Capítulo 41: El gran juego

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Escenas anteriores a este capítulo:

Algunos niños se ponen a sí mismos en peligro cuando juegan a los forajidos, pero cuentan con Robin para sacarlos del aprieto.

En la actualidad:

Sentada en un taburete observaba el atardecer. El viento mecía sus suaves cabellos y se acompasaba con un suave suspiro que ocasionalmente escapaba de sus labios. Sus manos unidas en una plegaria secreta y silenciosa le daban un ambiente de soledad aunque ya se encontraba del todo sola.

El ruido del metal chocando contra la piedra no la inmutó, casi lo esperaba. La cuerda que le seguía al gancho se tensaba de vez en cuando, algunas veces con más fuerza que otras, durante largos segundos.

La cálida sonrisa que apareció en el rostro amable que la saludó de pronto causó también una sonrisa en ella.

Alejó sus manos una de la otra y se levantó para recibirlo.

Marian: Hola - saludó asegurándose de que su cabello se viera bien. El chico se apoyó en el muro para poder pasar al otro lado.

Robin: Hola - respondió en cuanto estuvo seguro y recogiendo su cuerda y su flecha - ¿Qué estabas haciendo? - preguntó al ver el taburete y nadie al rededor.

Marian: Nada - contestó con las manos ocultas tras su espalda, dando un aura de inocencia a su respuesta - ¿Qué hiciste hoy? - vió como el chico se apoyó en el balcón y ella le imitó. Buscó su mano sin apartar la vista del bosque.

Robin: Descubrí que los niños juegan a ser yo - su mano se topó de pronto con la de la chica. La tomó y la miró directamente a los ojos - ¿Estamos bien?

Marian: Nunca lo estuvimos - susurró. Robin la miró extrañado, de inmediato intentó corregir - Nunca estuvimos mejor.

Robin: ¿Estás segura? - la joven asintió.

Marian: ¿Qué crees que le parezca emocionante de tu vida?

Robin: Mmm... No lo sé, déjame pensar - hizo un gesto divertido como si estuviera pensando - Quizá sea rescatar princesas - ambos rieron - ¿Estabas mirando el bosque antes de que yo llegara?

Marian: Así es. El bosque está tan tranquilo, es hermoso.

Robin: ¿Puedo quedarme aquí hoy? Cómo hacíamos antes - Marian asintió.

En un instante el lugar se tornó oscuro, el anochecer estaba llegando y el atardecer era reemplazado.

Tomados de la mano llegaron al cuarto.

Marian: ¿Qué quieres hacer ahora? - preguntó viéndolo fijamente.

Robin: Tengo mucha hambre - contestó y ambos rieron - ¿Crees que Matilda pueda darme algo de comer?

Marian: Ella no tendría problema con eso, el único obstáculo es el príncipe y sus guardias.

Robin: Pero supongo que en cuanto cena el príncipe ya no regresa a la cocina.

Marian: De hecho evita entrar ahí para no "mezclarse con la servidumbre" - hizo comillas con los dedos en el aire - En cuanto a los guardias, comen antes para no tener problemas con los cambios en su vigilancia. Ya deben estar en sus puestos.

Robin: En este caso debemos ocuparnos ahora que el Principe está cenando, Matilda debe estar sirviéndolo así que no debe enterarse de que tomamos comida de su cocina, ¿me ayudarás?

Marian: Solo si me dejas tener otra página en tu libro de besos.

Robin: Entonces dalo por hecho.

Marian se asomó por la puerta para asegurarse de que no hubieran guardias en el pasillo.

Marian: No hay nadie, apresúrate.

Robin obedeció y ambos salieron de la habitación. Se encontraron de pronto entre sombras y oscuridad. La noche había caído de pronto y no permitía que fueran descubiertos, en contraparte tampoco lograban distinguir mucho entre la penumbra.

Una sombra apareció de pronto en su camino abligándolos a volver sobre sus pasos de inmediato. Casi sin éxito acallaron sus agitadas respiraciones hasta que la silueta despareció.

Robin: Debemos tener cuidado - le susurró.

Continuaron caminando. Marian se aventuró a abrir la puerta que encontraron al final del pasillo. No había nadie tras ella. Cruzaron por el nuevo pasillo que llevaba al puesto de vigilancia.

Robin: Creo que desde aquí puedo encargarme - sacó su arco y disparó una flecha atada a una cuerda - Regresa a tu recámara, no tardaré en alcanzarte - sin esperar respuesta se dejó deslizar por la cuerda, cuya punta reposaba en el techo de la cocina.

Marian obedeció casi de inmediato. Se apoyó en la pared en un par de ocasiones para dar seguridad a su incierto caminar. Llegó a su habitación sin más contratiempos que los ligeros sustos provocados por el pasar de sombras lejanas.

No hubo que esperar mucho para que Robin llegara, traía pasteles con él.

La preocupación del "¿Hasta cuándo durará esta dicha?" Quizo asaltar su mente inquieta, pero disipó esos pensamientos.

Comieron y rieron juntos sin interesarse por el resto, después de todo nadie en el castillo se interesaba en ellos.

807 palabras 💚💙

Juntos en Sherwood - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora