La prisión de lianas me suelta, caigo de rodillas agotado y me falta el aire, me duele el pecho y me arde. Mi respiración es entrecortada por la angustia de saber que decepcioné a todos los seres del mundo de los sueños, y con culpa por sentirme bien con mi decisión de no pelear con dos hadas que sufren de la misma manera que yo.
La asesina roja comprende de mis decisiones y la guardo en el estuche que se encuentra en mi espalda. Las hadas se elevan por los aires, entrecruzándose de un lado a otro, como si fuese una danza de batalla. Yo observo todo con admiración y sorpresa, cada día que paso en este lugar es maravilloso lo que sucede y también perverso. Tienen una combinación perfecta entre lo bello y lo horrendo, entre la luminosidad y la completa oscuridad.
Frente a mis ojos aparecen un centenar de mariposas monarcas, casi todas de su color característico naranja, con finas líneas negras en sus dos alas y pequeños lunares blancos en las periferias. Sus cuerpos son del tamaño de mi mano. Unas pocas son celestes en su totalidad y un poco más grandes. Es la segunda vez en mi corta vida que puedo observar la plenitud de su belleza. Es triste que tarden meses en completar el ciclo de la metamorfosis para luego vivir tan solo un mes o un poco más. Nacen con la única misión de disfrutar un poco de las bellas flores y reproducirse, sin embargo, siempre nos dejan una enseñanza de cómo deberíamos ser los humanos, con tan corto tiempo se pueden hacer muchas cosas.
La asesina roja comienza a latir y repercute en mi espalda, pero la ignoro, no quiero batallar y menos con hadas que quieren cumplir con los deseos de su padre, quien las salvó y ahora las utiliza. Una explosión cerca de mí hace que me despierte de mis pensamientos y salga despedido para impactar contra un tronco, el árbol se destruye y cae sobre mi pierna. La asesina roja clama por ayudarme pero no la dejaré intervenir, no aún.
Mi pierna derecha tiene un dolor insoportable, que me acecha desde el tobillo hasta el muslo y el peso del tronco hace imposible que, con mi fuerza, logre moverlo. No obstante, lo sigo intentando y la furia, la que había desaparecido, quiere salir para poner fin a esta batalla. Cierro los ojos, respiro profundo, busco tranquilizarme, no quiero caer en la tentación de usar mi poder para demostrar a Arbor que no soy digno de cruzar el bosque. La verdad he cambiado de opinión, no quiero morir entonces deberé encontrar otra solución: una más pacífica, o la semilla de la discordia hará su trabajo. Nunca pregunté si había un conjuro que fuera contrario a Adinventionem, uno que destruya pero ya es tarde para averiguarlo. Coloco mis manos en la corteza más dura del tronco y logro moverlo un centímetro, lo que me produce un dolor terrible, por lo tanto desisto en continuar. El tronco vuelve sobre sus pasos y grito de dolor.
—Tendrás que pelear si quieres sobrevivir —advierte Arbor.
—No —niego dolorido—, no lo haré; creí que había sido bastante claro.
—Mis hijos acabaran contigo —señala con cierta soberbia.
—Es su dolor actuando, no tienen completas acciones sobre sus decisiones —digo intentando encontrar algo que funcione como palanca y solo me queda una opción. De la funda retiro a la asesina roja y sus latidos son más furiosos.
Me recuerda a Mathew el día que se enteró que un compañero de su clase me había robado mis ahorros. Fue terrible ese momento, yo mientras lloraba en mi habitación por el duelo de saber que ese dinero, con el que compraría mi bicicleta, yo no estaba y Mathew ingresó buscando comprender que me sucedía, sin embargo, yo no podía hablar; las palabras no brotaban de mi boca o tal vez no quería que se sintiera decepcionado de mi debilidad. «Cuando dejes de llorar como una niñita, me dirás qué te sucede», dijo cerrando la puerta con fuerza. Comprendí mucho tiempo después que no estaba enojado conmigo sino que se encontraba furioso por verme sufrir. Ese mismo día intenté varías veces hablar con él, practiqué en el espejo, pero no le podía decir lo que me sucedió. Las palabras salían en forma de tartamudez y tenía miedo de que mi hermano, en su enojo, me gritara. Entonces, no sabiendo si era una buena decisión, resolví escribirle una carta y luego de una hora, la pasé por debajo de su puerta. Me quedé con cierta calma porque al otro día era sábado, y por lo tanto, hasta el lunes estaba tranquilo de que Mathew no golpearía al grandulón de Jack.
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El guardián y el mundo de los sueños
פנטזיהDurante siglos y siglos, los humanos creímos que los sueños y las pesadillas eran la creación de nuestra mente, sin embargo, detrás de ellos se esconden los peores y más perversos planes del Dios oscuro: Edaxnios. Las almas más puras se verán en pel...