Jisung podía jurar que si el momento se congelaba justo ahí, lo disfrutaría toda la eternidad, agarraría esas mariposas en su estómago y se aferraria fuertemente a los sentimientos que tenía en esa noche de invierno. Tomaría una foto de como las luces iluminaban el fondo, como si de una pantalla verde se tratara. Pintaría las facciones de Mínho en una enorme pintura y la colgaría en su cabeza, en el rincón principal para verla todo el tiempo. Crearía una maldita exposición de arte solo con el rostro del morocho y se sentaría en algún desgastado sillón a mirar por horas los retratos.
Pero los momentos son solo presentes pasajeros, jamás vuelves a vivir algo de la misma forma que sucedió. Siempre hay un detalle que se te va a escapar, y a veces, por más que lo intentes, no vuelve a ser lo mismo nunca.
Por eso cuando Mínho y Jisung se separaron de aquel beso, el mundo parecía estar a su lado, diciéndole suavemente en el oído: "Jisung, no temas, no va a pasarte nada malo y este momento lo podrás vivir las veces que quieras". La mirada de Mínho le dio un pequeño lugar seguro donde el se refugiaria si hacía falta. Y otra vez, ese miedo constante a perder ese refugio, a quedarse solo de nuevo enfrentando las tormentas y el mundo por delante. Odiaba sentirse así, odiaba que cada parte de su cuerpo fuera tan insegura del futuro.
Se odiaba fuertemente y Mínho parecía amarlo.
—Jisung. —Llamó el morocho suavemente, juntando su frente con la del castaño y dejando que su voz fuera una guía tranquilizadora para el menor. —Esta bien, estoy aquí, no iré a ningún lado y no tienes porqué tener miedo. Si el mundo está en tu contra, entonces no te escondas y creas que es tu culpa, enfrentalo, vive para defenderte, no para rendirte.
Jisung tomó esas palabras y las guardo en su pecho, se dijo a si mismo que las recordaría si fuese necesario, pero no estaba seguro de poder hacerlo, pues Mínho era exactamente todo lo que nadie fue en su vida. Le decía las palabras que jamás creyó que escucharía y se suponía que debía creerle cuando su cabeza le gritaba que estaba equivocado y todo lo que hacía eran errores.
—¿Y si alguien se entera? —Preguntó Jisung, dejándose llevar por el sentimiento de paz que le daba estar alrededor de Minho.
—No lo harán, será nuestro secreto. —Contestó el morocho, volviendo a clavarse en el pecho del menor. Le dolería muchísimo al castaño perder esa ancla a tierra.
—Pero, ¿Y si sucede? ¿Y si el mundo se entera del error que estamos cometiendo?
Jisung casi suelta un sollozo de imaginar solamente a su madre gritándole cosas horribles y diciéndole que merecía morir. Odiaría saber que todos le daban la espalda y que quedaría solo y desolado en un mundo tan frío y oscuro.
Mínho por su parte ya no sabía cómo actuar, tenía en claro que Jisung estaba roto por dentro, que cada pedazo de su alma se encontraba dividido en partes y que creía constantemente que era su culpa. Pero no podía decirle que no era así, no podía dejarle en claro que el no había hecho nada malo. ¿Que podía decirle a alguien que estaba tan destrozado en su interior que apenas lo arreglabas volvía a quebrarse?
Jisung era como una cajita de cristal llena de grietas y le daba demasiado miedo romper una y así romper todas.
—Entonces enfrentaremos el mundo juntos. No te voy a dejar solo, Jisung. La oscuridad es menos aterradora si estás acompañado. —Minho tomó el rostro de Jisung, acunandolo en sus manos y dándole un pequeño beso en su frente.
—Gracias por hacer del mundo un lugar menos feo. —Sonrió el menor, abrazando a su Hyung y dejando que otra vez, el cuerpo formado de Mínho le protegiera de la noche.
El resto de la cita había pasado rápidamente para ambos. Mirando las estrellas, contando las luces y charlando con el cielo. Jisung y Mínho sabían con exactitud que ese momento era de los que se contaban con los dedos de la mano, así que ambos lo guardaron en un cajón en sus cabezas y juraron no tocarlo y no perderlo en lo que restaba de sus vidas.
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GARDEN - [Minsung] [FÍSICO]
FanfictionMinho adoraba su jardín. Las flores en las esquinas de diversos colores, las torpes enredaderas en su valla al final del terreno y la brisa de primavera que golpeaba suave las hojas del Olmo, decorando el centro del jardín Lee. Minho cuidaba y prote...