PRÓLOGO

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La luna estaba en cuarto creciente, con el brillo necesario para iluminar el rostro de una conmocionada Diana.

– ¿Entonces?—Harry la observaba impaciente y algo nervioso.

La duquesa Diana asintió emocionada, lanzándose encima de Harry quien se había mantenido de rodillas durante largos minutos en los que ella procesaba todo y llegaba a la conclusión de que el duque a quien había amado toda su vida, le pedía la mano.

–Maldito duque de Montarier, hijo del segundo conde de Montarier, heredero del condado de tu padre, creador del marquesado de Montarier, ya te habías demorado mucho—

–Olvidaste a mis hermanos—soltó una gran carcajada. Diana nunca fue alguien formal para ser una duquesa, al menos no con él. Con él parecía una chiquilla, y para el resto era una distinguida y educada dama de carácter fuerte e intimidante.

–Claro—masculló pensativa, cual niña desentendida—hermano mayor del Barón de Maryley, y del vizconde de Nabowey—repasaba sus labios con sus dedos.

Ella diluía su significado, haciéndolo dudar de su memoria y cordura.

Amaba a Diana como nunca amó a nadie, y es que ella siempre fue su primer amor.

Y ahora ¿Había sido todo un sueño?

No, claro que no. Los labios de Diana sobre los suyos afirmaban la realidad.

Gracias a que ella había tomado la iniciativa, él podía abrazarla, besarla y acariciarla como lo había soñado desde que la había conocido.

Llevaba muchos años admirándola, idolatrándola y amándola, era más que magia.

Llevaba muchos años admirándola, idolatrándola y amándola, era más que magia

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Algo inolvidable que uniría sus vidas.

Quién iba a pensar que la existencia de un tercero sería la razón por la cual uno de esos dos caería de rodillas, sintiendo que su vida carecería de sentido sin la existencia del tercero.

EL VUELO DE LAS GOLONDRINAS | FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora