El palacio flotante y el rey Kingu (VI)

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Aparezco en una celda con barrotes brillosos y altos; el suelo es de tierra húmeda y estoy completamente solo. Creo que me merezco de cierta forma este castigo. Siempre, en toda la historia humana, el que le dice No a un rey acaba muerto o encerrado. La verdad, creo que me ayudará a morir en soledad como siempre quise. Tal vez así tenga tiempo para pensar en mi familia a la que, después de todo, no creo poder liberar.

—¿Mamá dónde estoy? —escucho la voz de una pequeña niña pero no sé de dónde viene—. Es un lugar oscuro... Mami te necesito... Mami por... favor... Hay un monstruo que me... oh... ¿quién eres? No, por favor.

Luego de un grito desolador la voz de la niña desaparece. Quedo asustado, temblando y con ganas de llorar. Ella no merecía eso, nadie merece sufrir cuando aún ni siquiera sabe lo que es vivir. Pobre de los padres que van a despertar a sus hijos y los encuentran muertos en sus cunas o sus camas. Blancos como la nieve y fríos como el peor invierno. Esos padres vivirán un lamento eterno en el que nada llenará sus almas vacías.

Mi madre hubiera gritado con desesperación si eso sucediera, y estuvo cerca cuando mi hermano Paul no respiraba. Fue un momento de tensión extrema, mi padre le hacía reanimación y mi madre llamaba a la ambulancia. Por suerte pudo volver a la vida, luego de varios minutos. La única secuela que le quedó fue una leve tartamudez.

Los barrotes vuelve a brillar, y eso no es buena señal.

—Hola..., hola, ¿hay alguien aquí? —pregunta un voz temblorosa de un niño—. Mami, papi, pluma... No es gracioso... Por favor que alguien me responda... ¿Quién eres tú?, ¡no, por favor!

El grito es horroroso y me cubro los oídos aunque es en vano, el sonido ingresa como un misil destruyendo mi alma. Me siento en el rincón más alejado de la celda.

Delante de mí aparece una imagen brillante, no puedo distinguir su rostro o su cuerpo, es solo un ente. Lo miro con cierta desolación, sin sorpresa, y espero que se digne a hablar. Si este lugar será donde deba vivir, que así sea.

—¿Entiendes tu misión? —su voz es espectral, profunda.

—Siempre la entendí —respondo molesto—, nunca dije lo contrario. Es solo que nadie me preguntó si yo quería llevarla a cabo.

—Es tu destino, y como tal, no se puede elegir.

—¿Por qué no hicieron las cosas como debían hacerlas?

—No comprendo —responde el ente.

—Sencillo, luz brillante —ironizo—. Podrían haber venido con la verdad y no fingir preocupación.

—La mente engaña de muchas maneras, tan así que a veces no reconoce qué es verdad y qué no. Tendrás que batallar contra tu dolor para comprender que todas las personas que se presentaron buscan tu bien y el de las almas puras.

—Tú, ¿quién eres? —pregunto buscando terminar la conversación.

—La Luz de la Selección —dice y se mueve un poco, como las hojas con el viento de otoño—. Soy unas de las creaciones de Zor, y la Sombra de la Persecución, es mi leal hermano. Nuestra misión es encontrar el alma del guardián y custodiarla hasta que lleguen las protectoras. Mi hermano y yo te seguimos desde que estuviste en la cascada donde yacen todas las almas esperando su destino, y mientras eras un pequeño niño, mi hermano estuvo a tu lado, cuidando que no te sucediera nada.

—Creo que conocí a tu hermano.

—Seguro, en el sótano de tu hogar, donde perdiste a tu muñeco. No te preocupes, él esta bien y pronto te visitará.

—Dime que necesitas —lo miro con enojo.

—Quiero que de ahora en más comiences a mirar al futuro y no al pasado. Zor, cuando nos creó, nos dijo que ese espacio temporal llamado pasado, solo fue creado para que el humano sufra continuamente en su vida y decida ponerle fin o vivir un dolor inconmensurable. El pasado es como una enredadera que comienza a aprisionar tu alma hasta un lugar del que ya no puede salir. Tu familia —detrás de él aparece una fotografía familiar, la última que nos tomamos antes del viaje—, es pasado, no es nada.

El guardián y el mundo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora