La arena de combate de Coelum (VII)

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El ambiente que me envuelve no es el mejor, aunque las nubes han desaparecido, hay una luna en el centro: una luna roja intensa que supe ver en miles de películas, donde las profecías se cumplen cuando un eclipse sanguinario aparece en el cielo. Una tétrica soledad invade todo el lugar. La bestia, que ahora se llama Bestia Sanguinaria, se queda quieta, y no emite ningún sonido. La calavera líder se eleva por los aires con sus brazos extendidos hasta llegar a opacar la luna. Parece que no es una ilusión de Arniscan como lo imaginé en su momento. No sonríe, solo disfruta de su poder, de encontrarse con quién sea que está dentro de mi cuerpo y clama venganza.

—La fiesta no sería completa sin ellos —dice la calavera con su voz grave y profunda. Mueve sus manos de un lado a otro y detrás de él aparecen Arniscan con Caveatiz. Detrás de mí, Azura, la princesa Tai y Okami—. Es mejor que todos vean lo que te sucederá por destruir mi ejército y revelarte ante mi poder.

—Quieres rehenes, quieres opciones para doblegarme —digo molesto, y esta vez sí soy yo hablando.

—Las nubes que te daban tus poderes las he retirado para que la luna ilumine el camino de la bestia, no creo que logres vencerla y cuando mueras, tus amigos serán su alimento.

—La princesa Tai, Azura y Okami saben defenderse muy bien y no temo que les suceda algo; deseas que tenga temor y ese sentimiento ahora me parece trivial. Tu ejército, el que conquistaría todo, ahora quedó hecho cenizas y tú eres el que teme. Crecí a base del miedo y la tristeza, ahora ese Luke ha quedado en el olvido y esta preparado para demostrarlo.

—¡Calla a ese canalla! —ordena Arniscan a Caveatiz y el súbdito se acerca con velocidad volando hacia mi encuentro.

Me ataca con sus puños, los esquivo con facilidad, como si viera todo en cámara lenta y en mi rostro se dibuja una gran sonrisa. Dejé de ser el hazme reír de todos. Se enoja, gruñe, me insulta, pero no me puede lastimar. Quiero darle su merecido mientras disfruto de mi momento.

Mort...

Lo golpeo en su abdomen para no permitirle terminar el conjuro y su cuerpo cae hacia adelante por el impacto de mi puño; su saliva sale despedida de su boca seguida de un quejido de dolor.

—No te permitiré que me destruyas con ese conjuro, súbdito asqueroso —retiro mi puño mientras él se retuerce de dolor—. Tuviste tu oportunidad de derrotarme, sin embargo, ya es tarde para ti y Arniscan.

El poder que fluye por mi cuerpo se centra en mi cuello y hace estallar en mil pedazos el collar, que ahora es una lluvia fina de lo que me quería detener. El público abuchea y si no me apuro, vendrán de Coelum a colocarme uno nuevo. No creo que se anime de igual manera a venir a este lugar o tal vez sea un lugar impenetrable para ellos. Sea lo que sea, no puedo permitir que me desconcentre.

—Nadie más sufrirá por seres como tú, Caveatiz —señalo furioso

Con la asesina roja parto su cuerpo en dos, se desvanece en cenizas mientras sus ojos me miran con sorpresa y desesperación. Una luz violeta y negra, que presumo que es su alma, queda brillando y levitando cerca de mí. Le apunto con mi mano

¡Extium encerrade! —conjuro con un gran sonrisa de victoria.

En mi mano aparece la caja de madera, con la figura blanca de un camaleón. Se abre y el viento absorbe el alma de Caveatiz. El sello dorado encierra al súbdito y luego la caja desaparece en el cielo. Me siento complacido al acabar con un ser diabólico.

—¡Eres un tramposo! —grita Arniscan—. ¡Pagarás con tu sangre la deshonra de no cumplir con las leyes de Coelum! —advierte colérico.

—¡Tú eres el siguiente Arniscan! —lo señalo con mi dedo.

El guardián y el mundo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora