El palacio flotante y el rey Kingu (I)

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Hoy es 21 de julio, pasaron tres días desde mi última visita al mundo de los sueños y por suerte, cuando dormí, nada sucedió. Tres días en mi mundo son ciento cuarenta y cuatro días allá, una verdadera eternidad cuando se habla de una guerra.

Mi enojo comenzó a mermar en el momento que volví a mi mundo. Ver ese ocaso con la princesa Tai, comprender en plenitud que no solo está en riesgo mi bienestar sino el de millones de almas puras, me ayudó a despejar las dudas. Aunque siempre me acechan buscando que desista de mi misión. Por el momento no lo haré. Por eso en el tiempo que no estuve allí me dediqué a hablar con David, a limpiar el cementerio de chatarra y a alimentar a Pequeño, que crece a pasos agigantados. David me confesó, en el día de ayer, que tiene deseos de mudarse y de la nada se quedó en silencio. Intenté calmarlo, pero nada funcionó y mi alma se rompió en mil pedazos. Tengo miedo a que él no soporte tanto dolor y haga algo de lo que luego se arrepienta.

Anoche escuché ruido extraños, y la verdad temí por mi vida. No estoy tan seguro que los demonios no vengan a buscarme a mi mundo, sin embargo, el valor que tengo en el mundo de los sueños, no es el mismo que aquí. Cuando oí un repiqueteo en las chapas oxidadas, a mi mente llegaron los ojos color avellana de Nora, y no puedo olvidarme de ella. ¿Estaremos predestinados a estar juntos? Espero que no, no quiero contagiarle mi tristeza y mi soledad. David me entiende pero hay días que creo que no quiere estar al lado de un chico que tiene sus ojos tristes y sin futuro. ¿Nora se fijaría en un chico como yo? Debo dejar de hacerme estas preguntas, el amor no es un sentimiento que esté en mi agenda y como dijo mi madre: «el amor de un niño, de un adolescente, es tan intenso como volátil» y creo que tiene razón. No obstante, de igual manera, no puedo quitar de mi cabeza a Azura en su forma humana. Ella, con sus ojos dulces, su cabello dorado y su voz pacifica, hace que mi corazón tenga un latido extraño y mis manos suden de manera exagerada. No puedo, no debo y no sé si quiero, enamorarme de una de mis protectoras y tampoco de otra guardiana, sin embargo, no puedo evitar sentirme raro.

Salgo del vehículo mientras me desperezo; hoy es domingo, y David no trabaja. Me pidió que no me acerque a su casa para almorzar, estaba cabizbajo y deseaba esta solo. Yo en estos días necesito compañía, a pesar de eso, no quería obligarlo a que estuviera conmigo. No comprendo lo que es separarse del amor de tu vida, pero entiendo lo que es perder lo que más amas. Parece ser algo similar, sin embargo, no lo es. No para él, no para mí, y pensé que eso nos uniría, me equivoqué, el dolor actúa de maneras diferentes en cada uno.

El sol es intenso, este verano es el peor de la última década, y se posiciona en el centro del cielo completamente descubierto, abrazando desde las alturas a las pilas de automóviles. De igual manera decido caminar por el sendero que ayer barrí. Levanto una lata de gaseosa y la arrojo en el basurero que está repleto de desperdicios. El hueso de juguete de Pequeño está al lado de su bebedero y el plato de comida vacío, como es de esperarse, él tiene un apetito voraz. El desayuno me lo regaló David dándome un cupón de la cafetería Renor, con todo pago. Su sonrisa se desdibujó al ver mi rostro serio cuando acepté ese papel arrugado. No quería el día de hoy ese regalo, solo deseaba estar con él.

Mane luce como una ciudad fantasma, la gente descansa en su hogares, luego de que, en el día de ayer, la ola de calor fuera insoportable.

Es lo mejor que me puede suceder, no ver a nadie y saber que desayunaré solo. Mientras el café ingrese a mi cuerpo lograré pensar mejor todo lo que sucedió en el último tiempo. No puedo comprender la inmensidad del mundo de los sueños y... No deseo seguir pensando en mis protectoras, ni en Nora, ni en los demonios...

En el camino me encuentro con la relojería del señor O'Neill: un anciano solitario, serio, con un carácter insoportable, a pesar de eso es un gran relojero. A pesar de eso su negocio está decayendo desde que el celular reemplazo a los relojes. Solo las personas ancianas de Mane deciden llevar sus antigüedades a reparar o en su defecto a adquirir reliquias que aumenten sus colecciones. Con el señor O'Neill nunca he tenido ningún conflicto pero él no me quiere ver cerca de su negocio porque si eso sucede, nadie querrá entrar. Al principio supe dormir en su puerta hasta que se enojó y colocó un enrejado. Comprendo que las personas de la calle no deberían invadir espacio privado, pero en una situación así, uno busca refugio donde puede.

El guardián y el mundo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora