Capítulo 23: Adagio

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Para Vegeta esos días fueron fenomenales. Había conocido por fin cómo era su Kakarotto en una versión auténtica y pura, dejando atrás todo aquel peso que llevaba cargando durante tanto tiempo. No era mentira que se enamoró de él cuando todavía era alguien tímido y ausente. ¿Pero ahora? ¡Demonios! No podía resistirlo. Aquella estúpida sonrisa, ligeramente boba, que mostraba el Son era suficiente para sentir que no quería dejar a ese chico.

Y ni hablar de la facilidad de palabra que ahora tenía cuando charlaban en la escuela (entre otros compañeros) y en la calle (cuando decidían salir a comer por ahí). Goku dejaba de limitarse en sus comentarios y ahora mostraba sin restricciones acciones de una pareja. Si bien, en general, para cualquiera puede ser falta de respeto que una pareja, sin importar si es homosexual o heterosexual, haga muestras de afecto exageradas en público; el Son solía hacer aquellas inocentes que no deberían causar ningún problema.

Besos en la mejilla, tomarse de la mano, apoyar su cabeza contra la suya cuando se sentaban uno al lado del otro... todas esas cositas que por tanto tiempo habían evitado por los temores del Son, ahora las efectuaba cada que tenían oportunidad. Si bien todavía quedaban varias dudas, éstas eran más simples de ignorar.

Y ni hablar de la nueva forma de dormir de Goku. Ahora le era más difícil permanecer toda la noche dormido, ya que los constantes golpes que el menor le daba lo hacían despertarse al menos una vez en la noche. Pero algo bueno salía siempre de eso, y es que podía ver al menos unos segundos el rostro sereno de Goku, a veces con una sonrisilla leve por buenos sueños, otras veces podía acomodarse con él y abrazarlo por la espalda.

Y los entrenamientos eran más duros que antes. Se sentía bastante bien, veía que su esfuerzo daba mejores resultados que todos los años anteriores cuando entrenó. Tener a alguien de su nivel había sacado su máximo potencial. Y, ¿por qué no?, hay que mencionar que se debía también a las mejoras en su estilo de vida que dieron lugar desde que conoció al menor.

Dejó la bicicleta en el suelo, cerca de la entrada, y usó la llave que le fue prestada para abrir la puerta. La guardó en su bolsillo y subió las escaleras, para finalmente entrar a la habitación del Son. Ahí pudo verlo sentado en el suelo, con la guitarra en mano, ensayando un poco.

—¡Hola, Vegeta! —saludó con una enérgica sonrisa. El Saiyan sintió cómo su corazón se aceleraba un poco al ver esa reacción de felicidad en el otro.

—Hola, Kakarotto—el menor atrajo el estuche hacia sí—. ¿La vas a guardar?

—¿Eh? Pues...—se vio titubeante—. ¿Sabes? No soy muy bueno en esto.

—¿Sigues pensando aquello?

Y es que "aquello" había sido la gota que derramó el vaso, que había desatado una mala reacción en el menor llevándolo al límite. Ya había quedado en el olvido, incluso habían evitado mencionarlo luego de aquella primera cita con el psicólogo donde Goku se había disculpado con él. Pero, luego de esos días de felicidad y tranquilidad, tal vez sí era importante volver a tomar el tema y dejarlo claro de una vez por todas.

—No como antes, Vegeta—admitió—. Siento que simplemente no es lo mío—sonrió—. Además, es más divertido oír a alguien tocando—sus mejillas se coloraron—, como cuando tú lo hiciste para mí...

—Kakarotto, ¿podría escuchar un poco de lo que haces? —el menor soltó aire y asintió.

La volvió a sostener y trató de repetir aquellas tonadas que llevaba mucho practicando, pero que nunca se escuchaban bien. Y esta vez no fue la excepción, aquel sonido era poco armónico y algo forzado.

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