Capítulo 11: Sosiego

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A través de sus ojos entrecerrados se filtraba una luz blanca, muy brillante. ¿Era acaso el paraíso, o el lugar a donde iban las almas? Claro, siempre y cuando la suya no haya sido condenada por haber cometido el suicidio. Parpadeó un poco para poder acostumbrarse y abrió sus ojos, inspeccionando el lugar donde estaba. No era el Edén, se trataba de una habitación de hospital. Miró su cuerpo, sábanas blancas y sus brazos conectados a un tubo que le suministraba suero.

Cerró una vez más los ojos, somnoliento por las múltiples medicinas le administraron.

***

—¿Cómo sigue mi hijo?—preguntó la mujer acercándose a su compañero.

—Ha estado teniendo una mejoría. Su estado de conciencia es de unos minutos cada dos o tres horas—ella asintió, un poco más aliviada—. La enfermera está muy pendiente de cualquier reacción que tenga.

—¿Ha comido?—el hombre afirmó con un movimiento de cabeza.

—Está llevando una dieta muy blanda, para evitar que se dañe más. Aunque deja los alimentos a la mitad, la falta de correcta alimentación previa al incidente le está provocando algo similar a la narcolepsia—ella suspiró—. Gine, ¿cómo te sientes? ¿No puede venir algún otro familiar a vigilar a tu hijo? Has estado quedándote casi todos los días completos.

—Lo sé, pero... de verdad, soy la única.

—Gine...

—Taro, gracias por preocuparte. Pero de verdad estoy bien, no insistas en pedirme que deje de preocuparme por mi hijo.

—De acuerdo. Puedes pasar a verlo si quieres, quedan al menos quince minutos dentro del horario de visitas.

—Gracias.

La mujer aceptó la invitación, se adentró a la habitación y se llevó la sorpresa de que Goku estaba despierto, mirando con serenidad al techo. El Son giró sus ojos en dirección a Gine cuando notó su presencia en el cuarto.

—Hijo...

—Mamá...—ambos se quedaron en un gran silencio incómodo.

—Hijo, no te voy a cuestionar el porqué de tu cometido—el menor se sorprendió de escuchar sus palabras—. Creo... creo que ya hemos hablado tanto de este tema y... No sé si sea lo mejor, pero no voy a seguir prohibiéndote que tomes tus decisiones, yo...—las lágrimas salieron y las limpió con la manga de su suéter—. Te amo hijo, pero ya no sé cómo tratar contigo este asunto. Si quieres hacerlo, sólo... sólo no olvides que te amo tanto y...

—Perdón, mamá...—ella cubrió su boca con su mano—. Fue un impulso y...—cerró los ojos—. Lo siento.

—Hijo, yo lo único que quiero saber es quién te hizo daño—la presión arterial del Son aumentó—. No intentes desviar el tema, es importante que proceda y...

—No puedo decirte, mamá.

—¿Te amenazaron?—el Son negó—. ¿Por qué no me quieres decir?

—No puedo hacerle eso...

—Hijo, sólo piensa que si tú no haces nada, dejas que esta persona esté libre. Si fue capaz de hacerte eso a ti, puede hacérselo a alguien más—el Son cerró los ojos con un poco de dolor.

—¡No puedo hacérselo a Lapis!—ella se asombró.

—¡¿Él...?!

—No, su hermana...—cubrió su rostro con sus manos—. Él la quiere mucho, y sé que no soportará que ella termine en la cárcel o peor.

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