que ellos viven o en el peor de los casos crea una ilusión y tú reaccionas sin pensar, morirás. Si quieres pensar en tu familia y que ellos te den el valor de batallar, está perfecto, pero jamás pierdas la concentración».

Comprendí que en el campo de batalla debo ser frío en las emociones y actuar con la razón. Comencé a entender que ella, siendo la protectora de la mente y la razón, me brindará siempre estos consejos.

El guardián y el mundo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora