1

195 5 0
                                    



Los Hammer eran una de las parejas mafiosas más poderosas del país y aunque trataban de tener un perfil muy bajo para no perjudicar la imagen que todos tenían de ellos, la cual era de la pareja más fuerte y con el mejor bufé de abogados, muchas veces tenían que dejar salir su lado oscuro para que no quieran pasarse de la raya con ellos aunque muchas veces tienen que dañar a personas que no lo merecen. 

Pero sacando todo eso a un lado, en la intimidad se amaban como el primer día, tanto que cargaban con una tristeza que muchas veces a la señora Angelina le costaba disimular y era el hecho de no poder concebir un hijo, desde que comenzó a salir con Romeo nació su deseo de ser madre porque ella sabía que estaría con ese hombre por el resto de sus días y si dios lo permitía en las otras vidas también.

Pero estuvieron cinco años de novios y cinco de casados y aunque no pierden oportunidad de demostrarse su amor ese momento nunca llegaba, es por eso que cada vez que ve una escena tierna frente a ella sus ojos pican haciendo que se desmorone una vez que entran en la privacidad de su casa a la que pocos guardaespaldas pueden entrar.

La pareja había probado miles de tratamientos hasta que el cuerpo de ella dijo basta y cayó desmayada en el suelo de su oficina, después de ese día su marido se negó totalmente a que se siga haciendo daño con cosas que no daban resultado y por un tiempo fue así, pues ella nunca perdió la esperanzas de lograr quedar embarazada, esa noche luego de discutir nuevamente con su marido caminó hacia su cuarto cuando recordó que tenía una pequeña medalla de la virgen de la esperanza que Enzo el hijo de Jorge el jardinero le había regalado después de verla sentada triste en una de las bancas de su jardín.

Todos en la casa sabían del motivo de su tristeza, pues el rumor comenzó a correr entre los empleados cuando comenzaron a pasar los años y no llegaba ningún heredero de la familia y aunque la puso muy triste saber eso pero le gustaba el saber que la respetaban al no salir esa información de su casa, no se molestó en negar algo que era cierto.

No podía tener hijos.

Con la pequeña medalla aun en sus manos camino hacia la parte trasera de la casa para tomar ese camino de piedra que la llevaba hacia su pequeño templo el cual su marido había mandado a construir exclusivamente para ella, al llegar al lugar hecha un mar de lágrimas y con la medalla bien sujeta contra su pecho cayó de rodillas frente a la misma virgen que tenía en la mano, lloro unos minutos hasta que finalmente pudo calmarse lo suficiente como para poder hablarle como hacía cada vez que estaba ahí, necesitaba no solo rogarle sino implorarle a ella y a todos los que la estén escuchando -al creen en varias religiones- que le cumplan su deseo.

Se que no soy la mejor mujer del mundo, como tampoco se si esto es un castigo por la vida que llevo, pero por favor, no quiero morir sin dar a luz un hijo, sin hacer padre al hombre que me dio todo a cambio de nada, pero sobre todo no me quiero morir sin ver a un niño correr por mi casa, por eso Dios, Virgen y todos los que me están escuchando les ruego, les suplico, que me concedan el honor y el deseo de ser madre... por favor...- eso fue lo último que dijo antes de que su cuerpo caiga al suelo convulsionando por el llanto para luego desmayarse a causa del agotamiento mental que sufría.

Dos largas horas pasaron antes de que el señor Hammer pueda volver a ver esos hermosos ojos frente a el, se acostó junto a ella y le hizo jugarle olvidar ese tema y no volver a hacerlo pasar nunca más por ese sufrimiento, le volvió a recordar su conversación sobre adoptar y ella sin nada que reprochar le dio el sí al ver la cara de esperanza de su marido esperando su si, luego de ese día durmieron abrazados como todas las noches, al amanecer era una mujer nueva, renovada, pues su marido no había dejado de decirle cuánto la amaba y lo agradecido que estaba por que ella le haya dado el sí.

Los Hammer  EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora