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Mínho se levantó de su cama al oír las fuertes sirenas afuera, sabía que significaba y sobre todo, le ponía la piel de gallina solo imaginar lo que se vendría a continuación.

Se levantó hasta la ventana, aún en pijama y con media cabeza entre sueños. Miró al exterior y encontró justo lo que creyó, la policía estaba rodeando la casa de los Han, mientras la madre de Jisung salía de la casa acompañada de dos policías.

Mínho abrió la ventana, solo para oír mejor los sonidos del exterior, y con eso se refería a los gritos desgarradores que estaba soltando la mujer.

—¡Suelteme! ¡Soy abogada, no pueden tratarme así! —La mujer continúo gritando, no la trataban así porque la iban a encerrar en una celda, lo hacían porque no quería someterse a un juicio y debía hacerlo.

Juicio que, para Mínho, era innecesario. Era obvio la cantidad de daño tanto mental como físico que le causó a Jisung. Le había destruido la vida y solo con sentarse a tomar un café con el castaño, eras capaz de notar sus cicatrices.

La policía, una vez con la señora en el auto, se alejó de la casa una vez más, dejando al vecindario en silencio y la casa de los Han completamente vacía.
Mínho cerró la ventana y se dirigió a cambiarse de ropa. Ese día, visitaria a Jisung para preguntarle sobre el juicio. Bueno, también queria verlo, pero vamos a fingir que no.

Se tomó una ducha y bajó a desayunar. Felix ya estaba en la cocina de nuevo pero, está vez y como casi nunca, se encontraba sentado en la mesa y no cocinando entre ollas y hornos.

—Buen día, pecoso. —Habló Mínho, acercándose a prepararse un café mientras Felix le devolvía el saludo con una sonrisa. En esos momentos, la escalera de la casa sonó y su papá apareció por la puerta.

—Hola, chicos. —Habló el mayor, Mínho notó que no parecía estar apurado, de hecho, se sentó justo al lado de Felix.—Quiero hablar con ustedes.

Mínho y Felix asintieron, mientras el rubio se acomodaba mejor en su silla para mirar a su padre, Mínho preparaba el café en silencio, prestando atención a lo que el mayor decía.

—¿Sucedió algo?

—Es exactamente de lo que quiero hablar. Necesito que me cuenten que ocurrió con el vecino y porque acaban de llevarse a la madre en una patrulla.

Felix y Minho intercambiaron miradas cómplices, ambos sabían que ocurrían dentro de esas paredes y cada daño que se había realizado. Pero decirlo en voz alta no era tan fácil como parecía. Mínho tragó duro y se sentó en frente de su padre, persona que, sin querer, estuvo ausente mucho tiempo y poco sabia sobre sus hijos. Felix relamió sus labios y entre los dos, más Mínho que el rubio, contaron cada una de las historias que alcanzaron a escuchar y conocer. Cómo, por tantos años, una persona que dormía a menos de cien metros de la familia Lee, recibía la peor infancia que se le puede dar a un niño y una horrible adolecencia que iba de la mano.

Mínho tuvo que detenerse varias veces en la historia y cuando iba a entrar en un terreno peligroso, como lo era su sexualidad, tragó duro buscando ayuda en una pausa y tratando de no sonar nervioso, le contó cada una de sus salidas a medianoche, las charlas y los malentendidos, no muy detalladamente pues, los detalles eran exclusivos entre el menor y el.

Una vez que terminó de contar cada cicatriz, el padre de los Lee se mantuvo en silencio analizando la situación, y, para suerte de Mínho, no mencionó nada al respecto de su sexualidad y sus salidas con el castaño.

—No lo entiendo, tantos años y, ¿Nunca huyó? —Preguntó el señor Lee, claramente sorprendido por la actitud de Jisung.

—Pensaba lo mismo apenas lo conocí, hasta que te das cuenta que el daño que le hicieron no fue solo físico. Jisung está destrozado por dentro y constantemente cree que es su culpa todo. Es difícil, pero es entendible. —Admitió Mínho, con un nudo en su garganta.

GARDEN - [Minsung] [FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora